Una de las escenas diarias que más me divierten es observar en un bar de los de ahora, eso que llaman franquicias , cómo dos jubilados se levantan de sus respectivas sillas y se dirigen al cestillo donde otro cliente acaba de dejar un ejemplar de diario de papel. Los jubilados casi nunca logran su objetivo porque se les suele adelantar un joven que lleva en su mano derecha un teléfono móvil. La decepción de los jubilados es más que evidente. Los dos fulminan con sus miradas la superioridad física del joven y vuelven a sus respectivas mesas esperando el momento preciso para hacerse con el diario. El café con leche ha dejado de tener importancia para ellos y ya solo se limitan a no perder de vista al joven, que se dedica a hablar por teléfono olvidándose del diario. Esta actividad, la de hablar mucho rato por el teléfono móvil, olvidándose del diario de papel, es más femenina que masculina. O sea, que en algunos bares o franquicias el diario de papel se ha convertido últimamente en la pieza más preciada por viejos y jóvenes.
En este país, en esta ciudad, hubo cafés. Como aún los hay en Viena, donde uno de los propietarios de determinado e histórico local suele decir que al café no se va a tomar café, sino a participar en una obra de teatro, porque todo café es eso: un teatro. En este país, cuando todos, incluso los no creyentes, rezábamos al mismo dios, en la mayoría de hoteles, bares y restaurantes familiares había una herramienta imprescindible: varios ejemplares de diarios de papel.
![foto XAVIER CERVERA 29/09/2022 un niño de 8 años merienda con su abuela entre el colegio y la extraescolar, tienen un telefono mobil (los clientes del fondo tb) mas una tablet, en el eixample ,barcelona](https://www.lavanguardia.com/files/content_image_mobile_filter/files/fp/uploads/2022/09/29/633608802cff5.r_d.592-423.jpeg)
Clientes de un café, con dispositivos móviles
Xavier Cervera / Propias
Ahora, las nuevas tecnologías han logrado que los diarios de papel desaparezcan de casi todos los hoteles barceloneses y que no en todos los bares te ofrezcan un servicio que servía para que los clientes asiduos pudiéramos hablar de política y de algunos sucesos locales con un camarero andaluz que se llamaba José o con Joan, que acostumbraba a ser de Lleida y aseguraba haber sido anarquista. Aquello sí era una tertulia y no lo que ahora nos venden con ese nombre en algunas radios y televisiones. No se puede ser a la vez militante o asalariado de un partido político y periodista.
Un diario de papel sociabiliza más que todos los ‘sociabilizadores’ juntos
En el hotel Alma sí tienen diferentes diarios de papel, y sus clientes lo agradecen. Lo agradecen y respetan a los sucesivos lectores. Lo digo porque en las llamadas franquicias , en esos bares, que todos se parecen, fríos y frecuentados por turistas, siempre hay un lector local enfrascado en algún crucigrama. Se trata de un individuo que, a veces, cuando acaba de resolverlo lo firma. El hombre quiere dejar constancia escrita de su gran hazaña. Los hay también que trazan un círculo con bolígrafo sobre las noticias que a ellos se les antoja importantes. Estas gentes destrozan el diario de papel mucho más que la temible mancha de aceite que sepulta, por ejemplo, un retrato del recién fallecido expresidente Jimmy Carter. Aunque las manchas de aceite, esos misiles o drones untuosos, gustan más de los diarios deportivos.
Un diario de papel sociabiliza más que todos los sociabilizadores juntos.
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