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jueves, marzo 13, 2025

De la hipocresía al cinismo: La transformación moral en la era digital según Paula Sibilia

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Hace tiempo que Paula Sibiliaantropóloga, docente, doctora en Comunicación por la Universidad Federal de Río de Janeiro– viene indagando acerca de las imbricaciones entre seres humanos y tecnologías digitales. Su más reciente trabajo es el ensayo Yo me lo merezco. De la vieja hipocresía a los nuevos cinismos (Taurus).

Allí profundiza en torno a como lo que se conoce como la sociedad moderna y sus preceptos entraron en un colapso tal que se ha pasado de la hipocresía que prometía libertad, igualdad y fraternidad pero no hizo más que profundizar la desigualdad, la guerra y el hambre a un cinismo tal que propone una búsqueda radical del goce y el exito personal a cualquier precio al calor del crecimiento de las nuevas derechas.

Escribe: “Desenmascarar la hipocresía burguesa era una tarea necesaria. Sin embargo, con la desertificación de esa superficie moral que se ha vuelto estéril, surgió un terreno fértil en el cual también germinaron otras hierbas. Entre ellas, un conjunto de discursos inéditos, capaces de cambiar el paisaje con una velocidad —y una virulencia— que dejó a mucha gente desorientada”.

Afincada en Brasil hace treinta años, le cuenta a Clarín que este trabajo “apunta a ciertos cambios en el plano de la moralidad. Cómo y por qué se han ido alterando los valores y las creencias que fundaron a las sociedades modernas. Esta transición ya está bastante avanzada. Hoy es posible observar muchos síntomas de esa reconfiguración del ‘suelo moral’ sobre el cual se habían edificado las instituciones, las leyes y los pactos que rigieron de modo más o menos hegemónico hasta hace algunas décadas”.

–Una de sus tesis centrales se basa en afirmar que el deseo deja de ser mal visto y se canaliza productivamente, se convierte en el combustible del capital

–Parto de la suposición de que estamos transitando hacia una nueva era, distanciandonos de los viejos tiempos modernos rumbo a una época distinta. El papel desempeñado por los deseos individuales, las maneras de interpretarlos o juzgarlos, cambió sustancialmente; y, por eso, es un buen prisma para entender esas transformaciones históricas. Las sociedades modernas tuvieron su inicio simbólico con la Revolución Francesa y su auge en los siglos XIX y XX, cuando irradiaban sus modos de vida desde las metrópolis europeas hacia el resto del mundo, con su impulso industrializador y colonizador, expandiendo globalmente sus costumbres y valores morales. Muchos estudiosos de aquella época denunciaron su impronta coercitiva. Esa cosmovisión fue criticada desde sus orígenes, con un clivaje en las décadas de 1960-70, que decantó en una mutación ya bastante clara a principios del siglo XXI. Factores económicos, políticos, socioculturales y tecnológicos intervinieron en ese complejo proceso. Pero si observamos el “suelo moral” que resultó de estos cambios, vemos que hoy se destacan valores como la autorrealización o la autoestima, por ejemplo, antes estigmatizados por asociarse a pecados como la vanidad o a la ausencia de virtudes encarnadas en el egoísmo. Si en aquellas épocas los deseos individuales debían soterrarse (o disimularse) porque eran inmorales y/o ilegales, ahora no sólo se consideran válidos, sino que además se enaltecen y estimulan. Y, también, suelen instrumentalizarse y capitalizarse de diversas maneras.

Paula Sibilia. Foto Caro Pierri.
Paula Sibilia. Foto Caro Pierri.

–La tecnología es uno de sus temas de análisis más frecuentes. De hecho, en este trabajo analiza el pasaje de lo analógico a lo digital. ¿Cuál es la cuota de responsabilidad que le cabe a la tecnología en estas transformaciones?

–Los aparatos digitales juegan un papel crucial en esta transformación. Sin embargo, no son su causa, aunque a veces puedan parecerlo. Diría que son más bien su consecuencia, ya que tanto su invención como su veloz adopción, sucedieron mucho más recientemente que el enorme cambio de fondo del cual forman parte. Es fácil detectar el surgimiento de prácticas novedosas, por ejemplo, muchas de ellas inimaginables poco tiempo atrás, si observamos los modos de interacción en las redes sociales de internet. Al ser frutos de este nuevo suelo moral, esas tecnologías ya traen incorporados ciertos valores que antes se inhibían. Por eso, incitan modos de usarlas que refuerzan esos cambios históricos, al propagar formas de vida muy distintas de las que eran habituales cuando sólo usábamos las viejas herramientas analógicas.

–En un trabajo anterior (¿Redes o paredes? La escuela en tiempos de dispersión, 2012) relacionó esto con la educación. ¿Qué observa hoy al respecto?

–Así como sucede con todas las instituciones modernas, desde el matrimonio burgués hasta la democracia, la educación formal también está en crisis. Evidentemente, el impacto en la educación es gigantesco. La dinámica escolar está demasiado impregnada por los valores modernos, hoy ya anticuados: cultura letrada, disciplina, respeto a las jerarquías, obediencia a la ley, esfuerzo a largo plazo, cumplimiento de horarios y reglas, sacrificio de la individualidad en nombre de proyectos colectivos considerados superiores, etc. Por eso no sorprende que las paredes de las aulas estén fragilizadas. No sólo porque es muy fácil atravesarlas con las redes que usamos cada vez más, que implican usos muy distintos del tiempo y del espacio, sino también porque su función y su legitimidad son atacadas desde todos los ángulos con los argumentos más variados. Tanto en mi experiencia personal como en lo que veo a mi alrededor, cada vez resulta más difícil darle sentido a esas paredes, lo cual no deja de ser un desafío interesante.

–También, respecto a la actualidad, en una entrevista reciente relacionó estos nuevos cinismos con el avance de las llamadas nuevas derechas. ¿Cómo impacta todo esto en un contexto donde gobiernan países dirigentes como Trump o Milei y donde fuerzas políticas como Vox, Kast en Chile o Bolsonaro en Brasil cobran tanta fuerza?

–Esos personajes que mencionás son especialmente ilustrativos de la transformación histórica que exploro. El “yo” hipertrofiado, su hábil manejo de la comunicación digital, la retórica agresiva sin miramientos diplomáticos, sus estrategias “post-hipócritas” al descalificar a los rivales, etc. Una posible explicación para el rotundo éxito que han tenido estos nuevos líderes de las derechas radicales en los últimos años quizás sea ésa: ellos se han adaptado más eficazmente que el resto de nosotros al nuevo “suelo moral”, por eso tienen cierta ventaja comparativa y están logrando sacarle provecho sin ningún pudor.

–También habla en el libro de un nuevo régimen de credibilidad y evidencia.

–Es otra transformación muy compleja, que acompaña y complementa estos cambios a nivel moral, elucidando fenómenos como la proliferación de negacionismos científicos y fake news, eso que se dio en llamar “posverdad”. La era moderna consolidó determinados criterios para diferenciar realidad y ficción, verdad y mentira, lo factual y lo falso. Los acuerdos con respecto a esa racionalidad consensuada eran mayoritarios. Los encargados de pautar esas verdades y verificar el uso correcto de los criterios conformaban un grupo reducido de profesionales altamente calificados: científicos, intelectuales, periodistas, artistas, estadistas. Hoy todos esos agentes sociales están bajo sospecha y han perdido legitimidad, además de su antigua exclusividad (o superioridad moral) para manifestarse en la esfera pública y definir qué está bien o qué está mal, qué es verdad o qué es mentira, etc. Acusados de haberse aprovechado de las ventajas inherentes a su elitismo hipócrita, ahora no logran enfrentar con éxito a los argumentos cínicos que pugnan por imponer su propio “régimen de credibilidad y evidencia”, siguiendo otras reglas y obedeciendo a otros parámetros. Las batallas morales y las polarizaciones ideológicas que marcan nuestro presente, las burbujas y cámaras de eco de internet, la posverdad y las fake news, entre otros fenómenos bien actuales y bastante disruptivos, forman parte de esta disputa histórica.

Paula Sibilia. Foto Caro Pierri. Paula Sibilia. Foto Caro Pierri.

–Su diagnóstico puede resultar catastrófico. ¿Es optimista?

–No veo nada demasiado esperanzador en el horizonte, para ser honesta (risas). La situación es preocupante, con grados de violencia e intolerancia que nos habrían parecido impensables hace algunos años, lo cual termina orquestando un peligroso movimiento centrífugo que repele cualquier diálogo o conciliación. Por eso, urge elaborar nuevos mapas para cartografiar este territorio alterado: que al menos sepamos dónde estamos parados, para eso el pensamiento y la escucha atenta son fundamentales. Por lo demás, cuando estalla un viejo orden, es cierto que se abren nuevas posibilidades. No vivíamos en el mejor de los mundos posibles, eso es evidente. Tampoco me parece que estemos yendo rumbo a algo más luminoso, pero estas no son las únicas opciones. La necesidad de inventar caminos alternativos se ha vuelto insoslayable. Esa quizás sea la buena noticia.

Paula Sibilia básico

  • Nació en Buenos Aires y vive en Río de Janeiro, donde es docente de Estudios Culturales y Medios en la Universidad Federal Fluminense (UFF) e investigadora de las agencias públicas brasileñas CNPq y FAPERJ.
  • Estudió las licenciaturas de Comunicación y Antropología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), una maestría en Comunicación (UFF), un doctorado en Comunicación (UFRJ), otro en Salud Colectiva (UERJ), y posdoctorados en París VIII y la UBA.
  • Es autora de El hombre postorgánico (2005), La intimidad como espectáculo (2008) y Redes o paredes (2012).

Yo me lo merezco. De la vieja hipocresía a los nuevos cinismos, de Paula Sibilia (Taurus).

Redacción

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