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domingo, abril 13, 2025

Desesperados, los ecuatorianos votan bajo el estigma de ser el país más violento de América Latina

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QUITO.- No importa por quién vayan a votar, por el presidente Daniel Noboa o por la candidata opositora Luisa González, lo primero que le sale a los votantes, cuando se les pregunta por el balotaje de este domingo en Ecuador, es decir basta a la violencia. Ya es suficiente. Basta de muertes y secuestros. Basta de asaltos y sicarios. Cada cual culpa al bando contrario, pero el problema está unánimemente al tope de la lista.

“Es un tema bien crítico. Ha sido progresivo. Uno vive el día a día con los ojos bien abiertos, cauteloso por lo que pueda pasar. En mi caso evito ir mucho a la costa, y menos con mi familia, porque es donde hay más inseguridad”, dice Danilo, un ingeniero de sistemas de 32 años, en un cruce de avenidas del moderno casco comercial de Quito.

“All you need is Ecuador”, decía una celebrada campaña turística con la que el país salió a promocionarse al mundo, y que atrajo a millones de visitantes. Seducidos por otras ventajas, se diría que quienes mejor escucharon el mensaje fueron los narcos. De Colombia, de México, ahora también de Albania, lo último en expertise criminal.

Se saltearon las Galápagos, la selva del Amazonas, las artesanías indígenas y las iglesias coloniales. Fueron directo a la costa, a los puertos, de donde contrabandeaban inmensos alijos de droga colombiana metidos en contenedores de cualquier otra cosa y despachados al mundo.

Soldados ecuatorianos hacen guardia junto a un vehículo blindado mientras Ecuador restringe el ingreso de extranjeros en el puente internacional de Rumichaca en la frontera entre Ecuador y Colombia en Tulcán, Ecuador. (Photo by Reicarmyr CANIZARES / AFP)REICARMYR CANIZARES� – AFP�

El crimen organizado creció, se expandió, y así Ecuador encara el balotaje presidencial con la inseguridad como tema central. Por mucha distancia. Como irónico contraste con aquella convocatoria a los turistas del mundo, el gobierno de Daniel Noboa decretó el cierre de fronteras durante este fin de semana, y el estado de excepción en seis provincias.

Fue en la costa donde la criminalidad afirmó su autoridad, sociedades de narcos extranjeros y bandas locales, para ir expandiéndose rápidamente, en menor escala, por el resto del país. Quito es una ciudad mucho más tranquila, pero va despertando a la realidad de que también la están metiendo en problemas. Sobre todo en determinados barrios.

“No se sabe mucho pero en Quito hay una pelea por el control de la distribución interna de la droga, y me imagino que son también los que controlan las extorsiones, que aquí se llaman ‘vacunas’, más que nada al comercio informal y a los minoristas”, dice Marlon Rocha, un taxista de 29 años, que señala barrio por barrio los más entrampados en las redes delictivas.

“Se están centrando en las personas populares, los mercados, los negocios pequeños, los están amedrentando de manera de que paguen una cuota semanal, qué sé yo, de 50, de 60, de 100 dólares. Si usted no paga, pueden hacer atentados de bombas, pueden matarlo. Por eso mucha gente ha cerrado algunos negocios”, añade.

Los datos oficiales y otras entidades confirman estas impresiones. Según la organización Insight Crime, Ecuador se posiciona como el país más violento de América Latina, con una tasa de 38 homicidios por 100.000 habitantes. También se conoció este dato, más directo y visceral: matan a una persona por hora. La estrategia de militarización de Noboa, pese a un arranque promisorio, no termina de cerrar.

Las piernas de un hombre desmembrado sobresalen de una bolsa en la calle donde juegan niños y deambulan perros en el barrio Colinas de La Florida en Guayaquil, Ecuado (Foto AP/Rodrigo Abd)Rodrigo Abd – AP

“El gobierno ha dado una respuesta unidimensional a una realidad compleja y multicausal que no tiene soluciones rápidas. No es posible reducir de forma sostenible la violencia criminal a partir de una única herramienta como la militarización casi permanente del orden público”, dijo a LA NACION Laura Lizarazo, analista de Riesgo Global de la consultora internacional Control Risks.

Son miles las víctimas anuales a manos de bandas con nombres que más bien parecen grupos de música tropical: los Tiguerones, los Choneros, los Lobos, los Lagartos. Las bandas se dividen y se expanden, y pelean entre ellas por el control del negocio y el dominio territorial. Es una competencia libre, donde gana el que mete más balas. La expansión es permanente y se van desarrollando nuevos delitos. Un Silicon Valley del crimen.

El día a día, en las zonas más golpeadas por la delincuencia, es casi insostenible. Como la ciudad de Guayaquil, cuyo puerto ha sido una atracción irresistible para los narcos. De ahí en más, los delitos se multiplicaron, como cuenta Jonathan Ramírez, un contador de 39 años que se mudó ahí hace dos años.

“Puede pasar cualquier cosa. En realidad uno sale diciendo: ‘Ojalá que no me roben, ojalá que no me hagan nada’. Yo en Quito caminaba mucho, me gustaba caminar, pero en Guayaquil dejé de hacerlo. Casi nadie camina. Porque escuchan una moto y todo el mundo sale corriendo, las motos paran y roban. Si uno toma un taxi en la calle, le pueden hacer el secuestro exprés. Y todos te dicen que si tomas el ómnibus, depende de qué línea sea. Se suben tres, cuatro tipos, con pistola roban a todo el ómnibus y se bajan”, describió.

Ya en el lugar de destino comienzan a confluir las historias, la crónica policial: “Uno llega al trabajo, llega una compañera y dice: ‘Me acaban de robar’. Y otro viene y dice: ‘Balearon a una persona aquí afuera’“.

Mateo Pablo, docente, politólogo y también residente en Guayaquil, dice que no basta con dejar la billetera o el teléfono en casa para estar a salvo. Ni siquiera esa táctica despojada, minimalista, sirve de ayuda.

“La sensación es que ya no se trata solamente que te asalten. No sacas nada, digamos, no llevando el celular a la calle o no llevando efectivo. Muchos crímenes no son aleatorios, son ‘enganchados’. Te secuestran en la calle y te ‘perfilan’, toman tus datos y te obligan a pasarles cinco contactos. Esa información es la que les sirve, para ver a quién asaltar, a quién extorsionar”, explica.

Pablo se siente mal por el feedback que recibe de sus conocidos en el exterior. “No me da bronca pero sí tristeza, porque yo tengo amigos, por ejemplo, en Japón, tengo amigos en Estados Unidos, tengo amigos incluso en Filipinas, que es un país que también está en vías de desarrollo y tiene sus dificultades. Cuando hablo con ellos, lo primero que me preguntan es qué está pasando en Ecuador. Eso duele”.

Lorena Flores, que vive con su marido en un complejo residencial en Guayaquil, se siente encerrada. El crimen organizado la fue aislando. Ya casi no sale, nada de vida social, de salidas que no son imprescindibles. Y si sale, tomar un taxi está descartado, fuera de discusión, después de haber sido víctima de un secuestro exprés años atrás y de casi sufrir otro hace poco, cuando se dieron cuenta de que tomaron un desvío de la ruta conocida y forcejearon con el conductor hasta obligarlo a retomar.

El enemigo, el monstruo, como en las películas de terror, puede acechar puertas adentro. “Mi percepción de inseguridad se basa básicamente en que no sabes quiénes son los vecinos que están al lado. Te cuidas mucho de la gente, eso es como un pequeño miedo de que no sabes quién está viviendo al lado tuyo. Te das cuenta en el ascensor, ves gente de aspecto sospechoso. Eso también pasa, por ejemplo, en Samborondón, un sitio exclusivo donde viven varios conocidos míos y claro, viene la policía y se lleva a un vecino que era narco”, relata.

En Samborondón se dio recientemente un sonado caso del crimen organizado. Sujetos vestidos con ropa similar a los militares irrumpieron en un conjunto habitacional y mataron a cuatro personas mientras estaban en sus casas. ¿Serían acaso narcos rivales? Como sea, los desconocidos se las arreglaron, con solo disfrazarse, para superar las medidas de seguridad del complejo y encarar a sus víctimas.

Es cierto que la estrategia del gobierno de Noboa ha dado con detenciones de cabecillas y otros logros. Pero solo parciales. ¿Entonces qué necesita Ecuador? Como dicen los especialistas en seguridad, como Lizarazo de Control Risks, hacer más de lo mismo, lanzar soldados a la calle como estrategia central, dará los mismos resultados.

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