La fase profunda del sueño se acorta y los despertares se vuelven más frecuentes y tempranos; esto reduce la eficiencia del descanso y puede tener consecuencias en la salud.
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Redacción El País
A medida que pasan los años, muchas personas comienzan a dormir peor y asumen que se trata de algo inevitable. Sin embargo, descansar mal no es una consecuencia directa del envejecimiento. Lo que sí ocurre es que el sueño se transforma: su estructura, su duración y hasta los horarios de descanso sufren variaciones naturales.
Son varios los factores que influyen en el sueño de las personas mayores. La falta de luz natural, la soledad, el dolor crónico, los trastornos del ánimo y la inactividad física son algunos de los principales enemigos del descanso. Todos ellos pueden alterar el ritmo circadiano, es decir, el reloj biológico que regula los ciclos de sueño y vigilia.
Otro problema es el uso continuado de medicamentos para dormir, ya que su consumo prolongado puede volverse contraproducente. Las personas mayores que viven en residencias geriátricas —donde los horarios suelen ser rígidos y los estímulos escasos— tienden, además, a sufrir más somnolencia diurna e insomnio nocturno.
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Después de los 60, el descanso suele volverse más superficial. La fase profunda del sueño se acorta y los despertares se vuelven más frecuentes y tempranos. Esto reduce la eficiencia del descanso y, en muchos casos, se agrava por molestias físicas como el dolor osteoarticular o la necesidad de levantarse durante la noche.
Lo cierto es que dormir mal no solo genera cansancio. En personas mayores, puede afectar el corazón, la memoria, el ánimo y el control de enfermedades crónicas. También aumenta el riesgo de caídas y puede interferir en procesos como la pérdida de peso o el manejo del estrés.
Por eso, los expertos recomiendan no normalizar señales como ronquidos fuertes, somnolencia diurna excesiva, apneas o insomnio persistente. Cuando el sueño deja de ser reparador o interfiere con la vida diaria, es momento de consultar a un especialista.
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Hábitos que ayudan a descansar mejor
Dormir bien no depende solo de la edad, sino también del estilo de vida. Estas son algunas de las pautas que se sugieren para mejorar la calidad del descanso:
- Mantener horarios regulares para dormir y despertar.
- Exponerse al sol por las mañanas para reforzar el reloj biológico.
- Llevar una vida activa, con ejercicio moderado.
- Hacer siestas breves, de no más de 30 minutos.
- Evitar el uso prolongado de medicamentos para dormir.
- Reducir la cafeína y el uso de pantallas antes de acostarse.
- Procurar un ambiente tranquilo, con una temperatura confortable y poca luz.
Dormir bien no es un privilegio de la juventud: es una habilidad que se puede preservar y entrenar. Con atención, rutina y pequeños cambios, el descanso puede seguir siendo reparador en cualquier etapa de la vida.
En base a El Tiempo/GDA
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