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jueves, agosto 21, 2025

Día del Fotógrafo: homenaje a Sara Facio, la mujer que inmortalizó la ciudad en imágenes

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A un año de su partida y en el Día del Fotógrafo, Sara Facio, la fotógrafa que inmortalizó el alma de Buenos Aires, revive en el recuerdo de Graciela Romero, presidenta de la Fundación Walsh-Facio. Entre memorias, imágenes y legado cultural, una vida contada desde la intimidad y el compromiso.

El 18 de junio de 2024, Buenos Aires perdía una de sus miradas más nítidas y sensibles. Sara Facio, nacida en San Isidro en 1932, había retratado durante más de seis décadas el pulso de una ciudad, sus rostros y sus contradicciones. Fotógrafa, editora, curadora, militante cultural y figura clave en la historia visual del país, su legado continúa latiendo en imágenes que no solo capturan un instante, sino que lo convierten en conciencia.

El 27 de mayo, la Fotogalería del Teatro San Martín adoptó oficialmente el nombre de Sara Facio. Fue un gesto simbólico, profundo, de esos que marcan algo más que una consagración: la inscripción definitiva de una mirada en la piel de la ciudad que supo retratar como nadie. Para muchos fue un homenaje institucional; para quienes la conocieron, una emoción difícil de explicar. Una de esas voces es la de Graciela Romero, presidenta de la Fundación María Elena Walsh-Facio, amiga entrañable de Sara durante cuarenta años y heredera ética de una obra y un modo de estar en el mundo.

Una amistad eterna

“Sara, se cae todo”, le dijo Graciela una semana antes del 18, mientras miraban juntas la televisión. La respuesta, fiel al tono de lo esencial, fue inmediata: “Todo, menos nuestra amistad, que cada vez es más grande”. En 2024 cumplieron cuatro décadas de una relación fundada en la admiración mutua, las diferencias sinceras y una lealtad que, como diría más tarde Graciela, “fue de otro reino”.

Muestra de Sara Facio en 2018. Foto: David Fernandez.Muestra de Sara Facio en 2018. Foto: David Fernandez.

El vínculo comenzó en 1984, en la editorial Hyspamérica, donde Romero trabajaba con Félix Luna en Nuestro Siglo, una colección en fascículos sobre la historia argentina. María Elena Walsh dirigía en la misma editorial Veo Veo, una enciclopedia infantil.

Un día, Sara —que acompañaba a María Elena— fue invitada a recorrer el archivo fotográfico del proyecto. Allí encontró una imagen que reconoció de inmediato. “Había una foto mía. Y la iban a publicar sin ponerle el crédito”, reclamó, entre seria y divertida. Graciela le explicó que la imagen provenía del Archivo General de la Nación y que jamás la hubieran publicado sin su firma. Pero Facio no aceptó explicaciones: ese recuerdo se fijó, como tantos otros en su memoria, “grabado a fuego”.

“Desde entonces, salvo algún enojo pasajero, no dejamos de vernos más”, contó Graciela. Poco tiempo después, Facio le presentó a Walsh. “Fuimos con mi pareja de entonces a la casa de las dos, en Scalabrini Ortiz. Desde entonces, también con las idas y vueltas de cualquier vínculo, tuve la dicha de contar con dos amigas”.

Con la partida de María Elena, Sara recogió su filosofía y propuso fundar un espacio que acercara los bienes culturales a quienes no tenían acceso. “Ahí empezamos a hacer de la difusión de su obra el horizonte de nuestras vidas”, dijo Graciela. El proyecto no se quedó en las buenas intenciones: impulsaron cortos cinematográficos, colaboraciones con escuelas de todo el país, iniciativas educativas, premios, encuentros con escritores y músicos. Facio pensaba cada acción como una forma de extender la ética de Walsh a la vida social y cultural.

Poco a poco, Sara fue cediendo el timón de la Fundación a Graciela. En un homenaje de la Legislatura porteña, Facio lo dijo con emoción: “Ya me puedo ir tranquila porque tengo quien me reemplace”. En 2023, el equipo propuso que su nombre se incorporara formalmente al de la Fundación. “Ella, que me venía explicando su respeto por no tocar siquiera el mundo de María Elena, comprendió la sinceridad y la justicia de la propuesta”, recordó Graciela.

Es imposible pensar la vida de Buenos Aires entre los 60 y los 80 sin las fotografías de Sara. Allí hay rastros de nuestra identidad». Con esa certeza empieza Graciela a evocar la obra de su amiga. La muestra Buenos Aires, mi ciudad y mi gente, que curó en su honor, volvió a poner en circulación una serie de imágenes clave para comprender no solo la mirada de Facio, sino la sensibilidad de una época.

Muestra de Sara Facio en 2018. Foto: David Fernandez.Muestra de Sara Facio en 2018. Foto: David Fernandez.

Ya en los comienzos de su carrera, junto a su entonces socia Alicia D’Amico, eligió retratar la ciudad. En 1968, con textos de Julio Cortázar, publicaron Buenos Aires Buenos Aires, donde aparecía una galería de personajes que la fotografía argentina no había retratado hasta entonces con tanta nitidez y humanismo.

El libro, publicado por el sello Sudamericana se constituyó, rápidamente, en una de las obras gráficas más importantes de la literatura argentina y un testimonio visual y textual insoslayable que retrata la ciudad de aquellos tiempos.

“Tal vez fue la primera fotógrafa que entendió que la clave de una ciudad está en su gente”, dijo Romero. Facio caminaba con tres cámaras al hombro, abordando con decisión a los protagonistas de cada escena. “No robaba fotos. Las construía”, repetía. Siempre insistía en que el único paisaje que le interesaba era el humano.

La ciudad vibraba en sus imágenes: la violetera de la calle Florida, Borges en su despacho de la Biblioteca Nacional, una mujer en un conventillo secando su zapato después de una inundación. Incluso los ritos políticos estaban atravesados por esa mirada estética y comprometida. En Los muchachos peronistas, fotografía tomada durante los funerales de Perón en 1974, no hay solo un registro: hay un vínculo. “Ese dolor no lo retrató. Lo construyó con los retratados. Por eso esa foto se volvió canónica: no es estética ni periodismo. Es siendo”, explicó Graciela.

Barrios retratados

La muestra reciente propuso una relectura de esas imágenes, agrupadas por barrios, y desplegadas en los mismos lugares donde fueron tomadas. “Las fotos salieron a buscar a su gente. Volvieron a hablar donde nacieron”, dijo. En ese gesto se cifraba una poética profunda: devolverle a la ciudad los rostros con los que alguna vez se pensó.

Muestra de Sara Facio en 2018. Foto: David Fernandez.Muestra de Sara Facio en 2018. Foto: David Fernandez.

Cuando le preguntaban a Facio sobre su posición feminista, sonreía. No hacía falta explicarlo: su recorrido lo decía todo. “Vivió su época con compromiso. No sólo tomó la cámara: comprometió su cuerpo, su lenguaje y su condición de mujer”, señaló Romero.

Facio no fue complaciente. Su obra tuvo una potencia ética y visual incuestionable, incluso temida. Graciela lo resume así: “Sara fue temida a veces por su rotunda personalidad y sus respuestas sin censura. Pero quienes compartimos su camino sabemos lo que es estar protegidos por una lealtad de otro mundo».

Hoy, sus fotografías siguen siendo su casa, su gente y su ciudad. Buenos Aires no sería la misma sin su ojo afilado, sin su sensibilidad que nunca fue neutra. El homenaje que lleva su nombre en la Fotogalería del San Martín no clausura un recorrido: lo expande. Como si en cada imagen se escuchara todavía su frase más simple, más honesta, más rotunda: “Esta es mi ciudad. Esta es mi gente. Es la que admiro. Es la que me gusta».

Redacción

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