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viernes, septiembre 26, 2025

Dani Zelko en el Filba: poesía, judaísmo y descolonización desde la escucha

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Más que un escritor, Dani Zelko es un artista de la conexión profunda. Su método, la «Reunión», transforma la palabra oral en verso manuscrito, rechazando la grabación para forjar una intimidad co-creativa. Guiado por maestros indígenas como el cacique wichí Caístulo y la cantora mapuche Soraya Maicoño, su práctica es una búsqueda radical por el «volverse comunicación». Esta perspectiva se plasmó en sus libros más recientes: Oreja madre. Mi cuestión judía (Caja Negra Editora) y Un texto camino, El puente espejo, Ritualizar el tartamudeo (Eterna Cadencia Editora).

El artista, poeta editor y músico Dani Zelko es autor de Oreja madre. Mi cuestión judía (Caja Negra). Foto: Muntref.El artista, poeta editor y músico Dani Zelko es autor de Oreja madre. Mi cuestión judía (Caja Negra). Foto: Muntref.

Su obra confronta su cuestión judía, entrelazando el trauma ancestral del holocausto con el dolor reciente por los ataques del 7 de octubre de 2023 en donde familiares suyos fueron asesinados por Hamas. Pese a esto, jamás dejó de denunciar el accionar del Estado de Israel. Desde esta herida, Zelko exhibe una conciencia crítica frente al accionar israelí, abanderando un judaísmo latinoamericano y antisionista en pos de una justicia transversal que impida usar la memoria de un pueblo para oprimir a otro. Toda su producción es una inquietante pregunta sobre la identidad y cómo habitar el mundo tendiendo puentes de oriente a occidente en pos de la descolonización y la emancipación, en contra de cualquier genocidio ya sea por parte de Israel a Palestina o hacia los pueblos indígenas.

En medio de varios viajes y actividades en las que se encuentra (“mes más ocupado de mi vidaaa”, escribe por WhatsApp), se hace un tiempo para contestar algunas preguntas a Clarín. Las últimas, las envía desde un barco rumbo a Montevideo. “Hace como diez años que no escribía desde mi yo, estaba muy entregado al proceso de Reunión de escribir con otros, disolviendome casi por completo. Escribí y empezó a aparecer un yo nuevo que va construyendo el libro”, confiesa.

–En tus dos libros más recientes, la escucha ocupa un lugar clave en tu proceso creativo. Hablás de una apuesta por la escucha como herramienta para la escritura y esto se emparenta con tu proyecto Reunión. ¿Podrías explicar un poco más tu método?

–Escuchar es el verbo más importante de mi práctica artística. Es cambiar la forma en que nos relacionamos con lo que nos rodea y con los demás. Es dejarse atravesar, enseñar. ¿Qué pasa si corremos la percepción de que la potencia política está en la voz y nos entregamos a la potencia política de la escucha? De paso dejamos atrás ideas paternalistas y coloniales como “dar voz a los que no tienen voz”, cuando quienes se han quedado sin voz son los mundos que se creían ilustrados. Lo que está en una crisis absoluta es esa forma occidental y moderna de pensar el arte, lo político, la “cultura”. Necesitamos acercarnos a escuchar otras formas de relación con el conocimiento y el territorio, y ahí aparecen nuevos mundos y nuevas formas de vida. Escuchar es entrar en otras temporalidades, en otros tiempos. Es disolver el yo para ser encarnado por la voz de otro. Yo no sabía escuchar. Me gustaba hablar, escribir, pensar. Y Reunión fue una especie de universidad de escucha. Pluriversidad mejor dicho.

–¿Cómo llegaste luego a Oreja Madre?

–Sin darme cuenta. Es como si me hubiera hecho Reunión a mí mismo. A partir de una ceremonia en territorio mapuche salgo en búsqueda de mi linaje judío. Y escucho. Escucho a los otros en mí. A vivos y muertos. Familiares, maestros, colegas, amigos. Escucho documentos desenterrados y archivos que no existen y voy construyendo mi forma de ser judío hoy en pleno genocidio del Estado de Israel sobre el pueblo palestino. Un genocidio llevado adelante por un estado colonial, supremacista, que no sabe ni escuchar a las propias personas y tradiciones que dice defender.

–¿Qué significó la escritura de este libro para vos como escritor, poeta y artista?

–Lo judío no era un tema para mí. No esperaba buscar mi linaje judío ni mucho menos escribir un libro o hacer una obra con eso. Es gracias a mi relación íntima, profunda y duradera con Soraya Maicoño y con Caístulo que se abre ese camino. Algo se había cortado en mi árbol genealógico. Así que yo salgo en busca del relato antiguo de mi familia y de mi pueblo desde territorio indígena, no desde Buenos Aires, el álbum de fotos de mis padres, mi escuela judía, el templo sino desde mi relación con mis dos hermanos y guías espirituales indígenas. Ellos son los que me cambiaron mi forma de ser y de pensar el arte, lo político, lo espiritual. Mucho más que la escritura de este libro. Este libro me enseñó un montón, el 95% de las cosas que aparecen en este libro yo no las sabía ni las intuía. ¡Muchas cosas que sentía no sabía ni que las sentía! Pero lo que de verdad me cambió no fue la escritura de este libro sino la relación con Caístulo, con Soraya, con su forma de entender el territorio, la historia, la violencia. Por su forma de dejarse enseñar por otras fuerzas, de dejarse guiar por una espiritualidad política. Y también por sus luchas y sus disputas por la reconstrucción de la memoria de sus pueblos, por el territorio, y por el valor de su propio conocimiento. El libro de alguna manera enfatizó esa transformación. O quizás fue la forma en que me apropié de todos esos aprendizajes, los encarné, me los tatué.

–¿Qué puntos en común encontrás entre los pueblos mapuche y wichí, con los que trabajaste, el judío y el palestino?

–Hay mucho en común como lo hay entre muchos pueblos del mundo. Pero en este momento creo que lo importante es hacer foco en las diferencias. No en las naturales, sino en las producidas por la violencia. Los pueblos mapuche, wichí y palestino, en este momento y hace décadas están siendo exterminados y desplazados por Estados y corporaciones. Los judíos han sido un pueblo que ha sufrido persecuciones y genocidios, es sabido por todos. Pero no está bueno sostener esa idea de la víctima eterna y mucho menos de LA víctima por excelencia porque eso asienta un halo de inocencia que le está dando a un Estado etnocrático un permiso de destrucción masiva con total impunidad. Además en este momento, la mayoría de los judíos vivimos bastante bien. Las comunidades están arraigadas, hace generaciones no se tienen que mover por la fuerza, en general tienen una buena posición económica y en muchos países son un grupo poderoso. Casi el 90% de los judíos de lo que llaman “la diáspora” tienen ciudadanía de Estados Unidos, la Unión Europea, Inglaterra o Canadá. El judío dejó de ser un estigmatizado cuya sola existencia involucraba un desafío al poder y pasó a ser un símbolo de éxito para esta fase del capitalismo. Mis bisabuelos cayeron a Argentina escapando de la Segunda Guerra Mundial y al poco tiempo eran todos profesionales, porque claro, eran judíos pero europeos. La mayoría de las personas judías de mi generación en Buenos Aires ya tenemos casa propia. A los bisabuelos y abuelos de Soraya y Caístulo también los desalojaron de sus tierras y exterminaron a sus familias pero siguen en la misma situación de pobreza, humillación y despojo. A los bisabuelos y abuelos de Mahmoud, Nasser y mis amigos palestinos los expulsaron de sus tierras, les quitaron todo y hoy la mayoría viven en campos de refugiados. Estamos hablando de colonialismo. De colonialidad. Puede haber puntos en común en la memoria, en los traumas, pero invocar traumas sin desarmar privilegios reproduce victimizaciones que perpetúan la violencia. Y por supuesto que el antisemitismo es un tema preocupante, pero hoy el principal promotor del antisemitismo es el Estado de Israel.

–En Oreja Madre contás que descubriste que tu tío abuelo David, miembro del Mossad, participó en el asesinato de Ghassan Kanafani. ¿Cómo te impactó esto?

–Uf. Una noche inolvidable. Estaba en mi casa leyendo una biografía de Kanafani y llegué al momento de su asesinato y la forma era exactamente una forma de asesinar líderes palestinos que me había contado mi tío abuelo muchos años atrás. Me explotó la cabeza. Se me partió el corazón. Quedé mudo varias horas. Y escribí para tratar de entender qué estaba pasando, qué estaba pensando y sintiendo. Escribí como un acto de conocimiento y búsqueda, no de comunicación. Hace como diez años que no escribía desde mi yo. Estaba muy entregado al proceso de Reunión de escribir con otros, disolviendome casi por completo. Y escribí y empezó a aparecer un yo nuevo que va construyendo el libro. Ghassan Kanafani es una especie de Rodolfo Walsh palestino. Es un escritor y activista que admiro profundamente. Enterarme que mi tío abuelo favorito era parte del proyecto colonial que lo asesinó a él y a su proyecto de resistencia, me mandó de lleno a desarmar todas las narrativas familiares en las que me críe.

–En el libro aparece Javier Milei. ¿Qué opinión te merecen sus posturas en relación al Estado de Israel, el conflicto palestino-israelí y los posicionamientos internacionales a los que está llevando a la Argentina?

–Increíble que hayamos caído tan abajo realmente. No digo que no tenga una razón de ser o que no reconozcamos algunas cosas que nos trajeron hasta acá, pero la verdad que no se puede creer. Respecto a la relación con Israel y el judaísmo lo de Milei es muy especial. Que apoye 100% a Netanyahu quizás no llame tanto la atención, es bastante coherente con su proyecto cipayo de endeudamiento, entrega de la soberanía, genocidio por goteo, destrucción del Estado y sus ansias plutocráticas, fascistas y mesianicas. Pero al mismo tiempo Milei reivindica componentes de la religión judía, dice que se quiere convertir al judaísmo, usa elementos sagrados del pueblo judío para darle sustento a sus delirios, postea fragmentos de la torá, hace sonar el shofar en sus actos. Qué mezcolanza, shofar con perro clonado. Si me traés un guión con estos componentes te diría que es totalmente inverosímil, pero acá estamos. Igual creo que hay que repudiar y contrarrestar a Milei y a Netanyahu, por supuesto, pero el problema es mucho más antiguo que ellos y está fuertemente arraigado en la construcción de los propios Estados, sus idiosincrasias, sus narrativas. Y es importante hablar de eso.

El artista, poeta editor y músico Dani Zelko es autor de Oreja madre. Mi cuestión judía (Caja Negra). Foto: imagen generada con inteligencia artificial.El artista, poeta editor y músico Dani Zelko es autor de Oreja madre. Mi cuestión judía (Caja Negra). Foto: imagen generada con inteligencia artificial.

Dani Zelko básico

  • Nació en Buenos Aires en 1990. Es artista, poeta, editor y docente. Su obra está hecha de palabras y personas.
  • A través de distintos procedimientos y de viajes a diversos territorios, genera publicaciones y encuentros que accionan disputas políticas, prácticas de escucha y experimentos con el lenguaje.
  • Desde 2015 lleva a cabo su obra Reunión, con la que publicó más de diez libros que fueron traducidos a varias lenguas. Dicta clases y talleres de arte y escritura en instituciones de distintas partes del mundo.
  • Este año publicó Oreja madre (Caja Negra, 2025) y El puente espejo (Eterna Cadencia, 2025). Su trabajo puede conocerse en ReunionReunion.com

Dani Zelko estará mañana sábado a las 19 en el panel Donde todo empieza en el Centro Cultural Paco Urondo y el domingo a las 18:30 en la performance El pueblo puede cambiar de nombre en ArtHaus.


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Pablo Díaz Marenghi

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