A Dakota Johnson le ofrecieron su primer papel cuando tenía diez años. Fue en Locos en Alabama, dirigida por su padrastro Antonio Banderas y protagonizada por su madre, Melanie Griffith. Aparece apenas unos segundos, como si el linaje hiciera acto de presencia y bastara con eso.
Hija de Griffith y de Don Johnson, y nieta de Tippi Hedren —la musa de Hitchcock en Los pájaros—, su presencia en la pantalla parecía inevitable. Pero en Dakota nada fue tan obvio como su árbol genealógico. Hoy, a sus 35 años, está de estreno con Amores materialistas (en exhibición en cines locales), la nueva película de Celine Song, directora de Vidas pasadas. Allí interpreta a Lucy, una casamentera moderna que usa cálculos para unir parejas ideales. Todo marcha bien hasta que aparece Harry (Pedro Pascal), un hombre rico y seductor que le ofrece una vida cómoda y sin sobresaltos. Pero cuanto más se acerca a él, más duda de si el amor puede definirse con fórmulas y si el estatus vale más que una conexión real. En el medio, reaparece su ex (Chris Evans): el tipo que su propio sistema descartaría. Pero, claro, no todo es blanco o negro.
El rol de Johnson en Amores materialistas tiene algo de espejo: su personaje es elegante, reservada, sofisticada, pero también vulnerable. La actriz se luce y vuelve a mostrar su capacidad para sostener escenas con gestos mínimos y miradas que dicen más que los diálogos.
Una búsqueda personal sin apuros
Nacida en Austin, Texas, en 1989, Johnson pasó su infancia entre sets y aviones. A los 16 apareció en la portada de Teen Vogue y pensó que podía ser modelo, pero pronto descubrió que lo suyo iba por otro lado. A los 18 se mudó sola a Los Ángeles, trabajó como camarera y asistente de producción, y estudió interpretación en clases privadas. Fue haciendo castings hasta conseguir sus primeros papeles pequeños, por ejemplo del que interpretó en Red Social (2010), donde tuvo una breve aparición junto a Justin Timberlake.
Si algo la define es la forma como construyó su carrera, con decisiones que le costaron críticas. Prueba de eso es que en 2015 fue elegida para interpretar a Anastasia Steele en la trilogía Cincuenta sombras de Grey. Tenía 25 años y estaba a punto de volverse mundialmente reconocida. Pero el salto a la fama vino acompañado de roces creativos.

“Firmé para hacer una versión muy diferente de la película que terminamos haciendo”, confesó a Vanity Fair. “Hubo muchas discusiones. Si hubiera sabido en ese momento que así sería, no creo que nadie lo hubiera hecho. Pero no, no me arrepiento”, añadió en la entrevista.
Después del torbellino que significó Cincuenta sombras, Johnson eligió otro camino. Se volcó a proyectos más pequeños, con directores que admiraba. En Suspiria (2018), la relectura de Luca Guadagnino del clásico de Dario Argento (1977), se entregó física y emocionalmente a un personaje oscuro. “Me costó meses salir del cuerpo de esa mujer”, admitió en una entrevista con Elle. Luego vinieron La familia que tú eliges (2019), y La hija oscura (2021), ópera prima de Maggie Gyllenhaal, donde interpretó a una joven madre tan luminosa como desconcertante. Cada papel parecía responder a una búsqueda personal más que a una estrategia de carrera.
Más allá de sus elecciones artísticas, Johnson también se distingue por su forma de estar en el mundo. Discreta, con un estilo melancólico, usa las redes sociales solamente para el trabajo y evita el juego del estrellato. En entrevistas, cultiva un misterio poco común en la era de la sobreexposición.
Durante casi siete años mantuvo una relación con Chris Martin, el líder de Coldplay, con quien compartía una vida lejos de los flashes (dentro de lo posible). Vivían entre Malibú y viajes discretos, y hasta colaboraron en algunos proyectos creativos. Pero, según informó Page Six en su momento, las diferencias de estilo de vida y de prioridades terminaron por alejarlos. Mientras Martin está más volcado a la vida familiar (tiene dos hijos con la actriz Gwyneth Paltrow) y a las giras con su banda, Johnson quería empezar a construir su propia familia. La ruptura se hizo pública en junio y, como todo en ella, sin grandes declaraciones ni escándalos.

Alessio Bolzoni/Amazon Studios
Crear, con el tiempo, una voz propia
En 2019, dio un paso más al fundar TeaTime Pictures, una productora independiente que codirige con Ro Donnelly y desde la que impulsa historias autorales y voces femeninas. “Ya no puedo perder el tiempo en sets tóxicos”, explicó sobre su motivación a The Hollywood Reporter. Desde allí produjo películas como Cha Cha Real Smooth (2022), aclamada en Sundance, y ¿Estoy bien?, una comedia dramática sobre amistad y búsqueda de autoconocimiento, dónde además es protagonista.
También ha usado su visibilidad para hablar sobre salud mental, libertad reproductiva y los abusos de poder en la industria. Durante el movimiento #MeToo, fue una de las voces que rechazó el silencio cómplice y habló del caso de su abuela.

“Hitchcock arruinó su carrera porque ella no quería acostarse con él, y él la aterrorizó”, contó en el podcast Awards Chatter. “Es completamente inaceptable que las personas que detentan poder lo ejerzan sobre alguien que está en una posición más débil, sin importar la industria en la que se dé esa situación”, reflexionó.
A fuerza de intuición y riesgo, Johnson fue delineando una carrera marcada por la exploración. En cada proyecto parece estar tanteando los límites entre lo que se espera de ella y lo que realmente quiere contar. Con Amores materialistas, una película romántica, pero también reflexiva sobre el juego de las relaciones, reafirma esa búsqueda.