En pleno Mataderos, territorio sagrado del asado, abrió Nosso Parrilla, una nueva propuesta de barrio donde se puede comer buena carne sin que duela el bolsillo. El lugar pertenece a los mismos dueños del ya célebre bodegón Nosso de Floresta, famoso por su milanesa de entraña tamaño sábana, y llega con la misma filosofía: porciones abundantes, productos cuidados y espíritu popular.
El desafío no era menor: instalar una parrilla en el barrio más carnívoro de la Ciudad, donde cada cuadra tiene su templo de la brasa y los vecinos saben distinguir un buen punto de cocción a kilómetros. Pero Nosso logra destacarse con una propuesta simple y efectiva: una tabla de achuras y carnes para compartir entre tres, ojo de bife tierno y sabroso, papas fritas de fritura impecable y los infaltables chinchulines, tan crocantes como los del local original.
Además, el nuevo espacio llega con otra misión: limpiar la fama del local anterior, un restaurante poco querido por la zona. Con aire renovado, atención cálida y ese toque de bodegón moderno que combina tradicion, Nosso Parrilla busca ganarse el corazón —y el apetito— de los vecinos de Mataderos.
Cómo es y qué comer en Nosso parrilla
En la esquina de Martiniano Leguizamón y Bragado, en pleno Mataderos, hasta hace poco funcionaba un restaurante de ahumados que nunca logró enamorar al barrio. “El concepto no encajó, el local estaba bien armado pero no era para este público”, cuenta Martín, uno de los socios de Nosso Parrilla, que junto a Gustavo, su ex compañero de facultad, decidió darle nueva vida al espacio. “Nosotros vimos el potencial enseguida. No hacía falta tirar todo abajo, solo un lavado de cara y una buena parrilla trabajando a fondo.”
La historia de este proyecto tuvo varios intentos previos. “Estuvimos a punto de cerrar con un club de Floresta —recuerda Martín—. Nos habían ofrecido el buffet y ya estaba todo encaminado, pero al final el presidente se echó para atrás y quiso manejarlo él mismo.” Luego apareció un fondo de comercio en Boedo, tentador por ubicación pero imposible por tamaño y costos. “Si lo hubiéramos agarrado, todavía estaríamos con el casco puesto y la obra sin terminar”, bromea Gustavo.

Finalmente, Mataderos apareció como la oportunidad justa. “Este barrio es el emblema de la carne, y eso nos tiró mucho”, dice Martín. “Además, el frigorífico con el que trabajamos está a dos cuadras y media, así que la logística es perfecta.” La parrilla ya estaba instalada, y eso cambió el rumbo del proyecto. “Nuestra idea original era abrir un bodegón con algunos cortes, pero cuando vimos la parrilla dijimos: listo, esto tiene que ser una parrilla de verdad.”
El local, que abrió en septiembre, llegó con el desafío de revertir la mala fama del restaurante anterior. “Había quedado ‘quemado’, la gente pasaba y preguntaba si seguían los mismos dueños”, cuenta Gustavo. “Nos decían: ‘ah, pero antes no tenían milanesas ni café’. Así que parte del trabajo fue sacarle ese mote y mostrar que esto es otra cosa.”
Pese a las dificultades —desde la búsqueda del lugar hasta los primeros problemas de personal—, los socios se muestran optimistas. “Abrimos en el mejor momento del país”, ironiza Martín, entre risas. Pero enseguida aclara: “Más allá del contexto, creemos en lo que hacemos. Nosso Parrilla nació de mucho esfuerzo y de esa idea de que todavía se puede comer buena carne, abundante y bien hecha, sin dejar medio sueldo en la mesa.”.

La carta de Nosso Parrilla respeta la esencia del bodegón clásico de barrio: platos abundantes, recetas conocidas y precios amables. “Queríamos mantener ese espíritu popular de comer bien sin gastar una fortuna”, explica Martín, uno de los dueños. Por eso, además de la carne que es protagonista, hay pastas caseras elaboradas en el lugar —tallarines, ravioles, fusilli al fierrito y ñoquis— desde $ 8.500 la porción. “Todo se hace acá, a la vieja usanza”, agrega Gustavo, su socio, experto chocolatero reconvertido en parrillero.
Las entradas funcionan como un anticipo de lo que se viene: empanadas jugosas y la salchicha Nosso, servida con morrón y provoleta ($ 14.000). También se lucen los chinchulines al limón, el emblema heredado del local de Floresta ($ 10.000). “Hay gente que viene solo por eso”, cuenta Martín. Para los que prefieren picar de todo un poco, armaron una tablita de achuras para compartir entre dos o tres, que incluye chorizo, morcilla, chinchulines y molleja por $ 28.000.

De la parrilla salen los grandes clásicos: asado banderita, vacío, entraña, ojo de bife, bife con lomo y matambrito. Cada corte se sirve con guarnición, y esta cronista no puede dejar de recomendar las papas fritas, gorditas, doradas y con una fritura limpia que invita a robarlas del plato antes de que el mozo lo deje sobre la mesa. “Acá todo lo que sale tiene guarnición, no cobramos extra por eso. Es parte de la experiencia”, aclara Gustavo.
El plato estrella, sin embargo, es la tabla parrillera, una opción ideal para compartir y aprovechar la excelente relación precio-calidad. Por $ 55.000, comen tres personas y la tabla incluye chorizo, morcilla, salchicha, chinchulín, molleja, asado, vacío, matambrito y papas fritas o ensalada. “A la parrilla no la servimos en brasero, preferimos que llegue bien presentada, en tabla, con todo en su punto”, dice Martín, defendiendo una elección que se nota en la mesa.

Para los que buscan algo más de bodegón, también hay platos tradicionales como el bife de chorizo a la riojana ($ 42.000 para dos, aunque comen tres) o el pollo a la crema de queso azul ($ 32.000). Las porciones son generosas y pensadas para compartir. “Nos gusta que la gente se lleve la sensación de abundancia, que vuelva a la mesa del barrio”, resume Gustavo.
El cierre, fiel al estilo casero, llega con postres que apelan a la nostalgia: flan, helados y la Copa Nosso, una combinación de helado, crema de dulce de leche, praliné y un marroc artesanal elaborado por el propio Gustavo. “No podíamos no tener algo con chocolate”, dice entre risas. En Nosso, la fórmula parece simple: buena carne, porciones abundantes y precios que invitan a volver. Pero como toda buena parrilla, detrás hay fuego, oficio y una dosis justa de barrio.
Nosso Parrilla. Martiniano Leguizamón 1795, Mataderos. Instagram: @nossoparilla.