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Alexander Salinas | Montevideo
@| Decía José Pedro Varela que la educación debía ser el gran igualador de la sociedad.
Hoy, tristemente, algunos de esos espacios de igualdad se han vuelto campos de tensión y miedo. En los últimos años, Uruguay ha sido testigo del acalorado clima de violencia en los centros educativos contra los maestros.
Noticias que van y vienen; impactan en el norte y en el sur, en el este y en el oeste. Ya no se trata de hechos aislados -como en su momento- sino de situaciones permanentes que interpelan a la sociedad toda. El día miércoles, en la tarde, los medios de prensa anunciaban -noticia de último momento- un hecho histórico ocurrido en la Escuela Nº 123 de Jardines del Hipódromo, donde una madre y jóvenes -pareciera de película- ingresan a la institución y violentan a maestras y niños. Este hecho, sin precedentes, nos obliga a mirar una realidad que duele, impacta e interpela a todo el sistema.
Porque cuando un maestro es agredido -sea por un niño o por su familia- falla el sistema todo. Es una respuesta negativa hacia el futuro; es un mensaje de caos social, de realidad nacional. Durante años, Uruguay supo ser un país donde el maestro era un referente social, un constructor de futuro, y la institución era el espacio donde los niños se sentían seguros. Pero en los últimos tiempos, educar duele; la figura del maestro está desgastada y desvalorizada, casi demonizada. Esta situación -seriamente condenable- nos lleva a exigir que no solo se implementen medidas concretas, sino también un llamado a todo el sistema a gestar un cambio cultural; una revolución cultural para revivir y recalcar la figura del educador en su máxima expresión. Planes integrales vinculando a todos los actores de la sociedad e instituciones incluyendo al Ministerio del Interior. Apoyo psicológico e institucional a todos los docentes. Debemos afirmar con hechos -como es de sentido- que la educación sigue siendo -como soñó Varela- el gran igualador de nuestro país. Hagamos vivo el sentimiento.
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