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viernes, junio 6, 2025

Cuarteto: cruzar la barrera del sonido

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Música que rejuvenece con el tiempo

En los pasadizos musicales de Córdoba que conectan las ventanas de un departamento con el interior de un auto en dulce trajinar, y el murmullo de una despensa, pareciera surgir un tiempo que baila al compás de una nueva generación. Recuerdos de acordeones melancólicos y los pianos desaforados pero trascendentales, integran la madurez de nuestra música. Con más de ocho décadas de existencia, el cuarteto exhibe su momento de mayor vitalidad cuando plataformas, boliches y auriculares así lo confirman: nuestras melodías han evolucionado y se expanden por el país y Latinoamérica. Lejos de un estilo sectario, hoy lo elijen todas las personas, incluyendo las clases con mayores posibilidades sociales.Llamativamente la globalización jugó con decisión a favor de lo local.

Estigmatización y rechazo

Ochenta años -ochenta y dos para ser precisos- han visto nacer, crecer y evolucionar a un género que, como un río subterráneo, ha corrido por debajo de las estructuras sociales cordobesas y argentinas. Estigmatizado durante años, prejuzgado por parte de la sociedad y condenado por gobiernos clasistas -como los de facto-, todo su caudal proviene, desde el comienzo, del calor popular.

Jamás le quitaríamos mérito a Leonor Marzano -una de las pocas mujeres fundadoras de un estilo musical- o a monstruos como La Mona Jiménez y Ulises (sobre los que ya hemos reflexionado), pero esta música -nacida en los márgenes de la sociedad cordobesa de los años cuarenta-, fue la banda sonora de los invisibles, una danza alegre para la épica musical de los relegados. Un canto en voz alta al que le hicieron oídos sordos las esferas del poder cultural durante demasiado tiempo. De hecho, durante todo el Siglo XX, no faltaron gestos de vergüenza y negación.

Su autenticidad sostenida y convocatoria persistente atravesaron las épocas y los prejuicios floreciendo en otras ciudades rurales, los barrios y sus clubes, hasta llegar al centro de una identidad sonora y especialmente una práctica casi litúrgica entre sus feligreses.

Adaptación estética y renovación

El fenómeno más sorprendente de estos últimos años ha sido la apropiación del cuarteto por parte de las nuevas generaciones porque los jóvenes, habitantes de nuevas prácticas y códigos culturales renovados, viven sin tapujos ni prejuicios heredados, sólo con ritmo y ánimo de disfrute. Esta transformación no es casual en tanto vivimos tiempos de autenticidad y de rechazo a lo artificioso. En esta etapa se valora lo genuino por encima de aquello que parece políticamente correcto. A pesar de los algoritmos de Spotify y las segmentaciones de las redes sociales, se ha democratizado el consumo musical, permitiendo seducir a oídos que antes permanecían impermeables por condicionamientos sociales. La emoción genuina no conoce de códigos postales ni de apellidos ilustres.

Una renovación generacional en el micrófono y el parlante

La estética del cuarteto siempre miró con interés los fenómenos que se daban simultáneamente, dialogando con su tiempo, pero son los artistas actuales quienes han conseguido una posición protagónica en la escena nacional. Músicos y oyentes están entablando una relación ampliada. A manera de ejemplo, mientras que en 2023 Luck Ra ostentó el podio de la segunda canción más escuchada del año, acompañado de cerca por La K’onga y Ke Personajes, en 2024 Hola perdida batió todos los récords y le impulsó hasta el primer puesto. Actualmente la han reproducido más de 180 millones de veces -por cierto menos que su hit La Morocha con 246 millones de reproducciones-.

Aunque ahora no llama la atención escribir sobre Luck Ra y otros artistas como La K’onga, hubo un tiempo reciente cuando el editor del suplemento espectáculos de otro matutino declaró “nunca vamos a cubrir como cultura algo que es, técnicamente, contracultural”.

Pasado un tiempo cercano, miles de personas en muchas noches, millones de personas en diferentes plataformas, corrieron el velo sobre “qué es cultura” para celebrar con naturalidad lo que sus padres y abuelos tardaron décadas en comprender. El cuarteto rompió la barrera del sonido para convertirse en patrimonio cultural de todos y es una revolución bailable que ha triunfado como una revancha de clase. Hoy sus acordes resuenan ahora en espacios antes vedados, conquistando corazones que creían ser inmunes a su magia.

Redacción

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