La Red Ecclesia in America se reunió del 6 al 9 de febrero en la Universidad de San Diego (Estados Unidos), con el tema «Sinodalidad en América: movilidad humana, diálogo y nuevos escenarios» como hilo conductor.
Luis Modino
La Sinodalidad es mucho más que un discurso, es una forma de ser y entender la Iglesia. En realidad, una forma de vivir y entender la vida, que nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de caminar juntos, de mirar para el otro con misericordia, con ese sentimiento que provoca empatía por quienes de diversos modos y en momentos diferentes están en el camino de nuestra vida.
En el mundo actual son muchos los que por diversos caminos se ponen en camino, una realidad que debe llevarnos a reflexionar, como hacía de 6 a 9 de febrero la Red Ecclesia en América en la Universidad de San Diego (Estados Unidos), teniendo como hilo conductor el tema “Sinodalidad en América: Movilidad humana, diálogo, y nuevos escenarios”.
Un grito y un abrazo
Una reflexión más que necesaria en un mundo en el que hay “estructuras que asfixian y modos de proceder que niegan lo humano”, como decía al final del congreso la presidenta de la Conferencia de Religiosos de América Latina, Liliana Franco. Un mundo en el que “se establece desde el dañino matiz de la manipulación ideológica y el poder se usa para controlar y encasillar, para estigmatizar y excluir”, afirmaba la religiosa. Un grito que ha resonado, expresando “el drama de la exclusión, del desplazamiento y la barbarie, de la xenofobia y la discriminación; de la crueldad de las brechas sociales y del daño que le hacemos al planeta, amparados en la idolatría del individualismo, del consumo y de la ambición”.
Una realidad que demanda nuevos modos relacionales y una Iglesia más capaz de alimentar las relaciones, con rostro sinodal, una Iglesia Pueblo de Dios, con lugar para todos, que escuche y haga una teología en clave sinodal. Una necesidad perentoria en este momento histórico de liderazgos frágiles y utilitaristas, de democracias débiles, con sociedades polarizadas, xenófobas. Y ante ello escuchar y discernir para descubrir el Querer de Dios, que nos lleve a superar desigualdades, violencias, vulneraciones de la vida y de los derechos humanos y del planeta.
Todo ello en un mundo en que la pobreza tiene rostro, que debe llevar a quien hace teología a hacer “opción por los más pobres, por sus luchas y sus causas”, decía la presidenta de la CLAR. Eso demanda “ir a lo profundo, a las raíces estructurales de la pobreza y promover oportunidades reales de desarrollo integral”. Para ello no caer en la pasividad, en el mezquino individualismo, y vivir con pasión por Jesús y por el pueblo, evangelizando desde los territorios. La propuesta que hacía la religiosa colombiana era el abrazo prolongado, los procesos comunitarios, aumentar el mutuo respeto y las buenas relaciones entre religiones y creencias para el bien común.
Sinodalidad con participación de todos
A decir verdad, fueron muchas las reflexiones compartidas en torno a la sinodalidad, que “se expresa en la misión de la Iglesia, en la actividad misionera”, como decía el arzobispo de Manaos, cardenal Leonardo Steiner, que dejó bien claro que «¡el Pueblo De Dios participó en el Sínodo!». Un proceso sinodal que no terminó, siendo llamados a “perseverar y profundizar en este modo de ser Iglesia», con participación de todos, santos y pecadores, escuchando los clamores que nos lleven a actitudes proféticas, a estar abiertos al diálogo.
Ante la actual coyuntura por la que pasan los migrantes en Estados Unidos, el prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, cardenal Michael Czerny, afirmaba que “cuando se criminaliza a las personas, la Iglesia no puede ceder”. Una actitud necesaria, a pesar de que “existen movimientos preocupantes en la región para criminalizar a quienes ayudan a las personas que emigran, incluidas las organizaciones católicas”, que no puede llevar a tener “miedo de caminar con los migrantes”, todavía más cuando Francisco quiere que “nos sintamos uno con los amenazados por la muerte”, subrayó el cardenal. Desde ahí recalcó que el papel fundamental de la Iglesia es el de “combinar la vocación pastoral samaritana con la necesidad de frenar estas políticas”.
Ante la actual situación es necesario que la Iglesia católica recupere en el Código de Derecho Canónico el derecho de asilo en los templos, como reivindicó el profesor Leo Guardado, todavía más en este año jubilar, pues “sin cambios reales, el proceso sinodal no funcionará, y se alejará mucha gente”. Una sinodalidad que también demanda espacios para la mujer dentro de una “casa patriarcal”, cuya estructura hay que desmantelar, como demandó Cecilia González, de la Loyola Marymount University.
Organizar la esperanza
Pero también con los pobres, un ejército sin armas con quienes, “tenemos que organizar la esperanza”, como dijo la secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina, Emilce Cuda, que llamó, siguiendo el pedido del Papa a organizar la esperanza, en comunidad, que “es esperanza organizada”. Para ello propuso como camino el diálogo, que lleva a elaborar políticas inclusivas, “que garanticen mejoras sociales para todos”. Un diálogo con todos desde la fe, para salvar a todos, haciendo política que lleve a acuerdos, a “organizar las comunidades”.
Una sinodalidad que llevó al teólogo argentino José Carlos Caamaño a decir que “una Iglesia que no construye su identidad a partir del diferente, se convierte en una comunidad idolátrica». Desde ahí demandó mayor diálogo interreligioso y ecuménico, con agendas comunes, como la paz, la justicia social o el cuidado de la Casa común. Para ello es necesario “reconocer que la verdad me está siendo pronunciada por el diferente», que el otro puede tener, también, la razón, la verdad, subrayó. Eso porque “el distinto, el otro, es fundamental para salir de nuestras endogamias lingüísticas», señaló el teólogo.
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