Lucas (34), Lucía (32) y Clarita (26) viven lejos, hablan varios idiomas y construyeron sus carreras en ciudades que para muchos suenan imposibles. Mientras que el mayor es economista y emprendedor y vive en Ámsterdam, Lucía se convirtió en directora y productora audiovisual en Hamburgo y Clarita, la menor, eligió Estados Unidos, donde lidera una compañía de turismo y sigue estudiando teatro.
Aunque cada no hizo su propio camino profesional, hay un hilo invisible que los mantiene unidos: el amor por la cultura italiana, las reuniones familiares planificadas con meses de anticipación y una forma de entender el mundo que mezcla raíces y movimiento. «Nos encontramos una vez por año, generalmente en Italia. Recorremos lugares que no conocíamos, como Sicilia o Cerdeña. Hay algo de legado ahí. Italia también es un poco nuestro país”, cuenta Gabriel a Revista GENTE, que conserva algunas palabras en piamontés y se las enseñó a sus hijos como parte de una historia familiar que no quiere que se pierda.

Algo que fue reconocido por Italia que acaba de condecorarlo como Caballero de la Orden de Italia por su relación con el país de sus abuelos.
Los tres están en pareja, viven sus propias aventuras y tienen una visión global heredada en parte de su crianza. «Vivimos muchos años en España e Italia, ellos tienen ese ADN del viaje. Y hoy, con la tecnología, estás más cerca de lo que parece», reflexiona Corrado.
Constanza y Gabriel: una segunda etapa de «novios»

Después de criar a sus hijos, acompañarlos en sus decisiones y despedirlos en aeropuertos, Gabriel y Constanza encontraron una nueva manera de estar juntos. «Volvimos a vivir a Buenos Aires después de años en Bella Vista. Eso nos devolvió a una vida más social, con amigos cerca, planes espontáneos, una ciudad más activa», cuenta.
Pero también les dio algo más: la posibilidad de reencontrarse como pareja. «Es como revivir nuestra primera etapa. No lo vivimos con angustia. Al contrario, es una etapa muy linda. Nos redescubrimos. Hay tiempo para nosotros, para conversar, para mirar una serie sin interrupciones. Y eso también se celebra«.
No es una segunda oportunidad: es una continuación distinta, más madura, más presente. Y Gabriel lo reconoce con gratitud: «Nos llevamos muy bien. Hablamos mucho, nos escuchamos, nos reímos. No es poco después de tantos años».
Gabriel Corrado y la posibilidad de ser abuelo

Con tres hijos adultos, Lucas tiene 34, Lucía, 32 y Clarita, 26, el tema de ser abuelos flota en el aire. Pero Corrado no tiene apuro. «No es un tema nuestro. Yo no soy de esos padres que presionan. Cada uno tiene que vivir su vida, sus tiempos. Si llega, será hermoso. Pero no tengo ansiedad», confiesa.
Recuerda que él fue padre joven: tenía 29 cuando nació Lucas, y Constanza apenas 25. Hoy, reconoce, la vida va por otros carriles. «Está buenísimo que sea así. Es otro sistema de vida. Hoy se prioriza la experiencia, los viajes, el crecimiento personal. Me parece perfecto.
Mientras tanto, sigue viajando, reencontrándose con sus hijos y construyendo memorias. Como aquella vez en Marbella, cuando Clarita comía langostinos de bebé y él sintió, por primera vez, lo que era la melancolía.

A veces, los recuerdos aparecen sin aviso. Una calle vacía, un plato compartido, el rincón de un restaurante fuera de temporada. «Volví a Marbella y pasé por un lugar donde íbamos cuando Clarita era chiquita. Y me agarró una cosa rara, una mezcla de angustia y melancolía. Pensé: ‘Esto ya no vuelve más’. La veía ahí, comiendo langostinos, y me cayó la ficha del tiempo», dice con la voz tomada por la emoción.
No es que viva en el pasado, pero hay escenas que se le clavan en el cuerpo. Momentos donde la paternidad lo atravesó entero, y que hoy, a la distancia, entiende como tesoros. «Verlos crecer es una locura. Pasan de ser personas que no hacen casi nada, a tener una charla profunda. Eso te parte».
Fotos: Gentileza Gabriel Corrado.