Partió del altiplano boliviano bajo un cielo despejado, con rumbo sur y una carga que valía millones. La avioneta, de matrícula boliviana, atravesó las fronteras invisibles del aire rumbo a la Argentina, surcando montes y valles que separan a Bolivia de Salta, hasta internarse en los límites difusos del narcotráfico transnacional. En su interior, los pilotos —dos hombres que horas más tarde serían detenidos— llevaban 364 kilos de cocaína cuidadosamente embalados, una mercancía silenciosa destinada a continuar su viaje por tierra hacia los grandes centros urbanos del país.
Pero el destino quiso que el vuelo terminara abruptamente en el paraje San Felipe, una localidad rural cercana a Rosario de la Frontera, ubicada a menos de 50 kilómetros de la frontera con Tucumán. Allí, entre las sombras de los algarrobos y los cañaverales, la aeronave intentó aterrizar en una pista clandestina abierta entre los campos, y el silencio del atardecer se quebró para siempre.
El siniestro en los campos del sur salteño
Eran cerca de las seis de la tarde cuando los vecinos de la zona escucharon un rugido metálico y un golpe seco, seguido de una explosión. La avioneta, al descender, impactó contra un automóvil Volkswagen Gol Trend que se encontraba estacionado al costado de la pista, aparentemente de apoyo, provocando un incendio que consumió en pocos minutos tanto el vehículo como parte de la aeronave.
El fuego se elevó como una llamarada visible desde varios kilómetros. Cuando los primeros efectivos llegaron al lugar, hallaron un paisaje de destrucción: el fuselaje humeante, trozos de metal retorcido, y un olor químico que no tardó en delatar la verdadera naturaleza de la carga. Dentro de la aeronave no había nadie. Sin embargo, los peritos hallaron bolsas plásticas negras repletas de paquetes rectangulares de cocaína, con un peso total inicial de 136 kilos.
Entre los restos también se encontraron dispositivos de GPS y una antena satelital, ambos de origen boliviano, que confirmaban la procedencia y sofisticación del vuelo.
La primera coartada y los rastreos inmediatos
La investigación quedó bajo la dirección del fiscal general Eduardo Villalba, de la Unidad Fiscal Salta. Apenas se conoció el siniestro, dispuso un amplio rastrillaje en la finca y un operativo cerrojo en las rutas provinciales que rodean Rosario de la Frontera.
“Fue clave la inmediata implementación del operativo cerrojo en las rutas”, aseguró Villalba. “Así logramos detener al segundo sospechoso”.
El primer detenido fue el propietario del automóvil siniestrado, quien, al ser interrogado, intentó desligarse del hecho. Alegó que minutos antes del choque le habían robado el vehículo en un asalto perpetrado por cuatro sujetos armados. Sin embargo, su relato pronto comenzó a mostrar fisuras.
Mientras tanto, las fuerzas de seguridad —Policía de la Provincia, Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) y Gendarmería Nacional— desplegaban un operativo conjunto para cubrir la zona. Con el apoyo de maquinarias rurales, incluso un tractor, comenzaron a mover los restos de la avioneta y del auto calcinado para continuar con la inspección.
La segunda sorpresa: la droga enterrada
La tarde se apagaba cuando un grupo de efectivos que peinaba el terreno encontró algo más. En un sector alejado de la pista, enterrada cuidadosamente bajo tierra, apareció una segunda carga. Eran más de 228 kilos de cocaína ocultos en ladrillos marcados con la inscripción “Prada”, una marca conocida por los peritos especializados en narcotráfico.
El hallazgo elevó el total de droga incautada a 364 kilos de cocaína de alta pureza, uno de los cargamentos más grandes detectados en la región en los últimos años.
Uno de los peritos informó al fiscal Villalba que esa marca “Prada” está asociada a envíos del cartel de Sinaloa, en México, lo que vinculó la operación con una posible red internacional de tráfico.
Los pilotos bolivianos
Mientras los peritos continuaban con las tareas en la finca, la fiscalía avanzaba con líneas de investigación paralelas. Gracias a testimonios y a los registros de movimiento en la zona, lograron identificar a dos hombres que habrían abandonado el lugar poco después del siniestro.
A última hora del día, ambos —pilotos de nacionalidad boliviana— fueron detenidos en la terminal de ómnibus de Rosario de la Frontera, en un operativo coordinado por la Policía de la Provincia, bajo directivas del Ministerio Público Fiscal. Eran dos hombres de acento extranjero, aspecto cansado y ropa sencilla. Habían intentado pasar inadvertidos, confundidos entre los viajeros de la noche, quizás esperando tomar un colectivo hacia el norte o hacia Tucumán, cualquier dirección que los alejara del ruido de los helicópteros y de la tierra que ardía en la finca. Con esas detenciones, el número total de aprehendidos ascendió a cuatro personas.
La jueza federal de Garantías N°2, Mariela Giménez, intervino en el expediente y autorizó todas las medidas solicitadas por la fiscalía, incluyendo los allanamientos, la preservación de la escena y el traslado del material incautado.
Al cierre de la jornada, el fiscal Villalba expresó su reconocimiento al trabajo conjunto entre las fuerzas intervinientes. “Cada una actuó en su ámbito de competencia, lo que nos permitió reunir pruebas decisivas”, señaló.
El fiscal evitó brindar precisiones sobre los avances de la causa, aunque confirmó que existen elementos suficientes para seguir la investigación y que se trabaja para identificar a otros involucrados. “Por ahora mantenemos en reserva algunos datos”, indicó.
Nuevas rutas del narcotráfico
El caso de Rosario de la Frontera no se explica de manera aislada. En los últimos meses, los investigadores federales y las autoridades provinciales han advertido un corrimiento de las rutas del narcotráfico hacia zonas donde los radares nacionales no tienen cobertura completa, como los departamentos del sur salteño.
En diciembre pasado, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich había lanzado el Operativo Güemes, destinado a reforzar el control en los pasos fronterizos del norte de Salta, límite natural con Bolivia. Pero a medida que los controles se intensificaron, los grupos criminales buscaron nuevas vías de ingreso, trasladando sus vuelos hacia áreas rurales menos vigiladas, como Rivadavia, Anta, Metán, Rosario de la Frontera, La Candelaria, Guachipas, Cafayate y San Carlos.
“Estamos atentos a todo lo que ocurre en el NOA”, explicó Jorge Dib, secretario de Lucha contra el Narcotráfico de Tucumán. “Lo importante es que hay una decisión política de combatir el narcotráfico. Por esa razón el gobernador (Osvaldo) Jaldo anunció que reforzaría el Operativo Lapacho con recursos humanos y tecnológicos”, comentó.
Las cifras respaldan esa preocupación. Según los informes oficiales, los decomisos de cocaína aumentaron de forma drástica en provincias que antes eran consideradas de paso: Tucumán registró un crecimiento del 500%, Santiago del Estero duplicó sus cifras y Catamarca tuvo un aumento superior al 4.000% respecto de 2024. En cambio, Salta apenas mostró un incremento del 10% y Jujuy registró una baja del 30%, lo que refuerza la hipótesis de un desplazamiento hacia el sur.
Una red que no terminó de caer
El hallazgo de 364 kilos de cocaína en el corazón del sur salteño no fue sólo un golpe al tráfico aéreo: fue una señal del grado de planificación y recursos de las redes que operan entre Bolivia y Argentina. La avioneta con GPS satelital, los pilotos bolivianos, la pista improvisada en una finca sin alambrado y el enterramiento de parte de la carga conforman las piezas de un engranaje criminal de alta precisión.
Mientras los restos de la aeronave y del vehículo permanecen bajo custodia judicial, los investigadores continúan reconstruyendo el itinerario del vuelo: desde los cielos bolivianos hasta su caída en los campos de San Felipe, donde el silencio rural fue roto por el fuego y el estruendo de un crimen transnacional.
El fiscal Villalba mantiene el expediente en reserva, aunque dejó entrever que las pruebas obtenidas podrían conducir a una red mayor de financistas, transportistas y contactos locales.
“Esto no fue un hecho aislado”, reconoció una fuente judicial. “Lo que cayó en Rosario de la Frontera fue sólo un avión… pero detrás de ese vuelo hay una organización que sigue volando sobre el norte argentino”.





