Jue, 20 noviembre, 2025
20.5 C
Buenos Aires

De los supuestos “hombrecitos verdes” extraterrestres a su exclusión del Nobel: el gran descubrimiento de Jocelyn Bell Burnell

A fines de 1967 una serie de señales emitidas en el espacio provocó el entusiasmo de la astrofísica británica Jocelyn Bell Burnell. Tenía en ese entonces 24 años y como física estaba haciendo su tesis doctoral en la Universidad de Cambridge, Reino Unido.

Pequeños hombrecitos verdes” (Little Green Men, en inglés) los bautizó graciosamente en un comienzo. Pero tal fuente de radiación estaba lejos de ser una civilización extraterrestre. Aquellas observaciones de los registros del radiotelescopio (distinto al clásico telescopio que permite ver el espacio) resultaron ser uno de los descubrimientos más significativos del siglo XX.

Jocelyn Bell descubrió nada menos que un tipo de estrellas hasta entonces desconocido: los púlsares. Compuestos de neutrones, estas estrellas altamente magnetizadas giran muy rápido, razón por la que su aparición se repetía cada 1’33 segundos en los papeles registrados por la joven.

Esa serie de pulsos que reaparecía cada menos de dos segundos fue un nuevo hallazgo en el universo. El trabajo sobre los púlsares (llamados así por ser estrellas pulsantes) mereció el Premio Nobel de Física en 1974. Pero no se reconoció a su autora sino que a Antony Hewish, el director de su tesis, y Martin Ryle, jefe del grupo que se encargó de la construcción del radiotelescopio.

Los “espantosos” calificativos a la científica que descubrió los púlsares

“Soy profundamente consciente de mi deuda con todos mis colegas del Laboratorio Cavendish”, expresó Hewish en su discurso de la entrega del galardón. Hacía referencia al centro de experimentos de la universidad inglesa. Posteriormente destacó a la joven Jocelyn por su “cuidado, diligencia y perseverancia”.

Sin embargo, la decisión de no haberla incluido en el galardón por su condición de estudiante provocó una gran polémica en la comunidad de las ciencias. Jocelyn, incluso, fue puesta por la prensa popular en “un rol sexualmente atractivo”, según ella misma contó.

“Apenas era calificada como científica y Anthony simplemente dejó que eso pasara. Fue espantoso”, lamentó en diálogo con New York Times en 2021. Poco tiempo después se casó y, según contó, tuvo que dejar trabajos y hasta Cambridge.

El premio de 3 millones de dólares que donó para la inclusión

De todas maneras, llegó a convertirse en la presidenta de la Real Sociedad Astronómica de Londres en 2002 y recibió decenas de premios. Uno de ellos le reconoció lo que la Academia Sueca no.

La ganadora del Premio Breakthrough donó todo el dinero recibido. Foto: Sullivan / Getty North America / AFPLa ganadora del Premio Breakthrough donó todo el dinero recibido. Foto: Sullivan / Getty North America / AFP

Fue el Premio Especial Breakthrough en 2018, el mismo que tuvo como protagonistas a su coterráneo Stephen Hawking y al CERN. La destacada astrónoma donó los 3 millones de dólares al Instituto de Física del Reino Unido -el mismo del que también fue presidenta-, con el fin de financiar la inclusión de mujeres, estudiantes refugiados y minorías étnicas.

“No quiero ni necesito el dinero para mí misma y me pareció que este era quizás el mejor uso que podía darle, dijo en una entrevista con BBC.

También reivindicó aquellos sectores: «Descubrí los púlsares porque pertenecía a una minoría y me sentía un poco intimidada en Cambridge. Era mujer y además provenía del noroeste del país, mientras que creo que todos los demás a mi alrededor eran del sur de Inglaterra».

Asimismo recibió las medallas Copley y Herschel, y dos premios de la Royal Society, además del título honorífico Comandante de la Orden del Imperio Británico.

Jocelyn Bell, de la suspensión a la graduación con honores

Jocelyn atravesó varias dificultades, entre ellas la escuela y los prejuicios de la época.

Nacida el 15 de julio de 1943 en Belfast, Irlanda del Norte, Jocelyn convivió junto a tres hermanos en un ambiente rural y religioso, aunque no dogmático. Desde pequeña demostró su interés por la lectura al estar rodeada de los libros de su padre, siendo los de astronomía los que más la fascinaban.

Fue justamente uno de los ejemplares de aquella biblioteca, Fronteras de la astronomía de Fred Hoyle, con el que se decidió a seguir la especialidad de radioastronomía. Maravillas de la vida, Hoyle estuvo décadas después en la audiencia donde sus colegas presentaron su gran descubrimiento.

Por otra parte, su progenitor participó como arquitecto en la ampliación del observatorio de la ciudad irlandesa Armagh, lugar que marcó la infancia de Jocelyn.

La astronomía cautivó a Jocelyn Bell desde muy pequeña. Foto: Sullivan / Getty North America / AFPLa astronomía cautivó a Jocelyn Bell desde muy pequeña. Foto: Sullivan / Getty North America / AFP

Sus gustos estelares estaban acompañados por el cuestionamiento a los prejuicios sociales. En la escuela primaria de Lurgon -ciudad en la que se crio-, quedó “horrorizada” al ver a los chicos yendo a los laboratorios, mientras las chicas estudiaban asuntos del hogar, cuenta un archivo de la Universidad de la ciudad de Dublín.

A los once años suspendió un examen que determinaba a qué escuela debería ir cada estudiante, lo que impidió su ingreso a una escuela con orientación científica. Sin embargo, su deseo de ir a un secundario que enseñase ciencias fue impulsado por sus padres: ingresó al colegio cuáquero para chicas Mount School, en la ciudad de York, Inglaterra.

Ese cambio la llevó a un ambiente “más liberal” y con una “mentalidad más abierta” a la que estaba acostumbrada en su pueblo, según contó en una entrevista a la BBC.

En 1965, con 22 años, se graduó con honores en la carrera de Física de la Universidad de Glasgow, Escocia. No le había sido fácil, y no precisamente por la complejidad de la materia.

Allí fue la única mujer en una clase de cincuenta personas y convivió con prácticas que calificó como “repugnantes”, como los silbidos y ruidos de sus compañeros cuando entraba al aula. “Si no hubiera tenido claro lo que quería, probablemente hubiera ido por otro camino, aseveró en la mencionada entrevista al medio neoyorquino.

Al graduarse no dejó pasar ni un momento. El mismo año comenzó a hacer su doctorado en radioastronomía en la Universidad de Cambridge, que obtuvo en 1969.

Un año antes de esa nueva consagración académica se había casado con el funcionario británico Martin Burnell. Para entonces ya había descubierto los púlsares, la fuente de radiación que emitía ondas de radio en forma de pulsos a intervalos extremadamente regulares.

Las creencias religiosas de Jocelyn Bell: Dios como hipótesis

Jocelyn Bell se separó de su pareja en 1989, de la que tuvo su divorcio oficial cuatro años después. A partir de entonces comenzó a asumir un rol administrativo en las actividades cuáqueras de las que forma parte desde muy joven.

Su fuerte sentido religioso, basado en las mismas creencias de su familia miembro de la Sociedad Religiosa de los Amigos, no le resultó un obstáculo en su labor científica. “Mucha gente piensa que los científicos no son religiosos. Y eso no es verdad, sentenció en una visita al Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA en 1999.

Para la astrofísica Bell Burnell Para la astrofísica Bell Burnell «Dios es una hipótesis». Foto: Jennings/Getty North America/ AFP

Para empezar, no cree en un “Dios creador primordial” del universo, sino en uno que “ayuda a ver bajo una luz particularmente verdadera”.

“Es una experiencia increíble llegar a apreciar la inmensidad del universo, su vastedad y su belleza, y darnos cuenta de que estamos en un planeta muy pequeño, en un universo que es bastante inhóspito para la humanidad”, dijo años atrás en el ciclo Beliefs de la BBC.

Al mismo tiempo define a Dios como “una hipótesis” y se muestra con una apertura propia de los cuáqueros. “De adolescente buscaba pruebas de la existencia de Dios, y claro, no las encontré. Poco a poco me di cuenta de que, sospecho, no estamos destinados a tener pruebas de su existencia”, afirmó.

“Sospecho que estamos destinados a actuar sin pruebas, basándonos en probabilidades, pero en última instancia, con la certeza de que no lo sabemos. Así que decidí conscientemente adoptar la hipótesis de que existe un Dios y seguir adelante con ella para ver qué pasaba. Y aún no he sentido la necesidad de abandonarla. Pero podría suceder, ¿quién sabe?”, se preguntó.

Respecto a la ciencia, consideró sumamente relevante la intuición y la imaginación. Afirmó que las ideas pueden “venir de sueños”, como el caso del químico que “soñó con una serpiente que se mordía la cola”. “Esa fue la primera molécula cíclica”, sentenció en referencia al anillo de benceno.

El sufrimiento del “síndrome del impostor” que no detuvo su carrera

Las experiencias vividas en la universidad con sus compañeros hombres y las reiteradas protestas por querer ocupar el lugar que le correspondía no fueron inocuas. Fue calificada con un fenómeno psicológico conocido como “síndrome del impostor”.

Este síndrome –reconocido por ella misma- se basa en no poder internalizar los logros ante el persistente miedo de “ser descubierto” como un “fraude”. De hecho, cuando se le entregó en 1974 el Premio Nobel al director de su tesis, Jocelyn Bell pensó que esto era comprensible por “su condición de estudiante”.

Pero ella había sido la encargada de analizar los datos de la gigante antena. Finalizados los dos años que demoró la construcción del radiotelescopio -ubicado en las afueras de Cambridge-, se dedicó a observar las señales que emitía.

Este receptor, que tenía como objetivo la observación de cuásares, lo había construido junto a otras cuatro personas y había sido financiado por Hewish. Con el meticuloso registro que llevó a cabo, logró el hito astronómico –publicado en la revista Nature en 1968- que marcó el siglo XX.

Hoy, a sus 82 años, se la recuerda por esto, sus otros trabajos como los de la astronomía de rayos X, y por sus décadas de enseñanza como docente universitaria, siendo actualmente profesora visitante en la Universidad de Oxford.

Su pasión por el cosmos la llevó a ser gerente de proyectos del telescopio James Clerk Maxwell, en Hawái, Estados Unidos, en 1986. Pasión que transmitió a quien se le acercaba, entre ellos su hijo y también físico, Gavin Burnell.

Redacción

Fuente: Leer artículo original

Desde Vive multimedio digital de comunicación y webs de ciudades claves de Argentina y el mundo; difundimos y potenciamos autores y otros medios indistintos de comunicación. Asimismo generamos nuestras propias creaciones e investigaciones periodísticas para el servicio de los lectores.

Sugerimos leer la fuente y ampliar con el link de arriba para acceder al origen de la nota.

 

San Juan: una nena sufrió graves quemaduras tras la explosión de un experimento escolar

Una estudiante de 10 años que participaba de una muestra escolar en la provincia de San Juan sufrió graves...

Crianzas violentas: uno de cada tres chicos aún recibe castigos físicos como método de disciplina en sus hogares

Según la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, de las 216.883 personas...

Las peligrosas maniobras de las Ferrari en la Ruta de los Siete Lagos camino a una exhibición que fue suspendida por el gobierno de...

"Las normas de tránsito son las mismas en todo el país, y son claras: 200 kilómetros por hora no...
- Advertisement -spot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí