Según señala el doctor en Historia por la Universidad de Stanford, Mauricio Tenorio Trillo, hoy sentimos con más intensidad la destrucción de los monumentos, luego de que movimientos como «Black Lives Matter» o los descendientes de pueblos originarios llevan adelante luchas por la memoria histórica y exigen reparaciones simbólicas (las materiales prescribieron en el tiempo). A menudo, dice el historiador mexicano, esos reclamos pasan por intervenir, retirar o demoler estatuas de personajes y acontecimientos sostenidos por una sola versión de los hechos. Y agrega que “subir y bajar monumentos es tan viejo como la propia historia”.

Sin embargo, en determinados contextos históricos la destrucción patrimonial se percibe como una amenaza o una estrategia de coerción sobre una narrativa para imponer otra. ¿Acaso es esto último lo que ocurrió con el monumento en homenaje al historiador y escritor Osvaldo Bayer en Santa Cruz? ¿O fue solo ignorancia y torpeza su destrucción por parte de Vialidad Nacional?
Los motivos de vialidad
La explicación brindada por el organismo nacional, sobre que la escultura obstaculizaba la visibilidad en una ruta nacional, resulta por lo menos inverosímil, ya que pudo buscarse primero un nuevo lugar de emplazamiento y trasladar hacia allí el monumento, evitando que la demolición se convierta en noticia.
Bayer fue un escritor de escucha atenta, sobre todo de aquellas voces con las que disentía. Su nombre quedó indisolublemente ligado a La Patagonia rebelde, uno de los hechos trágicos de nuestra historia sobre el que produjo esa obra que ya es un clásico.
Si aún hay quienes consideran que destruir un monumento es parte de la Historia que vuelva la mirada a la estrategia rusa en su guerra de invasión contra Ucrania, en la que el autócrata líder Vladimir Putin ha apuntado deliberadamente contra los monumentos más relevantes de la cultura ucraniana. Destruir el patrimonio es también destruir una cultura y una herramienta de dominación.

Consultamos a raíz de la demolición del monumento de Osvaldo Bayer a seis historiadores para conocer su opinión.
Claudio Ingerflom es doctor en Historia por la Sorbona I, donde posee la «habilitación para dirigir investigaciones», y magíster en Historia por la Universidad Estatal de Moscú y sobre el episodio dijo a Clarín esto: “Osvaldo Bayer fue uno de los grandes intelectuales argentinos del siglo XX. Creo que realmente el término intelectual le corresponde porque encarnó lo que es la esencia de un intelectual, es decir, el compromiso con la búsqueda de la verdad y un pensamiento autónomo, independiente y crítico del statu quo reinante en su momento. Cuando digo intelectual no me olvido que fue un gran historiador. Se formó como historiador en Alemania y luego tuvo en la Argentina toda una obra de historiador, de periodista, de ensayista, de militante político”.
Si tiene que señalar la importancia de Bayer para la historia de Argentina, Ingerflom señala: “Fue un hombre que desenterró páginas ocultas de la historia argentina y en particular de las masacres de los pueblos originarios en la así llamada conquista del desierto, y los famosos fusilamientos colectivos de los obreros, de los peones de la Patagonia en 1921-1922. Digo famoso, fusilamientos, pero famosos se convirtieron gracias a Osvaldo Bayer. Antes eran prácticamente desconocidos”.
Ingerflom se especializó en teoría de la historia, en la relación entre hermenéutica contemporánea e historia, Begriffsgeschichte (historia conceptual) y en la UNSAM, se desempeña como director de la Maestría en Historia Conceptual y también dirige el Centro de Estudios sobre los Mundos Eslavos y Chinos, y el Centro de Investigaciones en Historia Conceptual. Por eso, señala el rol de Bayer como historiador con precisión: “Bayer escribió una obra realmente de historiador, La Patagonia Rebelde, cuatro tomos. Los primeros tres se pudieron editar en la Argentina. Ya el cuarto apareció en Alemania, y luego cuando volvió a Argentina publicó La Patagonia Rebelde, en un tomo que hace ya una síntesis de los cuatro previos para que el libro pueda tener una mayor difusión entre lectores interesados por la historia social argentina”.
Para Ingerflom la destrucción del monumento es difícil de interpretar: “Los que hicieron esto tendrían que aprender a convivir. La destrucción de este monumento es, al contrario, una invitación a no convivir en paz, es decir, una invitación a la violencia. Decir que interfería en el transporte es tomarnos por tontos. Pero esto no es nuevo. La destrucción de monumentos es un tema que se repite en la historia del mundo y siempre, sea cual sea, tiene una connotación política. En este caso, la destrucción del monumento no puede ser otra cosa que un intento de suprimir de la memoria colectiva los sufrimientos de los trabajadores, sus luchas y una represión feroz, violenta, doblemente racista, porque estaba dirigida contra los peones, o sea, racismo social y racismo étnico por los orígenes étnicos de muchos de los trabajadores. Recordemos que hubo 1.500 fusilados. Sería importante que en un estado de derecho como el nuestro podamos saber quién decidió esto. Es un bochorno, es una vergüenza.
La excavadora
“Las obra pública paralizada, las rutas del país en ruinas, con todo el riesgo que significa para nuestras vidas. Y ahora mueven una excavadora de Vialidad Nacional para derribar una estatua erigida en recuerdo de un periodista e investigador, una figura profundamente arraigada en la cultura argentina de los últimos 60 años”, dijo a Clarín el historiador Horacio Tarcus, que en 1998 fue cofundador del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI), creado a partir de su biblioteca y archivo personal.

“Si la nueva derecha creyó en algún momento que iba a usar a Gramsci para sus fines, esto muestra a las claras que no enteidió el abecé de lo que significa librar una batalla cultural por la hegemonía. Para discutir ciertas ideas, no se derriban estatuas ni se prohiben libros: se escriben otros relatos, se publican nuevos libros, se debate con solidez y con pasión en la esfera pública”, agrega.
Tarcus señala que “la nueva derecha hace un fetiche de la palabra libertad pero no cree en la crítica libre: por eso censura (a Dolores Reyes, María Elena Walsh), por eso destruye (a Osvaldo Bayer), por eso asfixia con el presupuesto, por eso hace uso discrecional de la pauta publicitaria, por eso recela de la investigación libre. Si cursaron «Hegemonía I», están desaprobados”, concluye.
Para Federico Lorenz, doctor en Ciencias Sociales, licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Luján y profesor en Historia, quien dirigió el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur hasta septiembre de 2018, “Osvaldo Bayer es una de las figuras más importantes de la historia popular en la Argentina, un personaje ya inserto mucho más allá de su profesión, que ganó un lugar por mérito propio a partir de sus investigaciones sobre la lucha y la represión del movimiento obrero en Santa Cruz. Todo ello quedó plasmado en La Patagonia Rebelde, pero también sus trabajos sobre el anarquismo. Concretamente la biografía de Severino Di Giovanni es una de las mejores que uno puede leer”.

Lorenz agregó a Clarín que “en abstracto, una topadora que demuele un monumento ya de por sí es chocante, es algo que uno está acostumbrado a ver en documentales sobre el nazismo, por ejemplo, o sobre el franquismo una vez vencida la República, o en el periodo de la llamada Revolución Libertadora. La destrucción del busto de Eva Perón y esas cuestiones, o la quema de libros en la dictadura. Es decir, remite a lo más bárbaro que a uno se le pueda ocurrir. En este caso en concreto, lamento decir que no me sorprende, porque la figura de Osvaldo Bayer en el plano local representa todo aquello que el gobierno libertario detesta, que es la reivindicación de las luchas populares, la reivindicación del trabajo comprometido con el pasado y un posicionamiento político, ético y profundamente humano. Eso es la figura de Bayer”.
Contribución a la memoria colectiva
Para Ezequiel Adamovsky, doctor por la University College of London, quien desde 2005 es Investigador en Conicet, “Osvaldo Bayer es recordado por su contribución a la memoria colectiva de los argentinos. En la casa familiar, cuando él era niño adolescente, escuchaba a su padre, que había sido trabajador del Telégrafo en la Patagonia cuando sucedieron las matanzas, los fusilamientos obreros del año 1921 y 1922. Él había escuchado a su padre relatar con angustia una y otra vez los padecimientos que había visto allí. La Patagonia Rebelde consiguió arrancar esos hechos del olvido y refutar la historia oficial que había escrito el ejército al respecto. Demostró que efectivamente esos fusilamientos habían sucedido y que tenían que ver con la necesidad de reprimir una huelga trabajadora de gran importancia”.

Adamovsky subrayó a Clarín: “No se sabe todavía quién ordenó destruir la estatua ni para qué. Simbólicamente tiene un peso enorme porque es un Estado destruyendo el busto de un escritor disidente. Eso ya tiene un tufillo de autoritarismo que es muy notorio. Y por otro lado también ataca a una figura que sentó las bases de un conocimiento sobre el pasado, que es el que este gobierno quisiera abolir o cambiar”.
El doctor en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y traductor de francés Hernán M. Díaz definió a Osvaldo Bayer ante todo como un luchador. “Era un libertario, en el buen sentido de la palabra. Yo diría que más que historiador o periodista, fue un intelectual que con su máquina de escribir no aceptó acomodarse ni al Estado, ni a los partidos políticos, ni a las clases dominantes. En mi juventud empezó a aparecer el libro que lo hizo famoso para el gran público, hablo de Los vengadores de la Patagonia trágica. Creo que es el libro más importante de Bayer, porque trajo a la memoria colectiva una de las grandes matanzas cometidas por los poderes (esos con los que Bayer no se acomodaba), en la Argentina de comienzos del siglo XX”, dijo a Clarín.

Díaz también rescató los trabajos compilados en Los anarquistas expropiadores, ya que abrieron el camino para estudiar un fenómeno muy poco transitado por los historiadores, como fue esa rama del anarquismo de los años 20 y 30, cuando esa ideología atravesaba un momento de eclipse paulatino.
Para el historiador “Bayer fue, sobre todo, un gran divulgador, lo cual es una gran virtud. Prefería hablar de historia con el gran público o el público más interesado y no reducirse al ambiente académico. Realizaba profundas y novedosas investigaciones, pero dejaba el aparato de fuentes y citas por fuera del texto que publicaba”.
Debidas distancias
Una de las características destacadas de Bayer era que guardaba “las debidas distancias con los temas que investigaba y podía transmitir la médula ideológica y espiritual que animaba a los protagonistas de sus historias. Recuerdo la reivindicación que hacía de los cuadros filodramáticos que pergeñaban los aficionados anarquistas a principios del siglo XX”.

En cuanto a la demolición de la escultura que le rendía homenaje Río Gallegos, para Díaz “es un hecho simbólico. El homenaje que el pueblo le tributó a Bayer, que como anarquista estaba por la destrucción del Estado, fue destruido por ese mismo Estado, dirigido hoy por alguien que dijo que venía a destruirlo. Yo no creo que haya una sola memoria: la memoria es una lucha entre memorias encontradas. Bayer es parte de la memoria de las luchas populares, de la historia que reivindica esas luchas, y por eso es que han dedicado esfuerzo y dinero para acallar ese recuerdo. No van a tener éxito en esa empresa”.

El profesor de historia de la UBA, Ruy Farías Iglesias, también doctor en esa disciplina por la Universidad de Santiago de Compostela, destacó la importancia de Bayer por haber abordado “uno de los aspectos quizás menos conocidos y más tristes de la historia argentina del siglo XX, como son los fusilamientos de la llamada Patagonia Rebelde, de aquella gigantesca huelga obrera y de peones rurales, si no recuerdo mal, del año 1921 que se saldó con una represión brutal, el hecho de que se haya quitado de la manera en que se lo hizo un monumento dedicado a Bayer, no me entra en la cabeza”.
Farías Iglesias explicó a Clarín que “se quiere intentar borrar un hecho represivo de esas características, con la agresión al recuerdo de una figura central a la hora de poner luz sobre un aspecto tan oscuro de la historia argentina. Me parece inconcebible lo que se hizo con el monumento y me parece como un signo de los tiempos, de esta verdadera batalla cultural que esconde la corporización de toda una visión negacionista de la historia argentina. Para mí es eso, demoler la estatua de Bayer es como darle cuerpo al intento de imponer el negacionismo en la historia argentina”.
Un acto simbólico
Por su parte la doctora en historia del arte colombiana Carolina Vanegas Carrasco, también directora del Centro de Estudios Espigas en la Unsam, dijo a Clarín: “Como especialista en monumento y a pesar de no ser experta en Osvaldo Bayer sí puedo decirte que esto (refiriéndose a la demolición de la escultura) se trata de un acto simbólico porque así como crear monumentos lo es, destruirlos también es un acto de esa naturaleza”.

Vanegas Carrasco, que es especialista en escultura pública, dijo que “a contrario de lo que suele pensarse sobre que los monumentos son producto de un consenso, lo que planteo es que los monumentos son el lugar del conflicto y de los disensos. Entonces, desde esa lógica no extraña tanto que, después de una manifestación clara y masiva como fue la del 24 de marzo, haya un acto simbólico, una demostración de poder que es la de destruir un monumento. Esto ha sido recurrente en la historia de la humanidad. Los monumentos son el lugar para mostrar el conflicto”.
La experta agrega que es posible y siempre ha sido recurrente la idea de tener una excusa como por ejemplo una restauración, como ha ocurrido con el monumento a Colón (cuando fue retirado de su emplazamiento histórico), o que necesita un mantenimiento. Se apela a esa excusa para no decir que se trata de un acto político”.
Vanegas Carrasco piensa que el contexto de la demolición de la obra de Bayer también se inserta en una puja por la memoria, pues Bayer fue fundamental en los debates sobre el monumento a Julio A. Roca en la Patagonia. Por más que el monumento al ex presidente argentino sigue en pie hubo un proceso de discusión que lideró Bayer al respecto.

También dio su opinión Magdalena Candioti, doctora en Historia de la UBA, que trabaja el tema patrimonial. “Sorprende por la arbitrariedad y el atropello de este hecho. En realidad todo el proceso de colocación de monumentos, los debates y la remoción son parte de un proceso más amplio de debates. Por ejemplo, hace años hay un debate sobre el monumento de Julio A. Roca en Bariloche, se han hecho intervenciones para contextualizar, criticar, discutir pero nadie se puso a removerlo. Eso por un lado, porque se ha negado la posibilidad de generar un debate en este caso y la conveniencia de emplazarlo en otro lugar pero con respeto”.
Candioti agregó que “también es muy significativo que la persona que más investigó y trajo a la memoria todos los acontecimientos de la Patagonia trágica y que también participó de la película, deja claro que el gobierno quiere dar un mensaje de ataque a la memoria de quien reivindicó la organización de aquellos trabajadores en defensa de sus derechos que fue reprimida por el Estado”.