Nacido en el corazón de Medio Oriente, Omar Yaghi tuvo una infancia muy dura, debido a la escasez de recursos en la que vivían sus padres.
A pesar de ello, pudo salir adelante gracias al estudio, ya que en su adolescencia y tras la insistencia de sus papás, emigró a los Estados Unidos para estudiar química.
Lo que no imaginaba entonces es que sería el padre de un descubrimiento científico que no solo le valió un Nobel, sino que también, en un futuro, podría revolucionar la humanidad.
Compartir habitación con animales: la cruda infancia de Omar Yaghi
Omar Yaghi, quien actualmente tiene 60 años, nació el 9 de febrero de 1965 en Amán, capital de Jordania, donde sus padres, a causa de la guerra en su tierra natal, Palestina, se habían instalado en un centro de refugiados.
Allí, las condiciones de vida en su infancia fueron realmente muy adversas. Junto a sus trece hermanos y sus papás, quienes no habían recibido una educación formal completa, vivían en una habitación, que también servía de corral para el ganado que criaban.
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Omar Yaghi, ganador del Nobel de Química
Según dijo en una entrevista brindada a la Fundación del Premio Tang, no contaban ni siquiera con los servicios básicos como la electricidad. Respecto al agua, recordó que existía una fuente de suministro que se ponía a disposición de los habitantes tan solo algunas horas a la semana, y que él estaba a cargo de ir a recolectar el líquido para la familia.
En aquella oportunidad, también recordó que era un niño muy curioso y que, por ello, a sus diez años, encontró un libro sobre moléculas en una biblioteca pública de Amán, lo que despertó su interés por la ciencia.
Sin embargo, en el día a día, debía ayudar a su padre, quien tenía una carnicería. El pequeño Omar se encargaba de limpiar la tienda con el objetivo de que se viera más atractiva para los clientes. Esto, para él, fue todo un aprendizaje.
«Él (su padre) me enseñó que si vas a hacer un trabajo, lo tienes que hacer bien. De lo contrario, no lo hagas», contó Yaghi en una charla a jóvenes en la Escuela Secundaria Superior de Hsinchu, Taiwán.
De Jordania a Estados Unidos: el recorrido de Yaghi hasta obtener el Nobel
A pesar de su dura realidad, la familia Yaghi quería un futuro distinto para su hijo Omar. Por tanto, cuando este tenía apenas 15 años, lo instaron a que se vaya a estudiar a los Estados Unidos.
Aunque el adolescente deseaba quedarse a estudiar y trabajar en Jordania, finalmente fue convencido y emigró hacia el país americano.
Allí, se inscribió en el colegio comunitario del Valle del Hudson, Nueva York, y logró mantenerse económicamente trabajando en cafeterías y limpiando pisos.

Luego de terminar la etapa secundaria, consiguió una beca en la Universidad de Albany, donde, al cabo de algunos años, se graduó en Química.
Sin embargo, debido al nivel de curiosidad que aún lo acompañaba, siguió con sus estudios de posgrado en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, y en 1990 se recibió en Química Inorgánica.
Tras ello, fue investigador posdoctoral en la Universidad de Harvard hasta 1992, cuando comenzó su carrera académica como profesor asistente en la Universidad Estatal de Arizona. Fue mientras trabajaba en esta institución que logró los descubrimientos que lo catapultarían a la fama en el mundo de la ciencia.
Es que en 1995, una estudiante china se le acercó con una idea: mezclar la química orgánica con los metales. A pesar de que la alumna no sabía hablar inglés y que lo que proponía ya había sido probado sin éxito por otros científicos, Yaghi la aceptó.
Un año después, gracias a su sabiduría, el jordano había logrado un hecho innovador: crear estructuras metal-orgánicas (MOF, por sus siglas en inglés.
Estos armazones de escala molecular están formados, por un lado, por átomos metálicos (como zinc, cobre o hierro) que funcionan como los “nodos” o esquinas, y, por otro, por moléculas orgánicas, los «palitos» que conectan dichos átomos.

Esta unión forma una red con muchos agujeritos, al punto de ser la estructura más porosa del mundo. Así entonces, sirve para guardar gases, filtrar sustancias, atrapar contaminantes e inclusive retener moléculas de agua.
Aunque su etapa de desarrollo aún está inconclusa, los MOF ya están siendo utilizados en varias industrias.
La prueba más sorprendente de todas la realizaron Yaghi y su grupo de colaboradores, cuando, en 2017, colocaron cajas con estructuras metal-orgánicas en el desierto de Arizona. Durante la noche, estos MOF atraparon moléculas de agua del aire dentro de sus poros y, durante el día, con la luz del sol, el material se calentaba y liberaba el agua como líquido, en un estado extremadamente limpio.
En total, el experimento logró producir unos 100 milímetros diarios de agua por kilo de MOF al día. En un futuro, quizás, los habitantes que viven en la zona en la que se crió Yaghi no tendrán que sufrir, como lo hizo él, por la escasez de agua.
Por todo, el jordano pasó a ser considerado el «padre» de la química reticular, una ciencia moderna que se basa en construir materiales uniendo moléculas como si fueran piezas de Lego, pero a nivel atómico.

La fama del científico se expandió rápidamente, por lo que fue contratado en la Universidad de Míchigan y, posteriormente, en la Universidad de California, donde hasta hoy día se desempeña como profesor de la Cátedra de Química. Además, es director fundador del Instituto de Ciencias Globales de Berkeley y codirector del Instituto Kavli de Nanociencias de la Energía.
En 2024, llegó su primer gran reconocimiento por la creación de MOF, ya que la Fundación Premio Tang le otorgó su galardón de Desarrollo Sostenible. Sin embargo, un año después, alcanzaría el premio máximo de su disciplina.
Es que el pasado 8 de octubre, Yaghi ganó el Premio Nobel de Química, junto a Susumu Kitagawa (Japón) y Richard Robson (Reino Unido), quienes también colaboraron en la investigación y desarrollo de las estructuras metal-orgánicas (MOF).
Tras ser anoticiado del hecho, el jordano brindó una rueda de prensa, en la que se acordó de sus inicios y de sus papás: «Me conmueve ver cómo mis padres refugiados dedicaron su tiempo a sus hijos y a su educación, que la vieron como una manera de salir adelante. Eso requiere un compromiso increíble. No tuvimos las comodidades que otros tenían, pero sí tuve mucho amor», resumió.