Javier Milei ha vuelto a romper pronósticos. Desde su irrupción en la política, pocos creyeron posible que el economista libertario llegara a la presidencia, según analiza una columna en el diario The Economist. Cuando lo logró, muchos auguraron un rápido desgaste.
Sin embargo, un año después de un gobierno marcado por la austeridad y las tensiones, el mandatario consiguió un nuevo respaldo en las elecciones legislativas, que fortalecen su capacidad de maniobra y reafirman su narrativa de cambio.
Según el artículo publicado en el medio británico, el desafío ahora es convertir ese apoyo en resultados concretos. Con el impulso político que otorga su victoria, Milei tiene ante sí la posibilidad de consolidar su programa de reformas más ambicioso.
Del ajuste más duro a la validación en las urnas
Los recortes de gasto aplicados por el presidente son considerados los más profundos y veloces en un país democrático con las dimensiones de Argentina. Cuando asumió, su promesa de «motosierra» sonaba más a eslogan que a política pública. Hoy, la sociedad vive los efectos de una austeridad que muchos comparan con la impuesta a Grecia tras su crisis financiera.
A pesar de ello, los votantes lo respaldaron nuevamente. Si bien la elección de medio término no modificó radicalmente la composición del Congreso, el oficialismo logró suficientes bancas para bloquear intentos de revertir sus políticas y, al mismo tiempo, avanzar con nuevas iniciativas.
Para Milei, según The Economist, esto no solo significa una validación interna: su experiencia empieza a ser observada desde el exterior. En un contexto de déficits crecientes y deudas que presionan a gobiernos del mundo desarrollado, su discurso de equilibrio fiscal gana atención internacional.
Un plan económico que busca estabilidad
Con la nueva correlación de fuerzas, Milei tiene la oportunidad de encarar la segunda fase de su programa. El objetivo es devolver al país a la «normalidad macroeconómica», un proceso que comienza, según su equipo, con la libre flotación del peso.
«Javier Milei llegó a depender excesivamente de una moneda artificialmente fuerte para frenar la inflación», señala uno de sus asesores. La reciente mejora electoral le permite, ahora, encarar una transición más ordenada. Pero el margen es corto: tras el alivio inicial en los mercados, el peso volvió a acercarse al límite inferior de su banda cambiaria.
Además de revisar el esquema cambiario, el Gobierno deberá definir una política monetaria más clara, basada en tasas de interés que contengan la inflación, y recomponer reservas internacionales. Si logra ambos objetivos, Argentina podría recuperar el acceso a financiamiento externo, un paso clave ante los 20 mil millones de dólares en vencimientos de deuda previstos para el próximo año.
Reformas estructurales y desafíos políticos
El siguiente paso será impulsar el crecimiento. Para eso, el oficialismo plantea flexibilizar el mercado laboral y simplificar el sistema impositivo. Estas medidas, sostienen en la Casa Rosada, podrían dinamizar la inversión y reforzar la credibilidad del plan económico.
Sin embargo, el éxito no dependerá solo de la economía. Milei necesita articular una coalición parlamentaria que le permita aprobar leyes, además de mantener un diálogo funcional con los gobernadores. La estabilidad política es también una señal que los inversores observan con atención.
Una reconfiguración del gabinete podría servir para mejorar la gestión y reducir tensiones con sectores del poder judicial, sindical y empresarial, que aún miran con recelo la dureza del discurso oficial.
Un legado en construcción
Milei sabe que el desafío no termina con equilibrar las cuentas. Su ambición es transformar el debate político argentino. «Argentina no se convertirá en un país normal hasta que tenga una oposición que también crea en la disciplina fiscal», repite en privado.
Si logra consolidar una economía más previsible, podría forzar incluso a sus adversarios a adoptar una visión más austera del gasto público. Pero los riesgos siguen ahí: la soberbia, el enfrentamiento constante y la falta de acuerdos podrían diluir su momento político.
Aun así, el libertario ya logró algo que parecía imposible: instalar una agenda de cambio radical en un país acostumbrado al vaivén económico. Y, por ahora, sigue desafiando las predicciones.





