“Tuve la chance de estar con Máxima Zorreguieta en dos oportunidades, y la verdad es que es una persona muy amable”, es lo primero que cuenta Nicolás Keenan sobre la reina de Países Bajos.
La primera vez que se vieron fue en el banquete real, cuando su relación con Rob Jetten, en viceprimer ministro neerlandés, ya era pública.

“Al fin conozco al famoso jugador de hockey”, fue lo que le dijo la esposa de Guillermo de Países Bajos cuando se acercó.
“Estuvimos charlando un rato. Me preguntó por mi trabajo, por la preparación y bromeamos con una final entre Países Bajos y Argentina. “Yo tengo mi corazón con Argentina, pero obviamente voy a estar con la remera naranja”, me comentó. También bromeaban con Rob sobre para quién hinchaban en los partidos”, recuerda en diálogo con Revista GENTE.
-Y, de argentina a argentino, ¿qué te recomendó?
-Que debía hablar bien el holandés. Hasta me tiraba palabras para que las aprenda. Ellos cuando ven que sos extranjero, enseguida se comunican en inglés. Y puso especial foco en que siempre me comunique en el idioma local para poder tenerlo más fluido. Ahí ella cambió y empezó a hablarme en neerlandés.

-¿Cómo la ven allá?
-La quieren mucho. Le brindó mucha cercanía a la Casa Real a partir de esa forma de ser que nos caracteriza a los argentinos y a los latinos. Aunque hoy en día es muy holandesa, y representa muy bien a ese país, tiene una forma de ser que la acerca al pueblo. La gente realmente la aprecia.
El rol de Nicolás Keenan en la Selección Argentina
En varios momentos de la charla usó la palabra “sueño” a la hora de definir lo que significa ser parte del selecto conjunto. “Verlos a ellos de chiquito me hacía feliz. Quería eso. La primera vez que pisé una cancha con la selección mayor fe en Córdoba y lloré de la emoción. Tenía una pelota en el estómago. Obviamente que con el tiempo te das cuenta de que no sólo es llegar sino mantenerse, que es lo más duro”, reconoce.
-¿Hubo algún punto máximo en esta trayectoria?
-Siempre fui un trabajador. Tuve varios momentos quiebre. Jugué un Juego Olímpico (Tokio 2020) cuando no era abiertamente homosexual y otro (París 2024) en donde sí. Te puedo decir que el segundo lo disfruté mucho más. Estaba sufriendo a la Selección y pasé a disfrutarlo.

-¿Emocionalmente?
-Por todo. Si ya no sos feliz, te cagan a palos entrenando y no podés mostrar quién sos en verdad, bueno, ¿qué me queda de mí? No estaba disfrutando. Era como un oficinista. Después de Tokio me di cuenta de que tenía que cambiar algo. Ahí empecé a reconectar con ese nene que sólo quería jugar hockey, con todo lo que eso incluye: desde las cagadas a pedos a los golpes.
-¿Cómo son las rutinas de entrenamiento?
-En el club de Países Bajos nos exigen más performance y en la Selección algo más físico. Aquí entrenamos de lunes a viernes de 8 a 13 y a veces un doble turno. Gimnasio, correr y hockey. Al área deportiva se sumó también un psicólogo que nos acompaña.
-El sueño de la Selección lo cumpliste, ¿y ahora?
-Mi próximo objetivo es en julio: la Copa América que nos daría una plaza para el Mundial 2026 de Países Bajos. Me encantaría jugar uno en mi segunda casa y tener la posibilidad de ganarlo. Los objetivos, ya por mi edad, son a más corto plazo.

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