Daniel Cassany, lingüista, investigador y escritor español, es una figura central en el ámbito educativo contemporáneo. Con más de tres décadas de experiencia en la enseñanza y el análisis del discurso, sus reflexiones han dejado huella en la pedagogía y el estudio de las prácticas letradas. Cassany conoce bien la complejidad de las aulas y no le escapa a los retos de la era digital y el impacto de las transformaciones sociales y tecnológicas en la educación. Su obra es también referencia en la Argentina y por eso, su paso por la Feria del Libro, no pasará inadvertida.
¿Qué cambia con la IAG? ¿La prohibimos o la incorporamos? Respuestas en la versión final de ‘(Enseñar a) leer y escribir con IAG’. Gracias a @RevistaEnuncia1 #IAG #IA #InteligenciaArtificial #ChatGPT #Copilot #Gemini https://t.co/G9QGkXpfqZ
— Daniel Cassany (@dancassany) December 22, 2024
En esta entrevista, Cassany aborda temas clave como la hibridación del aula en la era digital, el papel del cara a cara en el aprendizaje, y el lugar de tecnologías como la inteligencia artificial en las escuelas. También reflexiona sobre el desafío de gestionar herramientas modernas como el celular y sobre cómo los docentes pueden adaptarse a un modelo educativo que priorice la autonomía del alumnado.
–Según parece, los políticos, las familias, los comentaristas de la televisión y los medios de comunicación siempre sabemos lo que la escuela y los docentes deben hacer. Usted, que lleva décadas trabajando como profesor, anota al inicio de su libro que es “difícil describir lo que pasa en el aula”. ¿De qué manera los lugares comunes que se repiten en una sociedad hablan realmente de lo que sucede en las escuelas actualmente?
–Más bien poco. Los lugares comunes se centran en lo obvio, el mainstream, lo conocido… y ocultan las particularidades. La educación ha cambiado muchísimo en los últimos años, por factores socioculturales, tecnológicos, migraciones, política… También complica que el consenso sobre lo que es una «buena educación» es mucho menor que los de lo que es «una buena salud» o «una buena economía»… El aula, con decenas de actores, conversaciones y actividades variadas, es un entorno muy complejo.
–Anota usted que “con internet, el aula se ha vuelto híbrida, física y virtual, más compleja”. ¿Qué valor tiene el cara a cara en ese abanico de recursos?
–Sigue siendo el número 1, a mucha distancia. Cara a cara nos comunicamos mejor, aprendemos más, nos motivamos o desmotivamos intensamente… y obtenemos mejores respuestas, habitualmente. Pero no siempre es posible, por distancia, agendas, capacidades… de modo que el resto de opciones son valiosas, sobre todo comparadas con la nada o con la correspondencia de antaño. Por otra parte, estos recursos tampoco son excluyentes, los podemos combinar para generar situaciones más profundas de comunicación y aprendizaje.

–Y algo más: ¿el teléfono celular está siendo retirado paulatinamente de las clases? Usted consideró en entrevistas anteriores que esa decisión no es acertada. ¿Cómo gestionar, entonces, la presencia de ese dispositivo para que sea una herramienta y no un elemento distractivo?
–Con educación específica sobre cómo, dónde, por qué y para qué usar el celular para fines académicos –y no ociosos–-, y con normas claras, detalladas y adaptadas, que deben llevarse a cabo en los centros educativos pero también en la casa. Prohibir el móvil en los centros no va a solucionar los problemas de algunos adolescentes (adicciones, asedios en las redes, prácticas irrespetuosas…); más bien les quita a ellos –y a las familias– la posibilidad de recibir una ayuda más cualificada del docente… Creo que la escuela debe trabajar con las herramientas corrientes de la comunidad, con criterios didácticos, que pueden incluir la prohibición en algunas edades, niveles o circunstancias, pero estoy en contra de la prohibición categórica. Es un paso atrás.
–¿Qué espacio cree que tendrá la inteligencia artificial y los programas de generación de textos en la educación en el futuro cercano?
–Mucho y muy impactante. La educación usa el poder epistémico de la escritura para enseñar, aprender o evaluar; o sea, el alumnado aprende cuando se esfuerza en leer, releer, resumir, escribir y revisar sus textos de cualquier disciplina. Si la IA automatiza parte de estos procesos letrados y el alumno los resuelve sin esfuerzo, aprenderá mucho menos… Tenemos que empezar más pronto que tarde a replantear muchas de las prácticas educativas ancestrales, para que sigan generando aprendizaje. Lo mecánico (copiar, oralizar, repetir), o incluso algunas cosas que hasta hoy no eran mecánicas (buscar información o resumirla), pierden interés, porque la IA te lo ofrece fácil. Gana importancia lo estratégico (tomar conciencia del dato que necesitas, contrastar varias fuentes, evaluar la fiabilidad) y el pensamiento superior (la criticidad, la creatividad, la argumentación más personal). Poco a poco irá ganando la lectura alrededor de la IA (para reescribir prompts, revisar los resultados de la IA, detectar alucinaciones y sesgos), la comunicación oral (para exponer oralmente tus resultados) y la gestión documental (para demostrar que son correctos y están bien fundamentados).
–“Los docentes deberíamos hablar poco. Basta con hablar menos del 25 % de una clase”, escribe usted. Puedo imaginar sin esfuerzos rostros desencajados de profesores y profesoras. ¿Cómo enseñar sin hablar?
–Una cuarta parte de una clase basta para dar consignas, gestionar una puesta en común, tutorizar al alumno. Hoy el alumnado puede escuchar otras voces, además de la del docente, para aprender: de vídeos, de textos, de la red, de la IA… En todas las disciplinas. Cuando el profesor habla durante toda la clase, creo que el alumno escucha solo una parte y el resto abandona su cuerpo en modo «reposo» mientras su mente viaja a otros universos.

–Una fotografía del siglo XIX de una clase muestra a la profesora al frente de la clase y al alumnado sentado ordenadamente. Si nos asomamos a una clase hoy en la Ciudad de Buenos Aires, veríamos algo más o menos parecido. ¿Se puede aprender en el siglo XXI con el mismo esquema que se usaba hace 150 años?
–Algo se aprenderá. El docente puede hacer maravillas… Démosle confianza. Pero no es la organización más eficaz ni la contemporánea. El aula de hoy es cooperativa, con el alumnado sentado en grupo, trabajando a su aire proyectos y tareas, con el tutor asesorándoles, consultando sus portátiles y usando los recursos de la red y de la IA.
–¿Cuál es su relación con sus lectores y lectoras argentinos?
–Me siento muy querido… Desde finales de los 80 me he sentido muy leído y escuchado. Tengo buenos amigos en varias universidades, colaboradores en investigaciones diversas… no solo del ámbito universitario o educativo. Para mí es una gran oportunidad visitar de nuevo la Feria y reencontrarlos. ¡Estoy feliz!
¿Por qué hablamos tanto hoy de lectura crítica? Razones sociohistóricas y políticas que justifican algo que ha existido siempre: resistirse al engaño. Segundo vídeo de la serie ‘Lectura crítica’ #lectura #critica #alfabetismo #educacion #comprension https://t.co/qIyBStmxKu
— Daniel Cassany (@dancassany) February 5, 2025
Daniel Cassany básico
- Nació en Vic, Barcelona, el 3 de diciembre de 1961. Licenciado en Filología Catalana, se doctoró en Enseñanza de Lenguas y Literatura en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Barcelona.
- Cassany ha ejercido la enseñanza en varios centros y ha sido profesor de Lengua Catalana en la Escuela de Formación de Profesorado de EGB en la Universidad de Barcelona.
- Desde 1993 ejerce como profesor de Análisis del Discurso en Lengua Catalana de la Universidad Pompeu Fabra.

- Es autor de artículos, libros y ensayos sobre comunicación escrita y didáctica de la lengua, materia en la que es experto.
- En Anagrama ha publicado La cocina de la escritura, con más de 150.000 ejemplares vendidos, Tras las líneas, Afilar el lapicero, En_línea y Laboratorio lector.
Daniel Cassany participará de la 32ª Jornadas Internacionales de Educación que se realizarán el viernes 25 y sábado 26 de abril. Y el sábado 26 de abril a las 18:00 firmará ejemplares en el stand de Riverside Agency. Stand Nº 816 del Pabellón Verde.