Este mes Adrián Suar pasó de la producción televisiva y actoral a la dirección teatral, y lo hizo de la mano de Las hijas, la comedia dramática de Ariadna Asturzzi que tuvo su gran estreno en el Teatro Maipo con Mirtha Legrand y Elena Roger aplaudiendo en la platea.
Teatros Argentinos definió la obra como «imperdible», Clarín aseguró que genera un «tsunami de emociones» y La Nación la calificó como «muy buena». Buscando conocer mucho más, conversamos con Ariadna, la joven autora que está detrás del corazón de la obra.

Del set de Inmaduros al Maipo
-Me gustaría que me cuentes tu historia con Adrián Suar: ¿dónde y cuándo se conocieron?
-A Adrián lo conocí por mi trabajo de actriz en el 2023 cuando entré por medio de un casting en Inmaduros en reemplazo de Fernanda Metilli. Fue re lindo sumarme a ese proyecto porque la obra tenía un espíritu muy agradable y amistoso. especialmente gracias a que Adrián y Diego Peretti son amigos desde hace años.
-¿En qué momento le contaste que escribías?
-No fui yo (sonríe). En ese momento, en paralelo, estaba haciendo una obra mía en una sala pequeñita del Teatro del Pueblo y Diego (Peretti) vino a ver una función, y después, cuando nos volvimos a reencontrar en Inmaduros, se puso a comentar: «Fui a ver la obra de Ariadna, escribe re bien esta piba, ¡es bárbara!, no saben cómo escribe», y cosas del estilo súper generosas y elogiosas. Entonces Adrián, que siempre está atento y buscando cosas, paró la oreja y al tiempo después me dijo que le gustaría leer material mío. Entonces yo le mostré algunas cosas que tenía escritas.

-¿Cómo nace Las hijas?
-Pasó el tiempo y un día él me dijo que tenía un puntapié, una idea: la de tres hermanas con una madre con Alzheimer. «Creo que la tiene que escribir una mujer, y que con tu sensibilidad y tu estilo vos lo podés hacer, ¿te animás?». Y bueno, me animé y me pareció espectacular aunque también me dio cierto temor, porque uno siempre quiere estar a la altura.
-¿Qué te gustaría contarnos del proceso?
-Que fue muy lindo por la forma de trabajar que tiene Adrián, relacionada con que él es actor, director y creativo: le interesa estar involucrado en el proceso creativo. Así que empezamos a tener reuniones, a conversar, mientras él iba leyendo fragmentos. Fue muy, muy grato.
-Imagino que a lo largo de la gestación deben haber tenido varias modificaciones.
-Sí. Por poner un ejemplo, en un momento del proceso me di cuenta de que era mejor que la madre no estuviera diagnosticada desde el vamos porque eso iba a generar más incertidumbre, más conflicto y más cuestiones para ahondar, para preguntarse y para discutir. Me daba más juego entre las hermanas.

-¿Te inspiraste en alguna familia o en alguna persona en particular?
-Podría decirse. Yo tuve una abuela con demencia senil y vi el proceso de ella dejando de ser ella, yendo y viniendo con la memoria y con los recuerdos, reconociéndonos a veces sí y a veces no. Y esta abuela es mi abuela materna, la mamá de mi mamá y de mi tía. Entonces, también las vi a ellas teniendo que tomar decisiones. Yo era chica, pero me daba cuenta de lo que les pasaba a mi mamá y a mi tía con su estado. No me tocaba a mí tomar decisiones, y eso alivia, porque tomar decisiones a veces es muy difícil, sobre todo cuando es sobre otra persona. Así que adopté algunas cosas de esa vivencia, pero también soy muy observadora y me gusta mucho que me cuenten: escucho las experiencias de la gente y de mis amigos, y todo eso me va generando material en la cabeza. Por eso tampoco hay forma de saber al cien por ciento de dónde salió cada cosa. Es como que uno crea, tira del hilo y se va desarrollando un ovillo en el que puede aparecer de todo.
-¿Qué quisiste aportarle a cada personaje?
-Busqué lo que sentí que era lo mejor para la obra y para la historia que queríamos contar: personajes que nos iban a aportar color y emoción y darnos un recorrido sinuoso. Estas tres hermanas tenían que tener cosas en común y también características particulares y bien diferenciadas que nos permitieran mostrar distintos puntos de vista y actitudes frente a una misma situación. Después de mis primeras quince páginas de obra, Adrián me propuso que pensáramos, casi como un juego, en qué actrices podía inspirarme para escribir y con cuáles él tenía ganas de trabajar.

-¡¿Así surgieron los nombres de Julieta, Soledad y Pilar?!
–(Asiente) Hicimos un ping-pong y llegamos rápidamente a nuestras tres actrices. Al principio no sabíamos si iban a ser ellas, ya que había que convocarlas, les tenía que interesar el texto, había que ver cuestiones de agenda, etcétera. Pensar en ellas fue genial porque son actrices que obviamente conozco y admiro y tienen colores particulares y formas de actuar muy características. Como autora era muy interesante pensar en sus cuerpos, sus caras y sus voces: ese juego me sumó a la hora de crear los personajes. Por suerte, mágicamente terminaron siendo ellas, ¡y es maravilloso!
-¿Te sentís identificada con alguna de las tres?
-Con los tres personajes busqué que siempre hubiera alguien en la platea que pudiera decir «ésa soy yo, a mí me pasó eso, yo me sentí así», porque para mí lo más importante desde la escritura cuando creo personajes es generar identificación. Y lo mejor que me pueden decir es que se identificaron, que se conmovieron, que les pasaron cosas y que se vieron reflejados. Eso me parece hermoso y me da mucha alegría y satisfacción.
-La bajada del Instagram de la obra es «Cada uno tiene la madre que recuerda». ¿Hablás de tu mamá de cierto modo en la obra?
-No, no hablo de mi mamá en específico porque mi mamá está viva, es una mujer joven y lúcida, pero sí hablo de lo que creo que son los vínculos maternos con los hijos sobre todo cuando hay hermanos. Y yo tengo un hermano y reconozco que cada uno cuenta con una percepción distinta. Lo que pasa es que las madres son mujeres que mutan, distintas para cada hijo porque están en momentos distintos de su vida, aprenden y evolucionan, se transforman… Entonces me parece muy interesante la idea de que «mamá es mamá, pero es distinta para cada uno de sus hijos», y saber que, según cómo nosotros somos y las recibimos, y según cómo ellas están en el momento en el que atravesamos sus vidas, cada experiencia es distinta.

-¿Es algo que se extrapola a cualquier vínculo?
-Sí. Me parece que en general con los vínculos pasa eso, que uno según el momento de vida en el que está y según el punto de vista que tenía en el momento de lo que recuerda, puede alterar los recuerdos o puede sentirlos distinto a otro que estuvo en la misma situación, en la misma escena y con la misma persona, y verlo totalmente distinto. Eso me parece lo más rico que tenemos los seres humanos en los vínculos interpersonales: que nada es 100 por ciento de una manera. Y eso también es sanador, porque a veces que otro te diga «mirá, yo no lo veo así, yo lo viví de esta otra manera» a veces ayuda a que uno no se quede aferrado a dolores, ideas, cuestionamientos o sufrimientos. Creo que es una forma de ver la vida que puede ayudar a hacerla más liviana y transitable.
-¿Recordás qué sentiste cuando viste tu historia en el Maipo?
-¡Sí!, fue hermoso y muy emocionante, una revolución de estímulos enorme que me impactó y me dio mucha alegría y satisfacción. Me hizo sentir agradecida por la posibilidad de que tanta gente pueda ver mi obra y sentirse conmovida. La verdad es que todo el equipo de producción fue maravilloso. Adrián, por su lado, tiene una una forma tan sensible, amorosa y respetuosa de trabajar con el material de otro, que me hizo sentir espectacular. Sin ir más lejos, me invitó a formar parte de los ensayos y me hizo sentir súper incluida. Algo que no siempre pasa, porque a veces entregás el material y la producción y el director lo hacen a su manera, mientras que él fue se mostró súper sensible e inteligente, alguien que supo leer la obra y la hacerla brillar.

-¿Sabías desde el comienzo que él iba a dirigir la obra?
-No, para nada. Me lo dijo después de que terminé el texto, y para mí fue una sorpresa enorme. Me dejó impactada porque me pareció re elogioso que él eligiera mi material para dirigir por primera vez teatro. O sea, podría haber apostado por alguien más conocido. Yo tuve muchas obras en el circuito off, pero nunca había trabajado en el circuito comercial. Así que su apuesta me pareció muy generosa y elogiosa para mi material, porque entiendo que no lo hace por generosidad, sino porque le parece bueno el texto.
-Y cuando te enteraste de que Julieta, Soledad y Pilar se sumaban, y que todo iba a ser como imaginaste, ¿qué te pasó?
-¡Me sentí flotando! Te juro que la primera vez que las escuché leer y fue tomando cuerpo el texto en sus voces, me pareció mágico. Son tres actrices que admiro, que respeto y que me encantan sus carreras. Y fueron súper comprometidas. No lo dudaba, pero verlo en vivo fue hermoso.
-¿Estás trabajando en alguna próxima obra?
-Siempre estoy escribiendo y siempre hay cosas dando vueltas, pero no algo en particular que pueda adelantarte.
-Para cerrar, y para aquellos que recién te conocen, ¿qué nos podés contar de tu recorrido hasta acá?
-Que mi formación principal es como actriz. Empecé a estudiar actuación a los cinco años y a los 16 me vine a vivir a Buenos Aires. Por suerte se me fueron dando muchas oportunidades. En paralelo siempre escribí. Para que te des una idea, a los 11 años me puse a hacer una adaptación de El avaro de Molière. ¡Es que de chica era un personaje! (ríe), un gnomo que hablaba difícil. ¿Qué más? Bueno, estrené mi primera obra -y la dirigí- en Nün, un teatro del off, y después gané un premio Artei por la obra Con el alma aferrada, sobre un tanguero que vuelve de la muerte para matar a Gardel, pero llega cuarenta años tarde. Desde entonces, tengo la fortuna de que distintos directores quisieran montar obras mías, y quiero seguir así: articulando constantemente a mi actriz y a mi escritora. ¡Es que ambas me hacen feliz!
Agradecemos a Carla Lioi