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martes, junio 17, 2025

De la Patagonia al mundo: la floricultura se afianza en Trevelin

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En Trevelin, florecen cada primavera miles de peonías que recorrerán otros tantos kilómetros hasta llegar a las florerías, a través de un convenio con una empresa privada. Estas flores provienen de un cultivo con distintas variedades, que ocupa una superficie de 3 hectáreas en el Campo Experimental ubicado en Aldea Escolar, Trevelin, en Chubut. Actualmente, la superficie cultivada con esta especie en la zona es de 6 hectáreas. Las peonías se exportan a destinos como Estados Unidos, Holanda o Brasil. Estas flores son fruto de más de 20 años de trabajo técnico, investigación y compromiso por parte del INTA y de los productores de la región.

El proyecto comenzó a gestarse a principios del siglo XXI, cuando INTA impulsó la introducción de rizomas de peonías como alternativa productiva para la Patagonia. “Fue una idea que surgió tras una gira por Europa, donde se vio que la peonía podía adaptarse a nuestro clima. Decidimos probar”, recuerda Segundo Bobadilla, ingeniero agrónomo del INTA Esquel, que acompaña el proceso desde sus inicios.

Con apoyo provincial y convenios con empresas como Flores Patagonia S.A., se iniciaron los primeros ensayos. La buena adaptación de la peonía lactiflora, sumada a la ventana productiva estratégica de la región, permitió proyectar la producción hacia mercados exigentes. “Holanda es el distribuidor mundial de flores. Llegar ahí fue un logro, pero también un desafío enorme”, cuenta Segundo.

La floricultura no es solo cultivo: es logística, frío, tiempo y detalle. En los primeros años, muchos cargamentos se perdieron por fallas en la cadena de frío. “La empresa con la que trabajamos bajo un convenio puso data loggers en las cajas que registraron temperaturas muy superiores. Se pudrían antes de llegar”, explica. Pero la perseverancia dio frutos: hoy, el cultivo supera las seis hectáreas, y se exporta entre noviembre y principios de diciembre, antes de que el mercado se retraiga por las fiestas.

Además de generar divisas, esta producción demanda mano de obra intensiva en tareas como el despimpollado y la cosecha. “Es trabajo delicado y manual, que genera empleo local y capacita a gente en una actividad con mucho potencial”.

El INTA no solo acompañó el desarrollo técnico, sino que fue clave en la investigación, y en la articulación institucional. A partir de los buenos resultados, se incorporaron otros cultivos ornamentales: narcisos, jacintos, iris, allium. También se organizaron jornadas nacionales de floricultura en la zona, posicionando a Trevelin como un referente nacional.

“Las flores no son solo un producto estético. Se ha demostrado su impacto positivo en la salud emocional y el bienestar. En crisis, la gente sigue comprando flores. Porque hacen bien”, concluye Segundo.

Desde la investigación aplicada hasta el trabajo en el campo, el proyecto de floricultura del INTA muestra cómo la ciencia puede echar raíces profundas cuando se trabaja con compromiso y en red. Hoy, las peonías que cruzan océanos llevan un poco del alma patagónica en cada pétalo.

Redacción

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