Un equipo internacional de científicos descubrió en Santa Cruz, Argentina, una nueva especie de cocodrilo carnívoro del Cretácico tardío, bautizada como Kostensuchus atrox.
El fósil, de 70 millones de años, fue encontrado cerca de El Calafate, en una zona que se consolida como uno de los yacimientos más relevantes del mundo para estudiar el ocaso de la Era Mesozoica.
Un esfuerzo científico binacional para desenterrar el pasado
Investigadores argentinos y japoneses lideran el descubrimiento de una especie única.
El hallazgo fue liderado por los paleontólogos Fernando Novas y Diego Pol, del Conicet, junto a sus colegas japoneses Makoto Manabe y Takanobu Tsuihiji, de la Universidad de Tokio. El fósil incluye un cráneo completo y excepcionalmente conservado, incrustado en roca volcánica, cuya extracción demandó años de trabajo de laboratorio.
“Liberar el fósil fue una tarea ardua, pero permitió revelar una anatomía nunca antes vista”, explicó Pol, del Museo Argentino de Ciencias Naturales. “Estamos ante uno de los principales depredadores de su tiempo”, agregó.
Un cocodrilo terrestre con mandíbula devastadora
El nuevo reptil pertenece a la familia Peirosauridae, que habitó Sudamérica y África. Medía más de tres metros de largo, con un cráneo de medio metro y un hocico corto y robusto, equipado con más de 50 dientes aserrados de cinco centímetros. Su mandíbula inferior, extremadamente poderosa, le permitía cazar dinosaurios pequeños y medianos.
A diferencia de los cocodrilos modernos, Kostensuchus atrox habría tenido un estilo de vida terrestre o semiacuático, lo que le otorgaba mayor capacidad de acecho y captura.

Un nombre con raíces culturales y simbología feroz
El nombre de la nueva especie combina tres elementos:
- “Kosten”, que significa “viento” en lengua indígena local
- “Suchus”, en referencia al dios egipcio con cabeza de cocodrilo
- “Atrox”, del latín, que significa “feroz”
Este bautismo refleja tanto el origen patagónico como la naturaleza depredadora del animal.
Paleontología en tiempos de pandemia
El fósil fue descubierto en 2020, poco antes del inicio de la pandemia de Covid-19. “Cuando volvimos, nos encontramos con una ciudad desierta. Fue desolador”, recuerda Novas, quien debió permanecer aislado varios meses en El Calafate junto a su equipo.
La localización del fósil comenzó cuando el técnico del Conicet, Marcelo Isasi, detectó fragmentos oscuros en una roca, que contrastaban con el entorno. Así se identificó el cráneo y gran parte del esqueleto.
Durante el confinamiento, los científicos continuaron limpiando el fósil desde sus hogares, demostrando el compromiso del equipo con la investigación.
Una ventana al ecosistema del fin de los dinosaurios
Este hallazgo aporta una pieza fundamental para comprender la biodiversidad del Cretácico tardío y los depredadores que dominaron la Patagonia antes de la extinción masiva de hace 66 millones de años. Solo unas pocas especies de cocodrilos sobrevivieron, dando origen a las formas actuales.
La zona cercana al glaciar Perito Moreno presenta desafíos logísticos y climáticos, pero el equipo planea regresar para profundizar el estudio del ecosistema postdinosaurios.
Foto de portada: gentileza Fernando Novas (Azara).