Cada segundo sábado de mayo se conmemora el Día Mundial de las Aves Migratorias, una jornada de concientización global sobre la importancia de proteger a las especies que cruzan fronteras y ecosistemas en busca de condiciones óptimas para su supervivencia. En la Patagonia argentina, los cauquenes —también llamados avutardas— son un emblema de estas migraciones, aunque su futuro es incierto: están amenazados y, en algunos casos, en grave peligro de extinción.
Estas robustas aves pertenecen al grupo de los patos, gansos y cisnes. Su nombre científico, Chloephaga, deriva del griego y significa “comedores de pasto”, una alusión directa a su dieta herbívora. En la región patagónica se pueden observar tres especies: el cauquén común, el cauquén real y el más comprometido de todos, el cauquén colorado.
“El cauquén colorado está en peligro de extinción y es muy difícil de avistar debido a su escaso número poblacional”, explica Laura Agüero, investigadora del CESIMAR-CONICET.
Estas aves crían a sus pichones en el extremo sur de Argentina y Chile, y luego inician una migración que puede alcanzar los 4.000 kilómetros anuales. Durante los meses de abril y mayo, se trasladan hacia el norte de la Patagonia y el sur de la provincia de Buenos Aires para pasar el invierno. En agosto y septiembre, emprenden el regreso a sus áreas de reproducción.
Aunque no forman colonias para anidar, los cauquenes migran en grandes bandadas, muchas veces integradas por diferentes especies. En sus desplazamientos, hacen paradas estratégicas en zonas llanas y abiertas con vegetación baja, ideales para alternar el descanso y la alimentación, siempre bajo la atenta vigilancia del grupo ante posibles depredadores.
En tiempos donde la pérdida de hábitat, la caza ilegal y la expansión agrícola amenazan su supervivencia, el Día Mundial de las Aves Migratorias invita a reflexionar y actuar para preservar a estas viajeras incansables del sur.
O.P