El candidato de la UCR de Córdoba, Ramón Mestre, cerrará una campaña atípica en la sede partidaria este jueves a las 19.30. Lo hará en representación de la tropa boinablanca que rechazaba una alianza con Javier Milei, pese a que los órganos partidarios habían dejado la puerta abierta por el voto de la mayoría.
La historia de esa interna ya acumuló ríos de tinta que llevan a los desafíos que emergerán apenas se conozcan los resultados del 26-O. Un triunfo de la UCR revitalizará a Mestre en la góndola boinablanca después de varios años de “ejercer la política sin cargo público”, como suele repetir. Si pierde, la mochila será enorme.
Las encuestas no han sido generosas con el candidato de un partido que gobernó la provincia desde 1983 hasta entrado el segundo milenio y que ilusionó a una nueva camada cuando Mestre ganó la Municipalidad de Córdoba en 2011 y 2019, justo cuando el cordobesismo alcanzaba su madurez política.
El desafío de Ramón Mestre
Si el radicalismo no logra una banca este domingo, el hecho será histórico y marcará un precedente negro. Hay quiénes ya se preparan para la peor elección de la Lista 3 de toda su historia. Claro, hay otras voces que creen que no todo está perdido y que alguna persona tradicionalista se le piantará la lagrimita cuando vea los colores de su partido en la Boleta Única Papel. ¿Será suficiente? ¿Son suficientes?
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Rodrigo de Loredo se bajó de la interna de la UCR y Ramón Mestre quedó proclamado como candidato a diputado
Como pinta el tablero -con La Libertad Avanza y Provincias Unidas de Martín Llaryora y Juan Schiaretti disputándose la mayor parte del electorado y con Natalia de la Sota bien ubicada en el tercer puesto- todo parece indicar que la UCR estará muy por debajo de sus mejores marcas. Incluso de las peores.
La peor marca, la de Oscar Aguad
El resultado más penoso del radicalismo cordobés ocurrió en las elecciones legislativas nacionales de 2013, cuando Oscar Aguad perdió contra Schiaretti. Quien fue años después ministro de Defensa de Mauricio Macri sacó entonces el 22,67% de los votos.
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Oscar Aguad y Mauricio Macri
La otra marca inolvidable fue en 2005. Aquella vez, la UCR se unió al Partido Socialista en un frente que se llamó Encuentro para el Cambio. La nómina que encabezó Aguad y la dirigente del partido de la rosa Laura Sesma, hoy en las filas de la Coalición Cívica de Elisa Carrió, sacó el 18,5% de los votos que rindió dos escaños. Quedó por detrás del cordobesismo y del Frente Nuevo de Luis Juez.
En esa compulsa, y tras el porrazo de 2001, la conformidad con la cosecha era absoluta. Podría haber sido peor, no sólo por la crisis que golpeada al radicalismo sino por los competidores de aquella época: el peronista Eduardo Accastello y el radical díscolo Daniel Giacomino.
La UCR y sus resultados desde el ’83
El repaso rápido del apoyo popular al radicalismo asombra y va a tono con una provincia que, en términos simplistas, se califica de “gorila”. En 1985, el partido sacó el 52,37%; en 1993, 44,18%; en 1997, la UCR obtuvo el 38,11% de las adhesiones; en 2001 la UCR más el MID rindió 25,18% y 3,75%, respectivamente. Sigue la comentada elección de 2005, la de peor registro, con 18,5%. Remontaron en 2009, con el 29,03%.
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Luis Juez, Rodrigo de Loredo y Marcos Ferrer
La nueva década empezó con otro tropezón. En 2013, la UCR logró 22,67%, pero ya en 2017, con la alianza Cambiemos, la situación mejoraría: alcanzaron el 48,48%. El último turno intermedio de 2021, que encontraron a Juez y a De Loredo en alianza sacarían más de un millón de votos cada uno, colocando la marca Juntos por el Cambio y a sus integrantes en un techo histórico del 54,06%.
La Córdoba radical, ¿sin representación en el Congreso?
Producto de esa época de bonanza, el radicalismo pone en juego en este turno electoral tres bancas que ocupan el jefe del bloque boinablanca en Diputados, De Loredo, Soledad Carrizo y Gabriela Brower de Koning, tridente que no compite en ninguna lista.
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Soledad Carrizo y Gabriela Brower de Koning en la Cámara de Diputados
Arriesgan mucho porque lograron sostener en el tiempo, con contextos más favorables y no tanto, una representación parlamentaria sólida. De hecho, hay dos turnos que califican como los peores en términos de bancas ganadas: sólo ganaron dos en la compulsa de 2003 y dos en la citada de 2005.
Desde 1912, la primera elección donde se aplicó la ley Sáenz Peña, siempre que el radicalismo participó de una elección para la Cámara de Diputados ganó al menos una banca. Hay una excepción: hace más de un siglo atrás, ese escaño fundacional de la nueva época había sido ganado por Pedro C. Molina. El también fundador de la localidad cordobesa de Almafuerte renunció antes de asumir por sus diferencias, expresadas en intensas cartas, con Hipólito Yrigoyen, quien le había respondido que su programa era la Constitución ante la exigencia de un plan de gobierno.





