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viernes, julio 4, 2025

Danzar en América Latina es un gesto político

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Mantener abierto un espacio franco, seguro e incluyente para reflexionar sobre nuestro quehacer en torno a la danza y a nuestros cuerpos expresivos, a fin de hacer evidentes sus múltiples hazañas como generadores de cambio, y territorios que nos permitan experimentar con mayor libertad y plenitud nuestra condición humana, es el objetivo del libro Danza, herencias y provocaciones decoloniales, editado por la Dirección de Danza de la UNAM, que será presentado mañana 4 de julio, a las 17 horas, en el canal de FB de Danza UNAM.

Coordinado por Eugenia Cadús (Argentina) y Hayde Lachino (México), el libro contó con la participaron de investigadores de México, Argentina, Estados Unidos, Brasil, Colombia, Perú y Bolivia. De esta manera se logró una obra diversa que reúne perspectivas críticas y experiencias que nos ayudan a comprender cómo los discursos coloniales permean la danza en la región.

Este libro plantea impulsar un diálogo colectivo arraigado en el sur global. El concepto del mismo fue concebido de manera colectiva, cuando un grupo de investigadores –partícipes de este volumen– comenzaron a reunirse mensualmente desde 2020 para reflexionar sobre los vínculos entre danza y política en nuestros territorios.

La publicación ha sido nominada al Premio de la Torre Bueno que otorga la Dance Studies Association (DSA), lo cual representa la primera vez que una publicación realizada por una institución latinoamericana recibe este reconocimiento.

Los textos que conforman este volumen parten de la comprensión de que la vivencia cotidiana está plagada de significados que condicionan tanto el sentido como nuestras experiencias.

El cuerpo que danza se expresa ante el mundo. Se danza entre tensiones, contradicciones y negociaciones no sólo con el presente, sino también con un pasado que es herencia y conciencia crítica que nos invita a renombrar constantemente el mundo. Los cuerpos siempre danzan con sus fantasmagorías, en el marco de relaciones sociales, como herederos de luchas y apuestas de posibles proyectos de vida.

Esta es una impronta del quehacer dancístico de América Latina: danzamos, se quiera o no, en relación con un suelo que es testigo de conquistas, dictaduras, racismo, represión, pero también de construcciones colectivas, de resistencias cotidianas y, por qué no, de victorias significativas. Sí, danzar en este sur global es siempre un gesto político. Por ello, hablar de decolonialidad en la danza implica compromisos: unos epistemológicos, políticos y otros vitales que apelan al ámbito personal y de la micropolítica.

Redacción

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