Malas audiencias para El precio de… , en Telecinco, presentado por Santi Acosta, maestro de la impavidez. La última edición analizó los mecanismos de las exclusivas de la prensa del corazón –salió Mariángel Alcázar—, un concentrado de investigación que incluía pedagogía para las nuevas generaciones. Para los espectadores más veteranos, fue como revivir momentos de televisión que, más que nostalgia, te confrontan a una educación televisiva más visceral que sentimental.
El esplendor profesional de Acosta se sitúa a principios de este siglo, cuando presentaba el mítico Salsa rosa , que acogió, por ejemplo, la famosa reyerta –intercambio de insultos perfectamente coordinado– entre Julián Muñoz y Jesús Gil, fósiles fundacionales de una industria sin escrúpulos que imitaba modelos de otros países.

Gary Oldman en ‘Slow Horses’.
REDACCIÓN / Terceros
Impávidamente hiperactivo, Acosta también copresenta, con Beatriz Archidona, el programa ¡De viernes!. Hace unos días analizaron el rencor postmatrimonial de Carlo Costanzia, que hace treinta años ya era, como marido de Mar Flores, una de las cartas de este tarot disfuncional. En el programa también estaban, como colaboradoras, Terelu y Ángela Portero, que han pasado de ser jóvenes y rutilantes estrellas de los platós, a sobrevivir con desigual dignidad.
Mar Flores ha reaparecido para promocionar sus memorias que, esta semana, ha presentado en el Late show (La 1) de Marc Giró. Coherente, Giró abrió una nueva vía interpretativa: que Flores es víctima del heteropatriarcado machista y no el instrumento de una industria, que todos alimentamos, de, por decirlo en términos charcuteros, el aprovechamiento integral del cerdo.
Desde su siniestra oficina londinense, Lamb es un referente moral e higiénico de nuestro tiempo
DIETA LAMB. Empieza la quinta temporada de Slow horses (Apple TV) en dosis semanal. Una oficina de espías disfuncionales liderada por Jackson Lamb (Gary Oldman), en la esquina de Carthusian Street y Aldersgate Street, en Londres, y unos agentes torturados por traumas e inseguridades varias.
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La serie parece haber entrado en esa fase en la que se empieza a decir que “ha perdido mucho”, aunque el primer capítulo promete el mismo placer que provocaban temporadas anteriores. Ah, y Lamb mantiene su dieta autodestructiva (azúcares sobresaturados, carbohidratos, alcohol e intentos de volver a un tabaco terminantemente prohibido) y la inteligencia puñetera y sulfúrica que lo ha convertido en un referente moral –e higiénico– de nuestros tiempos.