La última emisión del Bono Tango de la Ciudad de Buenos Aires volvió a abrir el mercado internacional para los emisores subnacionales argentinos. La colocación consiguió 600 millones de dólares a una tasa del 7,8% anual, pero lo más llamativo fue la demanda: los inversores ofrecieron 1.700 millones, casi el triple de lo buscado. ¿Qué señales aparecen en el horizonte? El analista Pablo Wende lo desglosó en la columna que tiene en Río Negro Radio.
Bono Tango, una emisión que reabre el mercado para las provincias
El Bono Tango es una deuda a siete años destinada parcialmente a refinanciar vencimientos anteriores y, en parte, a financiar infraestructura. Pero esta operación tiene un valor extra: es la primera emisión de una provincia o distrito subnacional argentino en años, en un contexto donde el acceso al crédito externo estaba prácticamente cerrado.
Wende explicó que la Ciudad tiene un histórico “track record impecable”. No defaulteó en 2002, cuando sí lo hicieron la Nación y varias provincias. A eso se suma su superávit fiscal y un rendimiento en dólares cercano al 8%, muy superior al de otros bonos latinoamericanos que hoy rondan el 5%. Para el mercado, eso fue suficiente para convertir al título en un activo atractivo y escaso.
La sobreoferta de compradores obligó a prorratear la asignación. Según Wende, esto abre la puerta para que otros gobiernos provinciales —como Santa Fe, Córdoba o incluso Neuquén con respaldo hidrocarburífero— exploren futuras colocaciones en el exterior.
“Portarse bien garpa”, resumió el analista: el buen comportamiento histórico de pago fue central para garantizar confianza entre inversores globales.
Mientras el éxito financiero genera señales positivas, Wende advirtió por un frente que vuelve a encender alarmas: la inflación. Desde mayo, la tendencia del IPC viene escalando mes a mes. Octubre marcó 2,3% y noviembre se perfila peor, con alimentos subiendo 1% por semana, impulsados por el fuerte aumento de la carne.
La carne —uno de los rubros con mayor ponderación en la canasta— subió entre 10% y 15%, lo que asegura un piso inflacionario elevado. Consultoras como EcoGo y EcoViews proyectan 2,5% para noviembre, lo que significaría seis meses consecutivos de inflación en alza.
Otro dato clave: hasta septiembre, la inflación mayorista venía superando a la minorista, reflejando que las empresas no podían trasladar sus mayores costos al consumidor por la caída de la demanda. En octubre, esa dinámica cambió: los mayoristas desaceleraron a 1,1%, pero la inflación al consumidor subió. Para Wende, esto marca el inicio de una recomposición de márgenes empresariales que mantendrá la inflación elevada.
La dinámica inflacionaria comienza a tensionar el esquema de bandas cambiarias que ajustan apenas un 1% mensual. Con un IPC corriendo al 2% o 2,5%, el tipo de cambio real podría retrasarse rápidamente, generando nuevas presiones.
A esto se suma la negociación salarial, donde el Gobierno buscaba pautas del 1% mensual, algo difícil de sostener con el nuevo ritmo inflacionario.
Para Wende, la clave será la estabilidad cambiaria y el manejo de la emisión monetaria. El presidente del Banco Central, Santiago Bausili, ya anticipó que no acelerará la compra de dólares para no sumar presión inflacionaria en un momento delicado.
El desafío para 2025 será doble: bajar la inflación y, al mismo tiempo, reactivar el consumo. Las proyecciones hablan de un IPC cercano al 20% anual, aunque con una trayectoria no lineal y riesgos al alza.
Escuchá a Pablo Wende, analista económico, en Río Negro Radio




