Javier Milei repite ante distintos auditorios los números favorables de la macroeconomía. Sin embargo, para despachantes y consumidores esa realidad no se percibe aún “en el mostrador”.
El Presidente eligió como adversario político al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, quien encarna un modelo diametralmente opuesto al que él pregona.
Para Milei, Cristina Kirchner es el pasado. La expresidenta sigue conservando la centralidad política a partir de los audaces pedidos y gestos que formula desde el balcón, minimizando el hecho de que está condenada por actos de corrupción.
La pelea por el futuro es entre el jefe del Estado y el mandatario bonaerense, apegado a una ideología que incentiva el consumo y la producción a través de una economía cerrada y controlada por el Estado.
En La Plata, Milei realizó el primer acto político de lo que define como “la madre de las batallas” entre el liberalismo y el kirchnerismo. O, si se quiere, de “liberalismo versus estatismo”.
Allí, Milei elogió la desaceleración de la inflación, la recuperación del salario real en los últimos 18 meses y el crecimiento económico.
Los datos son ciertos, pero cada cifra tiene su explicación.
Una amplia mayoría de la sociedad, que incluye a la casi totalidad del empresariado, defiende la baja inflación que tiene hoy la Argentina.
Economistas y consultoras requeridas por el Banco Central prevén una suba de precios menor o en torno del 2% mensual hasta fin de año.
Marcelo Capello (Ieral-Fundación Mediterránea) afirma que la inflación anual rondará el 25%, una baja sustancial en relación con el 117,8% registrado en 2024.
La caída se cimentó en el superávit fiscal, en el recorte del gasto público, en la no emisión de pesos y en la estabilidad cambiaria.
La otra cara de la moneda muestra que el superávit incluyó una fuerte pérdida del poder adquisitivo de jubilados y pensionados y de una parte de empleados registrados, la no remisión en su totalidad de fondos coparticipados y la demora/falta de pago de la Anses a las 13 cajas previsionales de las provincias, entre otros ajustes que no respetan acuerdos ni leyes.
La economía creció en los últimos meses -en el primer trimestre, la expansión fue de 5%-, pero la comparación es con períodos muy deprimidos, tras la devaluación inicial y el recorte del gasto al inicio de la actual gestión.
La mejora del salario real no es uniforme para todos los sectores ni para las empresas de un mismo nivel de actividad.
El promedio por encima de la inflación esconde realidades muy diferentes al momento del balance en el bolsillo de los trabajadores.
“Los números macro no se sienten en el mostrador”, se sincera ante sus pares un empresario del sector de la madera.
Quienes lo escucharon, ubicados en la misma mesa en la reunión del lunes último de Fundación Mediterránea, con la presencia del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, coincidieron con sus comentarios.
El Gobierno reconoció que el déficit de la balanza de pagos (la diferencia entre el ingreso y la salida de dólares) se multiplicará por cinco en relación con el compromiso asumido ante el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sin embargo, las autoridades aducen que hallarán la forma de tener los dólares necesarios para cumplir con la meta de reservas en el Banco Central.
La economía crecerá 5% este año, pero habrá dos velocidades de recuperación.
Por un lado, habrá un boom para ciertos sectores: petróleo, gas, minería, turismo emisivo (U$S 5.000 millones en el primer trimestre) y en la venta de autos y de departamentos. Pero, por el otro lado, aparecen industrias y comercios golpeados por las mejores ventas, los que, además, enfrentan una fuerte competencia externa.
Hay un dato clave a nivel “mostrador”: la diferencia está en el volumen, ya que los márgenes de rentabilidad se redujeron al mínimo. En la interna, el gerente financiero pierde espacio frente al de producción, el de costos y el de logística.
“Ahora hay que laburar”, sintetiza el economista Claudio Zuchovicki, titular de Bima (Bolsas y Mercados Argentinos), la plataforma sobre la cual se transan las operaciones bursátiles.
Su par Esteban Domecq coincide, pero lanza la alerta que todos temen y sobre la que nadie puede aventurar cómo se resolverá: “Habrá tensiones cambiarias antes de las elecciones de octubre”.
Argentina no deja de sorprender ni permite descansar.
