El Gobierno salió a marcar la cancha en la discusión parlamentaria y aseguró que la reforma laboral que impulsa será «moderada», lejos —dicen— de los extremos que históricamente tensionaron el debate. La legisladora oficialista Patricia Bullrich se transformó en la principal vocera del proyecto y dejó en claro que la intención es que el Senado le dé luz verde antes de que termine el año legislativo. «Es un proyecto ecuánime, lejos de los extremos», remarcó, apuntando a una línea de modernización sin el fantasma de la flexibilización total.
Bullrich sostuvo que el texto busca actualizar un mercado de trabajo que arrastra problemas de litigiosidad y falta de certezas para ambas partes. «Es un proyecto que moderniza y genera certezas para todos, trabajadores y empresarios. Siempre terminábamos en discusiones que iban de una punta a la otra; esta vez logramos equilibrio», afirmó en El Observador Radio.
La legisladora destacó que la iniciativa incorpora nuevos institutos, entre ellos un fondo laboral para contingencias vinculadas a juicios o despidos, una herramienta que —según describió— apunta a ordenar un terreno históricamente conflictivo.
La exministra de Seguridad insistió en que la intención del oficialismo es aprobar la reforma antes del cierre del año político. «El proyecto es claro, habla de temas que se discuten hace tiempo y que pasaron por el Consejo de Mayo. Ni bien tengamos los votos, adelante, no hay mucho que esperar», expresó, dejando entrever que el Ejecutivo presiona para que la discusión no se demore ni quede atrapada en internas partidarias.
En ese frente, Bullrich reconoció que La Libertad Avanza trabaja activamente en un esquema de alianzas parlamentarias para garantizar la votación en la Cámara Alta. «Tenemos un diálogo muy fuerte con el bloque de la UCR, con el PRO y con senadores que pertenecen a provincias independientes, que no están bajo el bloque K», explicó. Según su diagnóstico, el principal obstáculo es el kirchnerismo, al que acusó de rechazar iniciativas «sin leer los proyectos» y bloquear cualquier intento de acuerdo.
Mientras tanto, el Gobierno apuesta a instalar la idea de una reforma laboral «ordenada», capaz de atraer consensos y despegarse de discusiones pasadas. La estrategia, por ahora, parece avanzar por dos carriles: moderación en el discurso y presión en el calendario. El desenlace, como suele ocurrir en el Congreso, dependerá de cuánto respaldo logre reunir el oficialismo en una Cámara Alta donde cada voto vale oro.
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