Una carta de un lector rescata los fascinantes orígenes de la actividad apícola en la región, revelando nombres y anécdotas de los primeros visionarios que introdujeron las colmenas en este rincón de la Patagonia.
La apicultura en Argentina tiene una historia rica y sorprendente, con las primeras colmenas llegando desde Francia en 1834 por iniciativa de Bernardino Rivadavia. Sin embargo, su llegada a la región de Bariloche fue un proceso más tardío y lleno de anécdotas, tal como lo relata Samuel Havrylenko en esta detallada carta de lectores.
«A la República Argentina las primeras colmenas llegan desde Francia, en 1834, por iniciativa de Bernardino Rivadavia y curiosamente por razones políticas quedaron en el ‘exilio’ en Colonia Uruguay por varios años. En 1854 Domingo F. Sarmiento importó desde Chile abejas que luego se multiplicaron; el posterior desarrollo de la apicultura pone a nuestro país entre los primeros exportadores de miel.
En nuestra región no hay registro de actividad apícola en los relatos de los primeros pobladores. Debemos considerar las distancias que separan de las zonas productivas y la ausencia de caminos.
Hay referencias que en Chile había colmenas desde los primeros tiempos de la colonia y también que: inmigrantes alemanes, entre los años 1890 y 1900 trajeron abejas al sur. Estas abejas entraron a la Argentina a la zona del actual El Bolsón. En los relatos de nuestra familia se cuenta que entre los años 1920-30 la familia Hube trajo abejas desde Chile por paso Puelo. Algunas colmenas fueron adquiridas por Agustín Criado, abuelo materno de mi esposa Dora y también se recuerda que Julián González, abuelo paterno, llevó colmenas en carreta a Esquel. En esos años la ruta a Bariloche era por Ñorquinco.
Siguiendo con los recuerdos puedo comentar que las primeras colmenas llegaron a la isla Victoria en 1940 traidas por mi padre, el ingeniero Demetrio Havrylenko, desde Junín de los Andes. Resumimos la historia: entre los años 1934 y 1938 mi padre trabajó en dependencias de Tierras y Colonias en la zona de San Martín y Junín de los Andes, allí conoció al señor Otto Neumeyer, pionero de diversos emprendimientos rurales y lo interesó en la cría de abejas. El señor Neumeyer viajó a Chile y trajo en su automóvil las primeras colmenas de esa zona. Cuando el ingeniero Havrylenko se instaló en la isla Victoria, don Otto le envió algunas colmenas. Posteriormente a su traslado a Bariloche en 1950 se trajeron desde la isla Victoria dos cajones con abejas. Aquí podemos afirmar que los primeros apicultores aparecen en la década del 50.
Nombres importantes
Sin seguir un orden cronológico mencionamos algunos apicultores que se destacaron en el recuerdo.
- Don Narciso Serafini, en la esquina de Elordi y Tiscornia tenía una huerta con diversos frutales entre los cuales distribuía entre 15 a 20 colmenas de abejas de raza italiana, traídas desde Valcheta; don Narciso fabricaba sus propios cajones con techo a dos aguas y 4 patas fijas.
- Por esa época proveniente de Eslovenia llegó Iván Arnseck, fotógrafo de profesión, se hizo conocido de nuestra familia, observó y se interesó por las colmenas de mi padre. Al poco tiempo se destacó como apicultor e investigador, trajo de Europa la variedad “carniola” difundiendo su cría en la región, dejó una impronta muy fuerte.
- En los años 50/60 incursiona en la apicultura don Alfredo Caspani quien posteriormente me obsequió cuatro cajones, los primeros en formato convencional. También por esa época don Ramón Marful tenía abejas en Paso Chacabuco atendidas por inmigrante ruso; por la construcción de las represas sobre el río Limay parte de la estancia quedó bajo agua y no siguió el emprendimiento. Don Ramón me regaló un extractor de miel de 5 cuadros axial, que actualmente se encuentra en una escuela rural.
- En 1958 llegaron a Paso Flores religiosos alemanes que fundaron una colonia, un integrante, Ewald Rentshler, en 1959 instaló un apiario para la comunidad, años más tarde tuve oportunidad de ver las abejas de tamaño pequeño y vuelo rápido. Este emprendimiento cerró por fallecimiento del señor Rentshler y el traslado de la colonia a otro paraje.
En la década del 70 se mencionan varios emprendedores apícolas que de momento no vamos a nombrar para no dejar algunos escapan a mi memoria.
Tuve oportunidad de conocer a don Esteban Seynehave, de origen belga, tenía un negocio de materiales para fotografía, era un gran aficionado a la apicultura. El señor Seynehave conoce al doctor Greenville Morris. Aquí hay un cambio relevante en la historia de la apicultura local. El doctor Morris interesó a colegas del INTA, el sector rural y a la población en general sobre la cría de abejas, organizó una serie de programas radiales en el “INTA en la Patagonia”, en los cuales tuve el honor de participar junto con el señor Seynehave. A raíz de esta inquietud se sumó el señor Omar Musso, perito apícola de SADA (Sociedad Argentina de Apicultura) residente en Bariloche. Prontamente se organizó el primer curso de Iniciación Apícola con certificado oficial. De este curso egresaron destacados referentes actuales. El señor Omar Musso nos dejó sus enseñanzas y el recuerdo de su vocación docente.
Este relato termina aquí cuando se inicia una nueva etapa con cursos, reuniones, participación de varias instituciones… Considero que la persona que impulsó esta actividad es el ingeniero Guillermo Huerta, quedando en sus manos la información actualizada.
Tal vez estas notas lleguen a personas que recién se inician en la apicultura por tanto me permito compartir estas reflexiones:
- Las abejas existen sobre la Tierra desde hace 5.000.000 de años y hoy hablamos del peligro de extinción.
- Nadie sabe más de abejas que las mismas abejas.
- Considero que las palabras competitividad y productividad deberían ser reemplazadas por solidaridad y excelencia.
Texto de Samuel Havrylenko.