Hay un rasgo que comparten muchos de los restaurantes que abrieron en los tiempos de la pandemia o durante la resaca de la misma, y que siguen vivos y avanzando. Se trata de una fortaleza añadida, como si en su día se les hubiera inoculado una dosis extra de perseverancia. Y es que arrancar tu primer negocio de restauración sin tener idea de si al día siguiente o el mes siguiente podrás abrir, o tener que ingeniártelas para ganar espacio de separación entre las mesas en un comedor con la limitación de espacio que impone el disparatado precio de los alquileres, curte. Y se nota en emprendedores que se mantienen ahí, instalados en aquella nueva normalidad de la que ya forma parte la incertidumbre.
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