He leído en la prensa un largo inventario de descalificaciones vertidas sobre la serie El mal invisible (TV3, lunes noche), del todo infundadas y exageradas. El actor David Verdaguer interpreta a un mosso d’esquadra machista y expeditivo con trazas de aporofobia y xenofobia. Y su pareja laboral es una agente (Àngela Cervantes) muy cumplidora y legalista. Una noche, sobre un capó, se entregan a una ardiente cópula… que alguien graba en un móvil: es una de las tramas, trenzada con la principal, la investigación acerca de un asesino en serie que está matando a personas sin techo en las calles de Barcelona durante las noches del confinamiento. La serie transmite la desolación de aquella Barcelona entre el 14 de marzo y el 21 de junio del 2020: ¿la recuerdas?
Prohibir el libro sobre Bretón es un regalo que se le hace al asesino, como si temiésemos sus demenciales argumentos
‘EL ODIO’. Ha despedido esta semana Gemma Nierga su estupendo 59 segundos (La 1, miércoles noche) con el asunto del libro – El odio– sobre el filicida Bretón. Mi colega Santi Tarín –medio siglo escribiendo de casos criminales– ha dicho que prohibir un libro es mala idea, una pedrada más contra la libertad de expresión (la madre de las restantes libertades): estoy de acuerdo. En nombre de lo que sea, prohibir un libro nos aboca a la oscuridad, a la mudez del intelecto y al silencio del alma. No se me ocurre qué bien superior puede justificar la censura, el mutismo impuesto, el silencio bajo pena contra la palabra libre y la creación literaria. ¡No hay bien superior a la palabra libre! Y dicho esto, iré más allá: prohibir este libro –El odio– es ponerse de parte del asesino Bretón. Sí: al prohibir la distribución de este libro, la editorial (Anagrama) nos sugiere que quizá alguno de los argumentos –enfermizos, desvariados, malévolos y psicopáticos– de Bretón quizá pudiese convencernos de que alguna razón tiene y no es tan malo, de que quizá alguna culpa tenga la madre de los niños asesinados, como el asesino pretende. Si Bretón aspira desde ese libro a convencernos de tamaña locura, censores, ¡dejad que se estrelle a solas! Si prohibís el libro, brindáis a Bretón el beneficio de la duda y decís que le teméis, regaláis una posibilidad de veracidad a su discurso insostenible. No hay ningún argumento que redima la bestialidad del monstruo Breton. Y, si no hay duda acerca de esto…, apartar el libro es favorecer al monstruo y es encubrir su definitiva sinrazón. – @amelanovela