Sigal y Graciela se conocieron por primera vez. Una tiene 55 años y la otra, 84. La primera habla hebreo; la otra, castellano. Más allá del idioma, tienen muchas cosas en común: son madres, tienen esa mirada con un dejo de tristeza y ese dolor que llevan adentro. Se miran, se buscan, se necesitan y se complementan hasta que fusionan sus sentimientos en un abrazo inmenso.
Las historias de Sigal y Graciela conviven junto con otras historias de madres en El último abrazo, la muestra que acaba de inaugurar en la sala 706 del séptimo piso en el Palacio Libertad.
Sigal Steiner Manzuri es la mamá de Norelle Manzuri y Roya. Sus hijas estaban en el festival Nova junto a Amit, el prometido de Norelle. Los tres fueron masacrados en el fatídico sábado 7 de octubre de 2023 en Israel, el peor ataque en ese territorio realizado por el grupo terrorista Hamas que arrojó más de 1400 civiles asesinados.
Gabriela Linial es la mamá de Fabián Marcelo Furman. Su hijo tenía 30 años cuando murió en el atentado del 18 de julio de 1994 contra la sede de la AMIA, que dejó 85 muertos. Pero Adrián, su otro hijo, se salvó el mismo día que explotó el coche-bomba en Pasteur 633. Lejos de cualquier esperanza, Graciela ya no pide justicia, sino memoria.

26 retratos
La exposición fotográfica es una idea de la artista israelí Ifat Peer. Contiene 26 retratos en blanco y negro de las madres posando con un retrato de sus hijos asesinados el 7 de octubre en Israel. Debajo de cada imagen está la historia de sus hijos narrada por ellas. También hay un emotivo recuerdo sobre el último abrazo que se dieron.
La versión argentina incluye otras dos imágenes de Sofía Guterman mamá de Andrea, y Graciela Linial de Furman, mamá de Fabián, retratadas por el fotógrafo Maximiliano Vernazza. Son dos mujeres argentinas que perdieron a sus hijos en el atentado contra la AMIA. También está el de Sara Korin, mamá de Abi, víctima argentina de la masacre de Hamás, quien vivía en kibutz Holit, en la masacre del 7/10.
La muestra, que busca poner en evidencia el efecto devastador del terrorismo, es organizada por el Departamento de Emprendimientos Sionistas perteneciente a la Organización Sionista Mundial, AMIA, la secretaría de Cultura de la Nación y el Consejo Sionista en Israel, con el apoyo de la Organización Sionista Mundial, la fundación #MomToo, el Keren Kayemet LeIsrael, el Palacio Libertad y la OSA. Abierta y gratuita de miércoles a domingos de 14 a 20 en Sarmiento 151, CABA. Hasta el 25 de mayo.

Clarín conversó con Sigal Steiner Manzuri, quien llegó por primera vez a la Argentina especialmente para la muestra, y Graciela Linial, quienes contaron cómo se enteraron del desgarrador momento de perder lo mejor de sus vidas, y cómo es convivir eternamente con el dolor aunque no bajan los brazos en mantener viva la memoria de sus hijos.
–¿Qué recuerdos tiene de sus hijas antes de la masacre del 7 de octubre?
–Sigal Steiner Manzuri: Norelle y Roya estaban con Amit en el festival Nova. A las 6:30 de la mañana del sábado empezaron a sonar las alarmas. Enseguida, llamamos a las chicas para saber cómo estaban. Estaban en la región de la fiesta, recostados sobre la tierra con las manos sobre la cabeza como se acostumbra cuando hay misiles. Después de unos 10 minutos, volvimos a hablar de nuevo. Corrieron hacia el auto, lograron salir de la fiesta pero no fueron en dirección a la casa, hacia el norte. Como había un bombardeo de misiles decidieron salir del auto y entrar al refugio antibombas de la carretera. A las 7:00 entraron al refugio y a las 7:39 tuvimos la última conversación. Según los videos, a las 7:50 comenzó el ataque de Hamas: lanzaron ocho granadas adentro del refugio, entraron al lugar y le dispararon a todos. Tiraron bombas molotov para quemarlos vivos adentro. El lunes al mediodía recibimos la noticia de que habían matado a Amit, la pareja de Norelle. Pensamos que mis hijas habían sido secuestradas. El miércoles a las 8:20 de la mañana nos dijeron que a Roya la encontraron asesinada. El viernes a las 7:00 de la tarde nos dijeron que Norelle también había sido asesinada. Norelle y Amit tenían 25 años; Roya, 22. Tuvimos que enterrar tres chicos en seis días.
–¿Usted, Graciela?
–Graciela Linial: Mi dolor es similar. Mi hijo Fabián trabajaba en la sección Sepelios de AMIA. Adrián, mi otro hijo, trabajaba en la sección Personal. Los dos pasaron a la mañana por casa, en Caballito. Fabian estaba casado hacía un año y medio y vivía cerca. El día anterior al atentado estuvo mirando la final del Mundial 1994 con mi esposo. Ese lunes, mi marido y yo estábamos tomando un café y escuchando la radio. Ahí se interrumpió. El locutor dijo: “¡explotó la AMIA!”. Mis hijos estaban adentro. Tratamos de comunicarnos con ellos pero fue imposible. Entonces, fuimos directamente para allá hasta Pueyrredón pero ya no se podía seguir. Fuimos por Lavalle, que estaba repleta de vidrios, hasta Pasteur. Finalmente, llegué al negocio de mi cuñado, a una cuadra de la AMIA: me dijeron que uno de los dos estaba ahí. No sabía quién era. Estaba Adrián. Ahí empezamos a conjeturar. Todos los lunes a las 10.00, Fabián salía para Chacarita para hacer los tramites de sepelio. Empezamos a llamar a Chacarita, estuvimos en hospitales. Fue todo un día de búsqueda. A la tarde volvimos a casa sin tener noticias de Fabián. Pasó el lunes, martes, miércoles y no había noticias. Fabián apareció muerto entre los escombros recién en la noche del domingo 24 de julio. Nos avisaron esa misma noche.

–Lo que habrá sido para usted: un hijo sobrevivió y el otro, no.
–Graciela Linial: Adrián se siente muy culpable. Es más chico. En ese momento tenía 24 años. Fabián tenía 30. Era muy difícil. Se hizo el duelo en casa. Se llenó de gente. Mi hijo no tenía por qué estar ahí. ¿Por qué? Adrián estuvo 15 minutos antes con él. Luego, ese lugar se convirtió en un agujero por la bomba. Para mí, fue como una tabla de ajedrez que puso el destino a cada uno: quién tenía que estar y quién no. Siempre lo pienso de esta manera.
–Sigal, ¿cómo recuerda a sus hijas?
–Sigal Steiner Manzuri: El dolor es muy fuerte. Un día despertás a la mañana y te tiran en una montaña rusa. No hay con quién hablar porque en ese momento nadie sabía nada. Nos llevó muchísimo tiempo entender la magnitud de esta masacre. En un día para el otro perdés todo tu mundo. Norelle y Amit se habían conocido en un hotel en Buenos Aires. Se iban a casar dentro de poco. De un día para el otro te das cuenta que en vez de acompañarlos al casamiento y ser abuela de sus hijos eso ya no va a pasar. No me hago preguntas porque nadie me da respuestas. Tengo un hijo de 15 años y medio. Viajo mucho para contar lo que pasó el 7 de octubre, para que el mundo entienda qué pasó. Hablo de mis hijos, cuáles eran sus sueños y trato de cumplirle los sueños que tenían.
–¿Cuál es su deseo en este momento después de un año y medio de la masacre del 7 de octubre?
–Sigal Steiner Manzuri: Pido dos cosas: que nunca olvidemos lo que pasó el 7 de octubre en Israel, hablar de los chicos y contar sobre ellos, porque no son sólo una foto y un nombre. Lo otro es hacerle entender al mundo que lo que pasó el 7 de octubre es un crimen contra la humanidad, y no solo contra los judíos. Nosotros, como seres humanos, tenemos que volver a ser personas buenas, volver a estar unidos y en amor. Solo así se puede vivir sino no es una vida.

–Graciela, en su caso ya van 31 años que perdió a su hijo en el atentado. Usted tiene 84 años, y todavía no hay justicia. ¿Tiene fuerzas todavía?
–Graciela Linial: Lamentablemente tengo 84 años. No tengo tanto tiempo. Ya no creo en la justicia, es casi imposible, pero lo que quiero es que perdure la memoria, que no se pierda ni se olvide lo que pasó en la AMIA. Lo que dijo Sigal es lo que pienso: esto no se puede olvidar, se tiene que difundir por todo el mundo. Estuve en muchos lugares, con los familiares de las víctimas tratando de que haya justicia. Pero hoy quiero la memoria, que esto no se olvide nunca.
–La muestra se llama El último abrazo. ¿Recuerdan el último abrazo que le dieron a sus hijos?
–Sigal Steiner Manzuri: Me acuerdo que el viernes a la noche, cuando estaban por ir al festival, Norelle estaba muy entusiasmada porque iba a ir al Nova. Salió de la puerta y se olvidó de abrazarme. La llamé, salí corriendo diciéndole “Norelle, Norelle, no salimos de casa sin darle un abrazo a mamá!”. Mi hija volvió y me abrazó. Roya me abrazó antes de salir. También lo abracé a Amit y le pedí por favor que cuidara a las chicas.
–Graciela Linial: Mi abrazo fue el día anterior. Como vivo en la planta baja, todas las mañanas me levantaba y nos pasábamos los mensajes por la ventana pero ese día no me levanté. Lo lamento en el alma.
Al terminar la charla, Graciela y Sigal intercambiaron regalos. La madre argentina le regaló la lapicera que tenía Fabián cuando lo encontraron debajo de los escombros, tras el atentado. Sigal le regaló objetos de sus hijas, dibujos, una plegaria que escribió Roya cuando tenía 13 años y velas para prender en shabat. Ambas se fundieron en un abrazo que conmueve hasta estos días.
El último abrazo, sala 706 del séptimo piso en el Palacio Libertad (Sarmiento 151), de miércoles a domingos, de 14 a 20.