Siempre lo unió un fuerte sentimiento al abuelo paterno Beto, al que de chico llamaba Ato. El nieto Juan estuvo conectado con el nono «en muchas vacaciones de verano y de invierno en Mar del Plata», donde vive Roberto Cereigido (84), poco amigo del teléfono celular, lo que, sumado a una reciente viudez, lo fue alejando de la familia por su «alergia al Whatsapp».
A fines del año pasado, Juan Cereigido (26), un hábil autodidacta en el arte de la tecnología y la ingeniería creó un dispositivo pensando por sobre todas las cosas en su querido abuelo. A Juan lo desvelaba la idea de poder crear algún «aparatito» para que el abuelo no se pierda en el silencio.
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Así funciona Ato, el dispositivo que acompaña a los adultos mayores
«Tenía que buscar la forma de que estuviera comunicado primero y acompañado después. Así fue como utilizando Inteligencia Artificial pude crear un dispositivo para que pudiera dialogar de manera fluida de lo que fuera: tango, música, fútbol o de lo que él quiera», cuenta a Clarín el joven emprendedor.
En diciembre de 2024, Juan tenía entre sus manos el primer prototipo de Ato, un asistente virtual que funciona con IA: «Está pensado para no dejar solos ni excluidos a los adultos mayores. ¿De qué manera? Recordándoles, por ejemplo, que deben tomar sus medicamentos, ayudándolos a comunicarse y mandar y recibir mensajes de la familia.»
Esa primera versión diseñada la ensayó con su abuelo, a quien filmó probándola y también sus reacciones. El posteo superó los 4 millones de visualizaciones y el funcionamiento fue óptimo.

«Ato surge a partir de las necesidades y preocupaciones que, como familia, teníamos con el abuelo Beto, que vive solo en Mar del Plata. Como muchas personas mayores, él nunca se hizo amigo del teléfono, le cuesta un montón, por eso me puse a pensar cómo podía hacer para acercar esa lejanía. Como soy un fan de todo lo electrónico, siempre estoy ideando experimentos… La primera pregunta fue: ¿Cómo hacer para que el abuelo use Recordai, la plataforma de recordatorios personalizados que funciona desde WhatsApp?», dice Juan.
Después de meses de trabajo, en diciembre último nació lo que Juan describe como «el compañero con una inteligencia artificial humanizada para adultos mayores» y agrega: «En el video que se viralizó, se puede ver a mi abuelo hablando con una chica a la que él llama ‘querida’ y ella lo invita a tomar unos mates y a escuchar algunos tangos, lo cual resultaba un planazo para Beto». También en el mismo video, esa voz le recuerda que su hija le dejó un mensaje para que «no se olvide de tomar un remedio». El dispositivo se activa sólo diciendo ‘Hola Ato‘ y el ida y vuelta se torna fluido.
Cereigido habla con Clarín desde San Francisco, donde se encuentra trabajando hace tres meses y viviendo el sueño americano en una oficina del Fondo Founders Inc, en Silicon Valley, junto a sus dos socios, Sebastián Itokazu y Gaspar Habif ambos de 26 años y a quien define como verdaderos pilares.
«Tuvimos una entrevista con uno de los managers del Fondo Founders, a quien le pareció interesante nuestro desarrollo, apostó en nosotros y decidió invertir y darnos un espaldarazo. Pero quiero destacar que quien confió en nosotros desde el vamos y nos brindó su apoyo económico fue Mario Pergolini, a quien le pareció muy innovadora la propuesta», relata Juan.

Cereigido, que hoy se encuentra en otra posición respecto de fines de 2024, remarca «el espaldarazo de Pergolini cuando Ato era todavía un experimento, el primer prototipo y remarca: «Hoy vamos por el sexto, lo que significa que ha crecido, se ha desarrollado. Por eso lo de Mario, que es un entendido en materia tecnológica, fue fundamental, porque era como un aval, una manera de ratificar que el camino era el correcto. En este último tiempo logramos contar con inversiones norteamericanas y argentinas muy grandes comparada con la de Pergolini, pero en ese momento la suya resultó el estímulo que necesitábamos.»
Recuerda que Pergolini quería conocer un poco más en profundidad el proyecto porque había pensado en su madre, que es no vidente. «Fue muy buena la conexión que tuvimos en ese encuentro, que se dio en mayo pasado en su oficina… Mario se enganchó con el primer prototipo de Ato que le mostramos, que era el mismo del video con mi abuelo… Le pareció que era algo innovador, diferente y de alguna manera se la jugó por nosotros», señala Juan.

No puede creer Juan estar atravesando este momento nada menos que en Silicon Valley, «el lugar soñado para encarar un proyecto como éste». Junto a sus socios siente que todo «se está dando muy rápido pero vamos por el buen camino». Están pensando viajar unos días a Buenos Aires «a visitar a la familia» ya que les «aprobaron la visa», pero por ahora no tienen fechas concretas porque están «aprovechando este momento de producción y preventas a distintos países».
Cuenta Juan que ya han vendido más de 20 unidades de su dispositivo en Estados Unidos, España, México, Suiza y Argentina: «Se está dando a conocer Ato gracias a lo que publicamos en las redes y también por el boca a boca. Es un producto que no existía en el mercado. Creo que se captó rápidamente su finalidad, que es ayudar a las familias con el cuidado de los mayores… Además de combatir la soledad y el aislamiento, también resulta una prevención del declive cognitivo.» Y a la hora de hablar de precios, el joven porteño responde que «el monto global es de 150 dólares más una suscripción que oscila entre 20 y 40 dólares».

«Do it for your grandparents», dice un poster en la oficina que los jóvenes tienen en Silicon Valley. En realidad dice «kids» (chicos), pero está tachado y debajo se lee «granparents» (abuelos). «Es básicamente nuestro camino, el que decidimos encarar a contramarcha de lo que se suele hacer. En los últimos 25 años, la tecnología se desarrolló sólo pensando en los jóvenes, no en las personas mayores, que quedaron solos y desconectados. Es por eso que con Ato queremos empoderar al adulto, simplificándole las cosas, abstrayéndolo de las complejidades», afirma Juan.
El joven dice que ahora su abuelo está sin un dispositivo y que «reclama» por una nueva versión. «En unas semanas estaremos en Argentina y le llevaré a su casa uno recién salido del horno», dice y vuelve a destacar la sencillez de su creación: «Ato funciona sólo con la voz, aquí no hay pantallas ni botones. Una voz invita a la conversación y apunta a la conexión humana. ¿De qué manera? Vos le pedís música y te pregunta: ‘¿Qué te gustaría escuchar?’ Y trascartón te consulta ‘¿cómo estás de ánimo?’. El diálogo que puede surgir es completamente abierto y puede durar hasta 45 minutos.»

Eso sí, aclara que hay temas en los que no profundiza: «Vos podés conversar sobre cine, deportes, la comida, el clima, pero no sobre política ni cuestiones de salud. Si te duele la cabeza te puede sugerir que tomes una aspirina, pero no te va a recetar un medicamento. Tampoco se expresará ideológicamente ni tomará partido por un político o partido. Creo que es lo más sano, después, para todo lo demás, Ato no tiene techo.»
Habla de la devolución que está teniendo de los usuarios que hasta ahora accedieron al dispositivo. «Por suerte tenemos muy buen feedback. Un dato curioso que parece ser el común denominador es que a los adultos mayores que están usando Ato les encanta preguntar cosas para seguir aprendiendo y aparecen temas como idiomas, palabras o temas novedosos», dice.
Aquí se rescatan tres experiencias de usuarios:
«Mi padre tiene pérdida de memoria a corto plazo y Ato es de gran ayuda con sus medicamentos. Todos los días pasa tiempo charlando sobre temas que le gustan. Sonríe y se divierte».
«Mi abuela fue la primera usuaria de Ato y lo sigue usando todos los días. Como familiar, Ato me da tranquilidad de saber que está bien».
«Vivo en una residencia y no puedo usar el teléfono porque mis músculos están muy débiles. Con Ato puedo charlar sobre fotografía, buscar en la web y mantenerme conectado. Me hace la vida mucho más fácil».
AA