El mediodía del jueves, Villa Luro quedó atravesado por una escena que nadie pudo olvidar. Una mujer llamó al 911 para reportar que no veía a sus vecinas desde hacía dos semanas. La dirección —Morón al 4900— activó el protocolo: personal policial llegó al lugar y, con la autorización de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Nº 3, ingresó por la fuerza. La puerta principal no presentaba signos de violencia.
En una de las habitaciones encontraron los cuerpos de dos mujeres, madre e hija, de 74 y 40 años. Estaban tendidas en el piso, sin signos vitales y con muchas heridas.
El SAME constató los fallecimientos. La Unidad Criminalística y la Policía Científica trabajaron de inmediato en el domicilio y en el entorno, y se inició una causa por averiguación de homicidio con la hipótesis —preliminar— de que pudo haber intervenido alguien conocido por las víctimas, dado que los accesos no estaban violentados.

Mientras los investigadores relevaron huellas, rastros y objetos dentro de la vivienda, comenzaron a trazar una línea de tiempo con registros de cámaras de seguridad públicas y privadas.
Las primeras estimaciones ubicaron la data de muerte en al menos 72 horas antes del hallazgo, aunque el dato clave llegará con los informes de autopsia y los estudios toxicológicos, ya solicitados.
El importante testimonio de una vecina de la cuadra
El barrio aportó contexto y nombres. Sandra, vecina del pasillo, recordó que la madre se llamaba Estela y trabajaba como costurera. Su hija, Soledad, era chef internacional, aunque últimamente no estaba trabajando.
La mujer también deslizó una línea de investigación: “El fin de semana hubo un robo que entraron por la parte de atrás, por la terraza. En la casa estaba todo dado vuelta y ambas estaban con muchas heridas. Más de eso, no sé”.
Según su testimonio, vivían solas desde la muerte del esposo de Estela, ocurrida el año pasado. “Era gente buenísima, re sencilla. Yo el sábado a la noche había salido, entonces no escuché ni vi anda. El domingo estuve, pero no se sintió nada”, agregó.

Puerta adentro, los peritos levantaron material para determinar mecanismo de muerte, posible cronología y dinámica del hecho. Puerta afuera, el relevamiento de vecinos y comerciantes buscó corroborar movimientos inusuales, visitas o ruidos que ayuden a reconstruir las últimas horas de las víctimas.
La investigación por doble homicidio corrió contra el tiempo y bajo hermetismo: en crímenes cometidos —eventualmente— por alguien del entorno, las primeras 48/72 horas suelen ser determinantes para fijar rutas de fuga, usar antenas de telefonía y cruzar placas por lectoras urbanas.
En Villa Luro, la conmoción convivió con la prudencia. De un lado, el dolor por Estela y Soledad, vecinas “de bajo perfil y sencillas”. Del otro, el pedido de no adelantar conclusiones hasta que los resultados forenses y los análisis de cámaras permitan entender qué pasó y quién estuvo allí.
La causa sigue su curso con una pregunta contundente: ¿alguien conocía la casa? Lo demás —el motivo, el cómo, el cuándo exacto— quedó, por ahora, en manos de la Justicia y de una escena que todavía habla en sus detalles.





