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martes, julio 8, 2025

Crónica de una emergencia silenciosa, el invierno más cruel para los chicos de Juan Manuel de Rosas

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El sol salió, pero no alcanza. El barrio Juan Manuel de Rosas, en la zona norte de Salta, apenas se calienta. La humedad que trae el río Vaqueros lo congela todo: las chapas, los huesos, los ánimos. El frío se instaló y ya nadie recuerda cuándo fue la última tarde templada. Mientras tanto, puertas adentro, el merendero Divino Niño Jesús hierve desde temprano.

En dos ollas de 25 litros, el mate cocido con dulce de leche empieza a perfumar la tarde. Desde las 18:30, una fila de chicos empieza a formarse y a ingresar rápidamente entre ellos algunos con solo seis meses de edad en brazos de sus madres con rostros de esperanza. Vienen con camperas prestadas, zapatillas húmedas o sólo  medias y crocks, con las manos frías y el estómago vacío. “Los chicos no traen taza, vienen solo con el hambre”, dice con crudeza María Fernanda Mamani, presidenta del barrio y encargada del merendero hace casi siete años.

Más que una merienda: una promesa

A diario, en este espacio se sirve algo caliente y se ofrece también lo que María llama “una colación”: leche planchada, polenta, guiso. “Lo que haya, pero no puedo permitir que un niño se acueste sin comer. Menos con este frío. Yo duermo tranquila si sé que comieron algo”, afirma con angustia.

El recuerdo que la impulsa y la sigue marcando: “Una madre me dijo que su hija lloraba de hambre. No tenía qué darle. Solo agua con azúcar y un pan duro. Esa noche decidí que, mientras pueda, ningún chico se va a dormir con hambre”, asegura con firmeza.

Esa promesa se renueva todos los días con el vapor de las ollas, las manos que sirven el pan, y las decenas de tazas que esperan limpias y ordenadas en la mesa.

El merendero Divino Niño Jesús de Juan Manuel de Rosas

Changuitas, pobreza y facturas imposibles

La mayoría de los vecinos del barrio vive de la construcción: albañiles, ayudantes, trabajadores informales. El empleo fijo no existe. “Hoy por hoy, trabajamos para el día, para el puchero. Por más que trabajen los dos, no alcanza. Las boletas de luz nos llegan por 180 mil pesos como si viviéramos en un country. ¿Y si tenés hijos enfermos? Tenés que comprar hasta las gasas para que te curen en el centro de salud”, denuncia Mamani.

El barrio no quiere caridad. Quiere vivir con dignidad. Pero el Estado está ausente. “Provincia a veces manda azúcar o yerba. Nación hace relevamientos, pero no manda nada. Cáritas según nos dice tampoco recibe. Estamos al aire”, afirma.

El 80% del merendero se sostiene gracias a la solidaridad de panaderos locales, estudiantes de la Universidad Católica de Salta, pequeñas empresas, vecinos que no se olvidan del que pasa frío y hambre.

Comida, pero también libros

El merendero no solo alimenta estómagos. También alimenta el futuro. En el mismo salón también hay cientos de libros dispuestos en varios estantes, una pequeña biblioteca comunitaria y se ofrece apoyo escolar para los chicos que lo necesiten. María Fernanda es firme con esto: “Mi exigencia es que no dejen de estudiar. Aunque les falte todo, que no les falte educación. Si yo puedo garantizar que coman algo, entonces ellos tienen que cumplir con estudiar. Esa es la única salida”, asegura con rigurosidad.

Cada cuaderno, cada tarea, cada lectura se transforma en un pequeño acto de resistencia frente a la miseria. “A los adolescentes que vienen, si estudian, tienen prioridad. Yo siempre les digo: esta taza de té también es para que puedan seguir aprendiendo”, indica.

Una red de contención y dignidad

El merendero también recibe a abuelos, madres solas y personas con discapacidad. Como María, una mujer de 61 años que colabora todos los días. “Ella viene a ayudar para poder ganarse una taza de té. No tiene nada, pero quiere sentirse útil”, cuenta Mamani.

El respeto es norma en el merendero: mesas limpias, orden, bendición antes de comer. “Así como me gustaría que me atiendan, yo los atiendo a ellos. Porque acá no se negocia la dignidad”, dice mientras acomoda las tazas sobre manteles impecables.

El frío recrudece, la necesidad también

El frío extremo hizo que más personas empiecen a acudir al merendero. Piden frazadas, ropa de abrigo, algo caliente para pasar la noche. “Pedí cinco frazadas a Desarrollo Social, nunca llegaron. A la Fundación del Alma le pedí otras cinco, me trajeron tres. Por lo menos eso ayudó a que algunos pasen mejor la noche”, relata. “Pero hay más que necesitan. Y seguimos esperando”, finaliza.

¿Cómo ayudar?

El merendero necesita con urgencia:

  • Leche, azúcar, yerba, alimentos no perecederos.
  • Ropa de abrigo, frazadas, estufas.
  • Útiles escolares, libros, cuadernos.
  • Voluntarios para reforzar el apoyo escolar.

 Dirección: Barrio Juan Manuel de Rosas – Manzana 437, Lote 25 – Zona Norte, Salta. Teléfono de contacto: +54 9 3874 43-9876 (María Fernanda Mamani). 

Se puede colaborar en persona o contactar para que pasen a retirar donaciones.

Redacción

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