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sábado, agosto 2, 2025

Desde Nueva York a Montevideo: Juan Wauters volvió para saldar una deuda pendiente que se convirtió en disco

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Era una idea recurrente, aunque la vida de Juan Wauters transcurriera lejos. Durante la crisis de 2002 emigró con su familia a Nueva York, y desde el barrio de Queens construyó su carrera: primero como líder del grupo The Beets y luego como solista, con canciones en inglés que lo llevaron a girar por Estados Unidos y Europa. Su prestigio internacional quedó reflejado en los elogios de Pitchfork y en el reconocimiento de colegas como Jeff Tweedy, líder de Wilco, quien en una entrevista con El País lo mencionó como su única referencia de Uruguay y recordó haberlo tenido como telonero en una gira solista.

En 2019 su camino dio un giro con La onda de Juan Pablo, grabado en seis países de América Latina y cantado íntegramente en español, que incluía un candombe instrumental hecho en Uruguay. Más adelante llegaron discos bilingües como Real Life Situations (2021), con colaboraciones de Mac DeMarco y Homeshake, pero seguía latente el deseo de hacer un álbum verdaderamente local, grabado en Montevideo. Finalmente, se concretó en MVD LUV, que presentará este viernes y sábado en Magnolio Sala. Quedan entradas solo para la primera función en RedTickets, y cuestan 800 pesos.

Durante la pandemia, Wauters empezó a pasar más tiempo en Uruguay. Se instaló por un período prolongado, impulsado por el nacimiento de su hija Luisa. “A veces me pregunto por qué estoy de vuelta en Uruguay”, le dice a El País desde la mesa de un bar histórico del Centro, mientras un hombre recorre el salón vendiendo números del 5 de Oro. “Capaz lo manifesté, o capaz fue porque conocí a una persona y quiero estar con ella. No lo sé. Pero había algo personal que se debía resolver acá… y quizás también musical. Porque mi música es una representación directa de mis andanzas por la vida”.

Esa reflexión se convierte en canción en «Siempre vuelve«, la última pista del disco, donde canta: “Después de andar volando tanto, mis alas cansadas dirán que hay tiempos para volar y perderse, y también hay tiempos para regresar”.

MVD LUV explora precisamente eso. “La idea era hacer un disco montevideano, porque últimamente la vida me encuentra acá”, explica. “El que vive afuera siempre añora a su país. Piensa en la música y en los artistas. Ve todo con otra perspectiva. Porque de repente tenés a Rada sentado en la mesa de al lado, y no lo valorás tanto porque está ahí nomás. Pero cuando estás lejos, lo resignificás. Se vuelve una fantasía”.

El disco nace de ese impulso: capturar, antes de que se diluya, ese sentimiento de quien mira su tierra desde lejos, con nostalgia y admiración. “Siempre tuve la urgencia de poder expresar eso, y sentí que este era el momento justo. Quizás con el tiempo se me vaya esa sensación, porque lo cotidiano lo aplasta todo, pero lo agarré justo a tiempo”, dice.

Para eso, trabajó mano a mano con Leandro Aquistapacie, quien produjo, grabó y tocó en MVD LUV. “Quisimos hacer música que dialogara con los grandes exponentes de nuestras músicas, tratar de ponernos a ese nivel y, al mismo tiempo, ponerle nuestra estampa personal”. En el álbum, del que también participan músicos como el baterista Mateo Ottonello, hay varias canciones que remiten al estilo de Jaime Roos, Alfredo Zitarrosa, Eduardo Mateo, Hugo Fattoruso y Rada.

Hay candombe, claro, e incluso se anima a la murga. Pero Wauters tenía claro que no quería hacer una imitación: “Tenía que adaptarlo a mi lenguaje. No puedo hacer algo genérico. No puedo tomar el folclore uruguayo sin integrarlo a mi mundo”, explica. “Además, era importante para nosotros, con Leandro, hacerlo algo de hoy. Llevar todos esos estilos que amamos un pasito… no digo hacia adelante, pero sí hacia un lugar. No es que soy el abanderado de nada, pero tal vez expandir. No quedarnos dentro del círculo”.

El mundo visual de MVD LUV refuerza esa búsqueda. Wauters publicó en YouTube una trilogía de videoclips que expande el universo del disco con una historia paralela. Filmados en Nueva York y con la cineasta Lucía Garibaldi en el equipo creativo, refuerzan la idea de doble identidad que atraviesa este álbum bilingüe, con intermedios narrados en inglés.

En el primero, “If It’s Not Luv”, Wauters lava platos en un restaurante mientras su mente está en otra parte. La rutina lo aplasta hasta que algo se activa en él: deja el trabajo, agarra la guitarra y sale corriendo a la calle. Recorre varias cuadras de la noche neoyorquina tocando como si acabara de meter un gol: con alegría, con desahogo, con urgencia.

Ese escape —ese acto mínimo de rebelión— marca un punto de quiebre. La tapa del disco captura ese instante. Esas cuadras tienen algo del final de Los 400 golpes, de Truffaut: el protagonista corre hacia el mar tras fugarse de un reformatorio. En ambos casos, el trote no es solo físico: es una declaración de libertad. Un salto hacia lo desconocido.

De eso, el uruguayo que salió a recorrer el mundo con sus canciones, sabe bastante.

Dime amiga”, por su parte, muestra el choque con la realidad. Con la adorable participación de su hija Luisa, Wauters se enfrenta a la falta de dinero para comer. Entonces hace lo que mejor sabe: canta en el subte para juntar unos billetes y aportarle algo de luz a la situación. En medio de un paseo por el parque, Luisa encuentra un sobre repleto de dinero.

Así se llega a “Manejando por Pando”, que Wauters define así: “Quería mostrar cómo alguien se desvirtúa cuando tiene dinero y pierde las responsabilidades”. Por eso se junta con un amigo a recorrer las calles sin rumbo y terminan robando bicicletas para luego regalarlas. Hasta atraviesan el Desfile Boliviano de Queens, en una colorida y maravillosa escena.

El universo visual del disco tiene un bonus track: “Mutuación”, filmado en distintos puntos de Montevideo —puertas de bares, paradas de taxis, locales con anuncios pintados a mano, un puente con la Fortaleza del Cerro de fondo—. Allí, la inteligencia artificial transforma vestuarios y escenarios para acompañar la metamorfosis que sugiere la letra, que abre paso al autocuestionamiento: “Cada vez que escribí una canción, me quedaba pensando, me preguntaba si lo que estaba cantando eran cosas que todo el mundo podía entender”, canta.

Ese video también condensa una intención clave en la obra de Wauters: buscar inspiración en lo cotidiano, en eso que forma parte de la idiosincrasia pero suele pasar desapercibido. Por eso filmó el clip de “Mensaje codificado” en el Bar Universal de La Unión, junto a sus parroquianos. Por eso, en la foto que ilustra esta nota, quiere camuflarse en una postal típica de un miércoles en el Centro.

Wauters convierte el paisaje sonoro montevideano en materia prima para sus canciones. El clásico pregón de un heladero cobra otra dimensión cuando se transforma en canto murguero en “Aeropuerto”. O el grito de unos niños jugando a las escondidas en una plaza cierra “La Lucía”.

Ahora, ese deseo se materializa sobre el escenario, con un espectáculo que tendrá un guion y una banda que incluirá a músicos como Aquistapacie, Ottonello, Pancho Etchenique y Charlie, cuyo disco Microondas fue elegido uno de los mejores uruguayos de 2024 por El País. Es uno de los shows más prometedores de este fin de semana.

Y mientras afina los últimos detalles, el músico con remera de Chucky reflexiona sobre qué define su música, más allá de los géneros. “Lo fuerte de lo mío es que es un proyecto conceptual”, dice. “He tocado punk, hip-hop, lo que sea. Entonces, ¿qué es? Es conceptual. Y al ser conceptual, es libertad. Es darme el espacio para decir: puedo ir para allá sin dejar de ser yo”, asegura. “Entonces, ¿de qué se trata Juan Wauters? De darle espacio al gusto de Juan Wauters”.

Ese gusto hoy está puesto en Montevideo. Eso es lo que celebrará en Magnolio Sala. “Lo que más me emociona es participar de la historia musical de este lugar. Firmar el libro y decir: acá estamos nosotros”, dice. “Este es un aporte al paisaje sonoro de Montevideo. La canción es global, pero esta es nuestra forma de decirle al mundo quiénes somos. Disfrutemos lo que tenemos”.

Redacción

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