Con cada gota de sudor, Diego Schwartzman se ganó su lugar en el tenis profesional. A pesar de enfrentar la desventaja de su baja estatura (1,70), esto nunca fue un obstáculo. Adaptó sus condiciones físicas a su estilo de juego y, con trabajo, disciplina y esfuerzo, luchó por su sueño. Conquistó cuatro títulos ATP, alcanzó el puesto número ocho en el ranking mundial, logró 250 triunfos en el Tour, fue semifinalista en Roland Garros y representó a la Selección Argentina de Tenis YPF. A sus 32 años, el Peque pone fin a su extensa carrera ante su gente en el ATP 250 del Argentina Open.
En el libreto del argentino, cada entrenamiento se realiza con un sentido de responsabilidad, sin importar las adversidades. Tras una intensa práctica en el Círculo de la Fuerza Aérea de Vicente López, junto a su compatriota Francisco Cerúndolo, y bajo un calor extremo que azota la región en estos días, Schwartzman dialogó con Infobae. En la conversación, hizo un balance de sus años en el circuito, reflexionó sobre lo que significó estar en la élite del tenis mundial, explicó las razones de su retiro, compartió cómo continuará su vida una vez que cuelgue las raquetas y de qué manera superó sus ataques de ansiedad.
Con la sonrisa que lo caracteriza, el argentino decide que la entrevista se realice en el vestuario para no perturbar su rutina. Apoya sus bolsos, destapa un frasco para preparar una bebida y se quita el sudor del rostro. A medida que se acomoda, comienza a compartir sus pensamientos: “Difícil sería decir que no volvería a elegir el tenis por el camino que recorrí, pero si me hubiera dado algunos permitidos más en mi juventud tenística, no en el último tiempo, para estar más cerca de mi familia y mis amigos. Uno deja muchas cosas de lado por esta profesión, pero volvería a elegirlo”.
– ¿Cuándo fuiste consciente de que ibas a ser jugador profesional?
– Creo que cuando lo empecé a hacer bien en los torneos Futures. Cuando entré en la primera etapa del profesionalismo. Yo no pude jugar los torneos junior, que eran como una ilusión en la que me hubiera gustado estar, pero no pude hacerlo por temas económicos. Ahí empecé a entender de qué se trataba el tenis. Comenzaron los viajes, aprender a administrar los gastos, salir en verde de cualquier torneo, y ahí dije “esto empezó”. Hay momentos en los que querés tirar la toalla porque las cosas no salen, no tenés un mango, no tenés cómo financiarte la carrera, pero la verdad es que a partir de ese momento, mi carrera siempre dio un paso hacia adelante.
– ¿Qué significó el tenis para vos?
– Hasta el día de hoy ocupa el 90% de mi tiempo, fue lo que hice toda mi vida. No hice otra cosa, dejé todo de lado: vacaciones, amistades, no practiqué ningún deporte que no fuera el tenis por miedo a lesionarme. Cualquier momento de ocio lo cancelaba pensando: “No, al otro día entreno o viajo, tengo que descansar”. Todo lo que pasaba por mi vida era el tenis.
– ¿Te dejó alguna espina clavada el tenis?
– Me hubiera gustado jugar más Juegos Olímpicos y haber representado a Argentina un poco mejor. Nunca pude sentir que durante un periodo largo del tiempo rendía al ciento por ciento representando a Argentina, y eso siempre fue duro porque anímicamente me golpeaba. No tanto el rendimiento de ganar o perder; incluso hubo partidos que gané, pero en ningún momento me sentía que estaba jugando bien. Eso me hubiera gustado hacerlo mejor, siempre.
– ¿Por qué decidiste ponerle fin a tu carrera?
– Creo que porque mi cabeza no tuvo esa humildad necesaria para decir: “Bueno, bajo el nivel y tengo que bajar ciertos escalones, volver a pelearla desde más atrás, empezar a jugar en otros torneos que a mí me gustaban”. Me di cuenta de que no podía sostener el rendimiento, ni deportivo ni de entrenamiento, necesario para mantenerme en ciertos niveles. Me daba mucha pena, en un sentido, porque en una carrera que logré muchas más cosas de las que pensaba que podía lograr, me preguntaba: “¿Por qué la última etapa tiene que ser, entre comillas, la que peor estoy compitiendo y la que peor juego? ¿Para qué? Si con el tenis ya nos dimos todo. ¿Para qué exprimir más?”. Es momento de dejar esas situaciones y estar más tiempo en mi casa, con mi familia, amigos, hacer cosas pendientes que tengo desde hace 15 años. Ya empecé; estas fueron las primeras vacaciones que tuve en mi vida. Me fui a un lugar con una remera, la malla y una valija. Las últimas vacaciones habían sido hace 16 años en Villa Gesell con amigos, y vino el Topito Lóndero con nosotros.
– ¿Qué estilo de vida encontraste en la alimentación?
– La veo como un estilo de vida. Aprendí leyendo y estudiando mucho al respecto, escuchando distintos profesionales y distintos puntos de vista sobre la alimentación y las rutinas, desde cuando uno se levanta hasta cuando va a dormir. Es algo que me apasiona, y de hecho, los únicos libros que me puedo sentar a leer son de estilos de vida, para estar mejor en el día a día. Soy un convencido de que si estás mejor, la gente que está con vos también va a estar mejor; uno se contagia del otro. El tenis me hizo, en ese pensamiento, ser más extremista, pero hoy lo tomo como un estilo de vida.
– ¿Qué legado dejás en el tenis?
– Creo que un poco la gente me toma como el chiquito, el petisito que pudo. Y por un lado, el entender las limitaciones que puede tener uno u otro. Con ciertas habilidades y rutinas, podés lograr un montón de cosas, como si no tuvieras esas limitaciones. Es un poco trillado decir que con el esfuerzo logras todo; creo que el esfuerzo es parte de tener la habilidad de hacerlo bien. Solo con el esfuerzo no se llega a ningún lado, para mí. Y creo que la gente me reconoce mucho eso, pero me gusta cuando combinan el cómo corrías, qué revés tenías, ese tiro que hacías. Creo que es linda esa combinación; ese es el legado que me gustaría dejar.
– ¿Cómo continúa tu vida ahora?
– Hay muchos proyectos a futuro relacionados al deporte, con los jugadores, la parte comercial, la comunicación; me gusta, me divierte. Dar charlas deportivas en empresas, unir lo comercial con el deporte. Me gustaría poder convencer a las empresas de que entiendan que el deporte también les puede dar algo. Generar oportunidades para futuros jugadores y que esa empresa también pueda apoyar el deporte está bueno.
– ¿Cómo ves el desarrollo del tenis nacional por parte de la Asociación Argentina de Tenis?
– Al principio de mi carrera había muchos torneos Futures en Argentina y Brasil, y eso me ayudó mucho en los comienzos de mi etapa profesional. Después prácticamente se dejaron de organizar. Creo que en esta última etapa, la Asociación Argentina está bien profesionalizada. La gente que trabaja en la AAT, como en cualquier Federación de tenis, tiene que tener en cierta parte un sueldo, y cierta parte, que realmente le apasiona, tener horas ad honorem, es muy difícil que alguien se pueda dedicar el tiempo que necesita una Federación de tenis en un país donde juega tanta gente. Realmente necesita personas que estén todo el día ahí. Todo lo que puede hacer un ex tenista que le fue bien, con los contactos que generó, bajarlos al deporte en tu país, está buenísimo. La AAT está en ese proceso, haciendo muy buenas cosas y tomando buenas decisiones; es un proceso a largo plazo. La AAT, a pesar de que yo no tuve apoyo cuando era chico, creo que debe ser la herramienta principal para muchos chicos del interior, para empezar a jugar al tenis y dedicarse, tanto desde lo profesional como desde lo social.
– Muchos referentes del deporte dijeron que durante su carrera sufrieron de ataques de ansiedad. ¿Te pasó alguna vez?
– Sí, a fines del 2022, que ahí es donde empecé a jugar mal, a competir mal. Me costó mucho. Fue un periodo de tiempo en el que no me sentía bien, ni jugando, ni viajando, ni estando solo. Era una mezcla de sensaciones feas. Empecé a tener problemas en el estómago, a dormir mal; me despertaba a mitad de la noche empapado. La cabeza inconscientemente va haciendo un proceso interno que en algún momento te habla y te empieza a mandar señales. No me gustaban esas señales. Después las trasladas al entrenamiento y al tenis, y es un círculo que comienza a hacer mal. Pero, por suerte, tuve un psicólogo que me ayudó unos meses y después volví a estar bien.
–En tus últimos días como jugador, ¿qué emociones te invaden?
-Es un poco raro. Por un lado, tengo que entender hasta dónde quiero llegar en el torneo: si deseo llegar lejos o si prefiero que termine rápido con ese primer partido, despidiéndome y listo. Pero, por ahora, no siento esos nervios de la competencia. Siempre fui de ponerme nervioso un par de minutos antes de jugar. Antes de los partidos, suelo estar en mi mundo, muy tranquilo, y eso me hacía sentir bien. Me ayudaba a entrenar bien y a estar bien en el día a día. La gente que me rodea ahora está más emocionada que yo. Seguramente, cuando llegue la hora de jugar, comenzaré a quebrarme porque soy muy sentimental.