Cuando Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) habló de “estupidez” no se refería a la carencia de inteligencia ni al insulto, sino a la ceguera moral que hace a la persona incapaz de distinguir entre lo bueno y lo malo, la verdad y la mentira, la justicia e injusticia.
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11 de octubre de 2025 09:40
Por Gonzalo Cáceres – periodista
Este teólogo luterano alemán, ejecutado por resistir al nazismo, dejó una frase perfectamente aplicable a nuestro tiempo: “La estupidez es un enemigo más peligroso que la maldad”.
CONTEXTO
El diagnóstico de Bonhoeffer surgió en un momento de oscuridad. Alemania se había dejado consumir por la ideología nazi y millones de ciudadanos “respetables” pasaron a ser cómplices de los injustificable. Bonhoeffer intentaba entender cómo fue posible.
Es así que concluyó que el problema no era solo la maldad enfocada y organizada, sino la pasividad que surge cuando la gente deja de pensar por sí misma y repite lo que escucha; lo que tranquiliza, lo que agrada a las masas.
Ocho décadas después, el mundo vive una mutación de esa misma situación, pero ya no a través de dictadores con discursos incendiarios ni concentraciones faraónicas; ahora basta con un celular. Porque la estupidez se difunde en línea.
FAKE NEWS
La estupidez no es un defecto de inteligencia. Las personas estúpidas -decía Bonhoeffer- pueden razonar, pero no lo hacen… o prefieren limitarse. En la era digital, las fake news son el síntoma más evidente.
Las fake news no ganan repercusión porque sean creíbles, sino porque confirman lo que “ya” queremos creer. En las redes sociales, el internauta comparte sin leer, opina sin conocimiento de causa y se indigna con entusiasmo, casi de forma automática. Cada rejunte de líneas (o vídeos/audios) encuentra eco no por su contenido, sino por su función emocional.
Bonhoeffer habría detectado de inmediato este sistema. En su análisis del totalitarismo, explicó que los regímenes fabrican estupidez promoviendo obediencia. Es decir, el individuo, al identificarse con el grupo (nación, raza o el partido político, etc.), se vuelve incapaz de sentar criterio de forma independiente. En lugar de preguntarse si algo es cierto, se cuestiona si “suena correcto” (según el tono del grupo).
Hoy, las redes sociales se han transformado en espacios donde la pertenencia vale más que la verdad, o la razón. Y la verdad, como concepto, pierde valor. No importa si una información es falsa; lo importante es que “sirva” para evidenciar (derrotar) al otro (el enemigo).
Así, la estupidez pasa a ser una estrategia política y una fuerza influyente.
Las fake news parte de la base de que el público no quiere pensar, sino sentir, y sentir muy rápido. Bonhoeffer, desde su celda, habría entendido el peligro: un pueblo emocionalmente manipulado no necesita ser reprimido; se reprime a sí mismo.
CUANDO LA FE PIERDE LA RAZÓN
Bonhoeffer fue un hombre profundamente religioso, pero no servil. Desconfiaba de los supuestos de la Iglesia usada como instrumento de poder. Criticaba a los cristianos que, en vez de actuar, se encerraban en templos a “esperar la voluntad de Dios”, mientras el mundo sucumbía al delirio de unos pocos. Para él, la fe auténtica implicaba pensar responsablemente ante Dios y ante el prójimo.
El fanatismo religioso contemporáneo (cristiano, judío, musulman o de cualquier otro credo) se alimenta del mismo impulso que Bonhoeffer describió: el reemplazo de la conciencia por la consigna. En muchos casos, la fe se convirtió en una forma de identidad tribal. Se la defiende no porque uno crea en un Dios, sino porque ese Dios “representa” un fin (que tiene que ver con el “más acá” y no con el “más allá”).
Bonhoeffer advirtió que ese tipo de “religiosidad” es peligrosa porque anula la responsabilidad personal. El fanático se siente exento de culpa, porque todo lo hace “en nombre de Dios”, por su “obra”. Y así, puede justificar violencia, exclusión y los actos más aberrantes hacia sus semejantes.
La estupidez, cuando se reviste de religiosidad, se vuelve casi invencible: no hay argumento racional que pueda tocar lo que se percibe como “voluntad divina”. Por eso Bonhoeffer insistía en que la verdadera fe “necesita razón”.
“Sin pensamiento, la religión se degrada en superstición; sin compasión, se vuelve ideología”, escribió.
POLARIZACIÓN
Tras años de constante involución, el debate político mundial se convirtió en un campo de batalla emocional: las ideas fueron superpuestas por consignas, los argumentos por insultos; dando lugar a la tóxica guerra simbólica entre “los nuestros” y “los otros”.
Bonhoeffer decía que “el poder necesita la estupidez de los otros”, no hablaba solo de dictaduras y líderes cuestionables. Toda forma de poder, incluso en democracia, tiende a producir su propio tipo de estupidez.
La polarización política es, entonces, una industria de la estupidez colectiva. Divide el mundo en dos mitades morales: los buenos y los malos, los patriotas y los traidores, los creyentes y los ateos, los progresistas y los reaccionarios.
Las fake news prosperan entonces porque confirman el prejuicio del grupo. El fanatismo religioso se mezcla con el discurso político y se transforma en bandera. La persona ya no elige sus ideas: sus ideas la eligen a ella.
La velocidad de las redes, el ritmo de las noticias, la presión de las identidades políticas, y los intereses encontrados, todo empuja al individuo a reaccionar, no a reflexionar. El resultado de este ritmo es un tipo de ciudadano huérfano de diálogo, incapaz de confrontar ideas en un marco de respeto, tolerancia y decencia. La política deja de ser un espacio para buscar soluciones comunes y se convierte en un espectáculo de resentimientos.
Bonhoeffer no era un pesimista, creía que la estupidez podía superarse. Pero no por medio de la violencia ni de la propaganda contraria: “Solo un acto de liberación interior puede vencer la estupidez”. Confiaba en que cada persona, al recuperar su responsabilidad moral, podía resistir la manipulación.
Bonhoeffer escribió sus memorias en una celda, sin saber si saldría con vida. Pero su pensamiento sobrevivió porque captura lo esencial: la responsabilidad del ser humano frente a su propia conciencia.
Nunca tuvimos tanta información, y nunca fuimos tan vulnerables a la mentira. Nunca hubo tantas voces, y tan poca comprensión. Nunca tanta fe, y tan poca compasión. La estupidez de nuestro tiempo no lleva uniforme ni brazalete. Se viste de hashtags, de profetas piadosos y de certeza diplomática.
Hay que detenerse, pensar y preguntarse si lo que uno repite tiene sentido, si aquella nota/audio/vídeo hace bien o daño. Al fin y al cabo, la libertad se conquista con actos de conciencia.
El mensaje de Dietrich Bonhoeffer resuena más actual que nunca.
“No es que hoy hay más autistas, siempre existieron”
Recibir el diagnóstico de que un hijo es autista, disléxico o tiene TDAH suele generar miedo, dudas e incertidumbre en muchas familias. Sin embargo, la psicopedagoga Dafne Santana Alemán, especialista en acompañamiento a familias con miembros neurodivergentes, insiste en que el cambio de mirada es la clave para dejar de ver la neurodivergencia como enfermedad para empezar a reconocerla como una forma distinta de existir.
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5 de octubre de 2025 10:00
De lo patológico a lo neuroafirmativo. “Cuando hablamos de neurodivergencia, no hablamos de curar ni de normalizar. Hablamos de brindar herramientas a la persona y a su entorno para que pueda desarrollarse en su máximo potencial”, explicó Santana en el programa Residentas, del canal GEN.
El mayor temor de los padres, dice, no surge del diagnóstico en sí, sino de los prejuicios sociales. “Las familias sienten miedo al rechazo, especialmente en la escuela o en espacios cotidianos como un supermercado. Ese miedo es producto de la desinformación”.
La especialista propone incluso cambiar el lenguaje, pasando del diagnóstico a la identificación del autismo. “Decir diagnóstico suena a enfermedad. La persona nace siendo autista, por ejemplo, no es algo que aparece después. Lo que hacemos es identificar señales en su desarrollo, y eso no debe vivirse como un estigma”, afirmó.
El acompañamiento familiar busca transformar la angustia inicial en orgullo. “Cuando los padres entienden que su hijo puede lograr muchas cosas, aunque sea a su manera, cambian la mirada. Y es fundamental que el niño se sienta orgulloso de ser autista”, recalcó.
Santana destacó que cada vez más adultos se identifican como neurodivergentes.“Muchos llegan después de acompañar a sus hijos en el proceso. Otros lo hacen porque sienten que las explicaciones anteriores no encajaban con su forma de ser. No es que hoy haya más autistas, es que siempre existieron, ahora hay más información”, aclaró.
Las mujeres autistas, por ejemplo, estuvieron mucho tiempo invisibilizadas por no encajar en los criterios tradicionales de evaluación. “Se las veía como ‘demasiado perfeccionistas’, pero en realidad su perfil quedaba fuera de los cuestionarios pensados para varones”, puntualizó.
Para Santana, la inclusión no basta. “La inclusión suena a favor. Yo apuesto por la participación plena, porque es un derecho humano. El entorno es el que discapacita cuando no ofrece ajustes. Una persona en silla de ruedas no sube una escalera porque el entorno no tiene rampa. Lo mismo ocurre con las personas neurodivergentes en la escuela o en el trabajo”.
Esto implica capacitar docentes, reducir el número de alumnos por aula y ofrecer sistemas aumentativos de comunicación a quienes lo necesiten. “No todos van a hablar con palabras, algunos se expresan con pictogramas o tablets, y eso también es comunicación válida”, señaló.
Respecto a los llamados “grados de autismo”, Santana prefiere hablar de apoyos necesarios. “Un mismo niño puede ser considerado de grado tres si no tiene herramientas de comunicación, pero con el apoyo adecuado pasa a grado uno. Los grados sirven para la burocracia, no para definir el valor de una persona”, sostuvo.
El objetivo final es que la diversidad deje de ser vista como excepción. “Si los niños crecen compartiendo con compañeros que se comunican distinto, no habrá prejuicios en la adultez. Ese es el camino hacia una sociedad realmente heterogénea y respetuosa”, señaló.
Aprender algo nuevo, el gran aliado para prevenir el alzhéimer
Una enfermedad que afecta a miles de personas en el mundo, que años atrás quizás era completamente irreversible, hoy puede hasta evitarse con prácticas sencillas en el día a día. El alzhéimer destruye lentamente la memoria y la capacidad de pensar, pero se vuelve débil ante un cerebro activo y en constante aprendizaje que forma lo que los neurólogos llaman “reserva cognitiva”, ¿de qué se trata?
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4 de octubre de 2025 17:30
Por Silvia Aguilar – @aguilar_silvii
El Dr. Nicolás Evreinoff, expresidente de la Sociedad Paraguaya de Neurología y especialista en enfermedades neurodegenerativas, habló de las primeras señales del alzhéimer y de qué manera se podría retardar la enfermedad o, en el mejor de los casos, evitarla.
Pero antes es fundamental entender qué es realmente el alzhéimer, y el doctor Evreinoff explicó que es una de las principales enfermedades causantes de demencia relacionadas con la edad, aunque haya muchas, es la más frecuente.
“Va produciendo un deterioro de las funciones superiores, memoria, atención, concentración, lenguaje que con el tiempo hace que la persona sea cada vez más dependiente del cuidado de un tercero”, expresó el profesional durante una entrevista en el programa Residentas del canal GEN/Nación Media.
El alzhéimer comienza manifestándose en la persona con la pérdida de memoria de hechos cercanos, es decir, lo que hizo recientemente desaparece de la mente y solo persiste lo que vivió años atrás. Pregunta y repite todo el tiempo la misma premisa.
Aunque se habla mucho de una condición genética o hereditaria, el doctor Evreinoff aclaró que esa condición no es determinante, no necesariamente se puede adquirir con el gen familiar.
“Puede existir manifestaciones tempranas, pero es poco probable, estadísticamente puede aparecer después de los 65 años. Hay familias que heredan un gen que predispone a que tengan sí o sí la enfermedad, pero no es frecuente. No es hereditaria directamente”, agregó.
RESERVA COGNITIVA, UNA ESPERANZA
Según el doctor Evreinoff, más del 40 % del alzhéimer se puede prevenir o retardar por muchos años controlando los factores de riesgos principales como la hipertensión, obesidad, sedentarismo, tabaco, que aumentan la probabilidad de la aparición de enfermedades degenerativas.
Sin embargo, existen otras prácticas tan simples que ayudan a estimular la mente y prepararla para que el alzhéimer pase de largo.
“Ya hace muchos años se dieron cuenta los científicos de que las personas con mayor formación educativa tenían menos incidencia de demencia. Cuando uno va conociendo o aprendiendo algo nuevo, va conectando la neurona, eso ayuda mucho. A estas conexiones nosotros los neurólogos llamamos reserva cognitiva”, sostuvo el profesional.
Para entender de qué se trata la reserva cognitiva, el neurólogo puso como ejemplo que aprender a tocar la guitarra activa muchas partes del cerebro al coordinar el uso de ambas manos, la visión, el lenguaje y el pensamiento, los cuales se convierten en caminos nuevos para la mente, y esos caminos son las “reservas”.
De acuerdo a Evreinoff, el cerebro tiene la capacidad para adaptarse a cosas nuevas, y para eso están los caminos extras, que son las reservas.
“Lo que podemos hacer es aprender cosas nuevas, aprender un idioma disminuye el alzhéimer, aprender a ejecutar un instrumento musical disminuye significativamente la probabilidad de tener alzhéimer. Aprender disminuye el riesgo”, finalizó.
El suicidio: los tabúes, lo que pasa por la mente y las incapacidades
Todas las personas con ideas suicidas dan alguna señal, incluso las más reservadas y silenciosas. Hablar al respecto no es una forma de fomentar la idea, siempre que el diálogo sea de forma asertiva. Abordamos el problema desde la óptica psicológica.
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4 de octubre de 2025 13:01
Anteriormente se evitaba hablar del suicidio con la idea de esto podía alentar a las personas a llevar a cabo esta acción. En cambio, hoy se afirma con claridad de que, lo único negativo es el morbo y abarcar los métodos, principalmente las en las noticias policiales.
Lo que hoy se busca es hablar, pero de manera asertiva, explica Liz Aguiar, jefa de Psicología del IPS Ingavi.
“Lo importante es que consideremos de manera empática que la persona que está pasando por una situación difícil o que le está costando sobrellevar, no ve de la misma manera que el otro está viendo, se siente como en un pozo sin salida y no tiene la estrategia, la forma, no encuentra la salida, entonces cree que a través del suicidio va a poder descansar del problema, pero en realidad no quiere suicidarse, sino que es una forma de escape al problema”, detalló Aguiar.
En terapia se busca que la persona entienda que esa no es la alternativa, que alguien puede tener una herramienta para ayudarlo a salir de esa situación y demostrar que hay millones de formas superar una situación y que quitarse la vida una opción
“Lo importante es que podamos acudir a la persona indicada, preparada, con formación que pueda ayudar a salir. Podés sufrir, solemos fluctuar, pero el dolor no es eterno, no es el final”, insistió.
La depresión es uno de los motivos principales del suicidio. Se da cuando el paciente está con una constante tristeza, siente aislamiento, y es repetitivo en sus quejas.
SEÑALES EN TODOS LOS CASOS
Por un lado, hay personas, sonrientes, activas y que no parecieran estar en ese cuadro, sin embargo, aun así, todos dan algún tipo de señal.
En tanto, a los que dan mensajes subliminales como “el día que no esté me van a extrañar”, tampoco se lo puede ignorar pensando que el que lo va a hacer no avisa.
“Es importante detectar las señales a tiempo, eso puede salvar vidas, por eso debemos analizar siempre cada punto de una persona, todos los seres humanos tenemos una carga de sufrimiento, nadie puede decir soy 100 % feliz, pero es importante buscar el equilibrio, buscar cosas que te produzcan placer”
INCAPACITANTE
Aunque se le diga a una persona que piense en sus hijos o en su familia, no lo hará, pero no porque no quiera, sino porque no puede, ya que los neurotransmisores están afectados en los niveles de dopamina y serotonina.
“Cuanto más encerrada está una persona, esa es una forma de aislarse y eso empeora el cuadro, es meterse más en el pozo”, indicó.
Lo que se necesita es hacer una activación: salir a caminar, ordenar el dormitorio, ir al súper, ir a arreglarse, bañarse, cualquier actividad que implique activación.