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miércoles, septiembre 3, 2025

«Diez veces Sábat», el libro sobre el legado del maestro que retrató la historia argentina

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«Hermenegildo Sábat llegaba a la redacción del diario Clarín después del mediodía. De riguroso saco, corbata y boina, atravesaba a paso lento el largo pasillo, con las manos enlazadas en la espalda. Saludaba a todos los que cruzaba en el camino con una caída de párpados. Luego se metía en su mini búnker». Así recuerda la periodista Diana Baccaro una rutina aparentemente discreta, pero llena de misteriosa genialidad que Menchi protagonizó durante casi medio siglo y que, a fuerza de ilustraciones trazadas con lápiz, colores, acuarelas e incluso un poco de café olvidado en una taza, narró la historia argentina reciente con más lucidez que muchos ensayos. Esa trayectoria es el eje del libro Diez veces Sábat. Vida y obra del artista que retrató al país (Agea), publicado para acompañar el 80° aniversario de Clarín.

La obra no solo reconstruye un itinerario artístico y periodístico deslumbrante, una vida sembrada de nombres eternos, avatares inquietantes como solo pueden serlos aquellos que forman parte de la actualidad nacional para un hombre lúcido, honesto y demócrata. Además, homenajea como él merece a uno de esos creadores imprescindibles.

Si Hermenegildo Sábat no hubiera existido, habría sido menester crearlo, al decir de Voltaire, porque en su mirada se cifró la fascinante polisemia que cada acontecimiento público disparaba. ¿Qué significa esto que está pasando? ¿Cómo interpretar estos o aquellos hechos? Menchi era capaz de entender lo confuso, de detectar el artificio y de despojar de sus trajes invisibles al emperador de turno. Menchi era capaz de leer lo que no estaba escrito, de descifrar lo que no se decía y, más importante aún, de evidenciarlo sin una sola palabra. Y no solo eso.

27 de diciembre de 1945. Hermengildo Sábat, según su cédula de identidad. 27 de diciembre de 1945. Hermengildo Sábat, según su cédula de identidad.

Cada ejemplar de Diez veces Sábat es exquisito: gran formato, tapa dura, cosido en cuadernillos, impreso en papel de alto gramaje, ilustraciones y fotografías a color reproducidas a página completa. Todo para celebrar a un hombre multifacético que creó para (desde) las páginas del diario un espejo honesto en el que descubrir eso que somos y eso que nos pasa. En un juego desafiante que siempre implicó mostrar sin decir, la sobrecubierta blanca con su apellido calado esconde y revela un autorretrato de Menchi a los 65 años, en lápiz graso y diluyente de óleo sobre papel. Revela y desafía. Exhibe e invita a imaginar. Toda una declaración de principios que recorrió su obra.

Un artista de 7 años

Dicen que Hermenegildo Sábat empezó a dibujar a los 2 años en su Uruguay natal. Como otros niños, tal vez. En su caso, sin embargo, cada trazo corporizaba una certeza, eso que otros llaman vocación, y que él entenderá pronto que está enlazada a su abuelo, con quien comparte el nombre y el oficio: Hermenegildo Sábat Lleó, nacido en España, se dedicó a la pintura y fue un conocido caricaturista. Su nieto dirá años después que aprendió la técnica de la ilustración mirando con atención (y con devoción) las creaciones de ese abuelo.

Los militares de la Junta de Gobierno que derrocó a Isabel Perón dibujados por Hermenegildo Sábat en los años 70. Archivo Clarín / gentileza familia Sábat.Los militares de la Junta de Gobierno que derrocó a Isabel Perón dibujados por Hermenegildo Sábat en los años 70. Archivo Clarín / gentileza familia Sábat.

«Fiel a su destino, ese Sábat de siete años mira, escucha y dibuja con lápices de colores. Los saca de una cajita metálica, el primer regalo de cumpleaños que va a recordar toda su vida. La recibió en su casa de Pocitos, en Montevideo, a tres cuadras del Río de la Plata. En sus ojos de niño, la otra orilla siempre estará cerca«, escribe Baccaro en el libro.

Ahora, un sábado a la tarde, la editora jefa de Clarín y profesora de la Maestría de Periodismo del diarioy la Universidad de San Andrés desde 2007, se detiene en lo que ha definido como la «mirada oriental» de Sábat: «Menchi decía que había heredado de su abuelo el talento para dibujar y su militancia por la libertad y la tolerancia. Todos los días agradecía haber crecido en Montevideo, porque allí adquirió su formación democrática. Y desde esa orilla aprendió a observar a la Argentina con el asombro renovado que les despiertan a los rioplatenses las desmesuras. Menchi nunca fue pretencioso. Tenía lo mejor de Juan Carlos Onetti y de Eduardo Galeano. Se nacionalizó argentino en 1980 pero nunca perdió esa mirada oriental».

Diana Baccaro es editora jefa de Clarín y profesora de la Maestría de Periodismo del diario y la Universidad de San Andrés. Foto: Ricardo González.Diana Baccaro es editora jefa de Clarín y profesora de la Maestría de Periodismo del diario y la Universidad de San Andrés. Foto: Ricardo González.

Cuando había llegado a los 12 años, su vida de niño estaba habitada por dos certezas: la primera, el colegio, pese a su centralidad en la existencia infantil, a él no le interesaba demasiado. La segunda, dibujaba sin pausa. Dibujaba para fijar, para entender, para pensar, para guardar… para todo eso que se hace cuando se traza una línea sobre el papel. Con esas convicciones, recibió su primera felicitación por un dibujo del poeta Rubén Darío, que se publicó en Pulgarcito, un periódico escolar. Era la primera vez. Debutaba como dibujante en la prensa. Del otro lado del río, ese mismo año nacía un nuevo diario llamado Clarín.

«Envalentonado, a los 14 años ensobró varios trabajos –la mayoría jugadores de fútbol– y los llevó al diario El País con la ilusión de ver alguno publicado al día siguiente», reconstruye Baccaro en el libro. Las cartas estaban echadas.

Diez veces Sábat. Vida y obra del artista que retrató al país posa una mirada amorosa sobre el prisma de una vida fascinante. Sábat no fue solo dibujante y caricaturista. Tampoco fue solo artista. Hay al menos diez ejes que se pueden explorar y en los que dejó huella. Fue además escritor, maestro, editor, fotógrafo, músico vocacional, periodista y siempre, pero siempre, demócrata. Para cada uno de esos aspectos, Baccaro recuperó material histórico, testimonios familiares de su compañera de vida, Blanca, y de sus dos hijos, Rafael y Alfredo; pero además de amigos y colegas, testigos de una vida poblada por la música, los colores y las ideas.

Diez veces Sábat. Vida y obra del artista que retrató al país (Agea), escrito por Diana Baccaro y publicado para acompañar el 80° aniversario de Clarín. Foto: Ariel Grinberg.Diez veces Sábat. Vida y obra del artista que retrató al país (Agea), escrito por Diana Baccaro y publicado para acompañar el 80° aniversario de Clarín. Foto: Ariel Grinberg.

Ahí están los recuerdos de su familia, del editor general de Clarín, Ricardo Kirschbaum; del coleccionista Jorge Mara; del abogado y político Rodolfo Terragno; los columnistas del diario Eduardo Van der Kooy y Alejandro Borensztein; el artista plástico Eduardo Stupía; los historietistas Horacio Altuna y Fernando Sendra; Miguel Angel Ghilino, secretario de la Fundación Artes Visuales y su ayudante durante más de 40 años; los periodistas José Ignacio López y Marcelo Moreno; los fotógrafos Dani Yako y Adriana Lestido; el músico Néstor Tomassini, que le enseñó a tocar el clarinete… son voces que lo evocan, lo traen al presente en anécdotas, lo retratan, justo a él, el más lucido de los retratistas.

Diez veces Menchi

Cuenta Diana Baccaro que el libro Diez veces Sábat. Vida y obra del artista que retrató al país tuvo dos vidas. Durante la pandemia, el inolvidable periodista Pablo Calvo, uno de los mejores cronistas de su generación, imaginó este texto. «Pablo era como un hijo del corazón para Sábat, por eso en cuarentena se le ocurrió hacer un libro sobre su vida. Pero no llegó a avanzar mucho porque lamentablemente murió de covid al poquito tiempo», explica la autora de la obra.

Tres años más tarde, en ocasión de la gran muestra Hermenegildo Sábat: Maestro del retrato, en el Museo Nacional de Arte Decorativo, «uno de sus hijos me propuso retomar aquella idea», apunta Baccaro.

El entonces presidente Raúl Alfonsín pinta a la derrocada Isabel Perón como una maja de Goya. Archivo Clarín / gentileza familia Sábat.El entonces presidente Raúl Alfonsín pinta a la derrocada Isabel Perón como una maja de Goya. Archivo Clarín / gentileza familia Sábat.

Dijo que sí. No retomaba un proyecto sino que creaba el suyo: «Quise indagar en todos los Sábat que habitaron en Hermenegildo Sábat, ese niño prodigio que empezó a dibujar a los 2 años y a publicar a los 12. Apunté a 10 facetas: dibujante, caricaturista, pintor, escritor, maestro, fotógrafo, músico, editor, periodista y… demócrata. ¿Sabés que Sábat, medio en broma y medio en serio, escribía «demócrata» al llenar una planilla cuando le pedían su profesión? Y creo que eso lo define absolutamente. Porque ante todo Menchi defendió a pulso la democracia«, explica.

Página a página, Diez veces Sábat está poblado por ilustraciones, cuadros, fotos e incluso apuntes de una obra que ha mirado cada rincón de la segunda mitad del siglo XX y los primeros años del XXI.

Ahí están Marilyn Monroe, Chaplin, Louis Armstrong y Carlos Gardel, Juan Perón, Alfonsín, los dictadores argentinos de cada década y el ministro José Alfredo Martínez de Hoz, Carlos Menem aferrado a su sillón presidencial, Fernando de la Rúa, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Mauricio Macri, también Diego Maradona y Leo Messi, María Elena Walsh y Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, José Luis Cabezas… Había publicado su primer retrato para Clarín el 3 de abril de 1973. En él estaban Perón y Vicente Solano Lima, su secretario general de la presidencia en el tercer mandato del general.

Hermenegildo Sábat en su oficina del diario Clarín en el año 1982  Archivo Clarín.Hermenegildo Sábat en su oficina del diario Clarín en el año 1982 Archivo Clarín.

¿Quién fue la persona más veces retratada? Responde Baccaro que Gardel, seguido de Borges. También toda una declaración de principios.

Aunque sus trabajos prescindieran de las palabras por decisión propia y sostenida, eran cualquier cosa menos mudos. Y eso le valió no pocos problemas: «Fue el primero que se animó a dibujar a la Junta Militar en los años oscuros, sufrió amenazas y siguió adelante. Usó el humor gráfico como un estandarte democrático. García Márquez le entregó un premio por su «conducta intachable frente al poder» y recibió el Moors Cabot (el más importante para los periodistas), por sus dibujos durante la Dictadura, entre muchísimos otros reconocimientos», apunta Diana Baccaro.

¿Cómo era posible decir tanto sin una sola letra? La autora del libro tiene algunas hipótesis: «Cuando en 1971 Sábat empieza a trabajar en La Opinión le plantea a Jacobo Timerman que no usaría palabras. Menchi sostenía que en un país donde la gente se peleaba por palabras, él prefería pelearse por ideas. Y a partir de entonces, mantuvo esa autodisciplina hasta su último trazo, en 2018. Él se consideraba un periodista que dibujaba. Y tenía razón. Narraba con imágenes cargadas de sugerencias».

Diez veces Sábat. Vida y obra del artista que retrató al país (Agea), escrito por Diana Baccaro y publicado para acompañar el 80° aniversario de Clarín. Foto: Ariel Grinberg.Diez veces Sábat. Vida y obra del artista que retrató al país (Agea), escrito por Diana Baccaro y publicado para acompañar el 80° aniversario de Clarín. Foto: Ariel Grinberg.

Un hombre bien informado

Para Baccaro, a Sábat le alcanzaba una pincelada para captar la realidad, «porque más que un observador, era un hombre muy bien informado que podía desnudar aquello que los hombres del poder querían ocultar. A Perón lo retrató caminando hacia la izquierda mientras sus pies marchaban para la derecha. Dibujó a Menem con la silla que marcó su obsesión reeleccionista mucho antes de que otros lo advirtieran. También caricaturizó a Galtieri con un vaso de whisky como síntesis de la degradación de la dictadura y de la época. E incluyó cáscaras de banana a dirigentes sinuosos, tomatazos a los que iban por todo y manos sangrientas a los tiranos. Todas fueron metáforas plásticas que condensaron procesos políticos. Su ironía, sin dudas, despertó una especie de conciencia colectiva en el país. Cada día inventaba algo nuevo, con toques de humor. A veces, también con ternura. Como cuando ponía dos alas a los seres que despertaban su cariño. Y una sonrisa a la gente imprescindible».

Dos historias elocuentes. La primera tiene por protagonista al temible almirante y genocida Emilio Eduardo Massera, a quien el 13 de agosto de 1978 caricaturizó con un enorme espejito, reflejo de su vanidad. «El almirante lo tomó como un halago y le mandó unas líneas de agradecimiento al diario», recuerda Baccaro en el libro. Y agrega: «‘Cada uno ve lo que quiere ver’, decía Menchi, y seguía dibujando».

Sábat retratado en su taller de dibujo. Foto: Lucia Merle / Archivo Clarín.Sábat retratado en su taller de dibujo. Foto: Lucia Merle / Archivo Clarín.

La segunda historia lo dañó.

–¿En qué otros casos importantes los retratados vieron lo que quisieron ver?

–Cuando en 2008 Menchi dibujó a Cristina Kirchner con la boca tapada, la presidenta lo acusó de enviar un mensaje cuasi mafioso. Pero para Sábat su dibujo solo era una ilustración de humor, una «picardía», como él lo llamaba, porque en aquellos días de 2008, Cristina no paraba de hablar por cadena nacional. Lo mismo ocurrió cuando años más tarde la dibujó con un ojo morado. El kirchnerismo lo acusó de sexista, de misógino, pero el ojo morado es un símbolo universal de la caricatura desde siempre. Un recurso que incluso ya había usado con Alfonsín. Ese episodio lo afectó mucho.

Cristina Fernández con la boca tapada. El kirchnerismo acusó a Sábat de misógino. Foto: Ariel GrinbergCristina Fernández con la boca tapada. El kirchnerismo acusó a Sábat de misógino. Foto: Ariel Grinberg

Llegaba a la redacción del diario Clarín después del mediodía. Vestía saco, corbata y boina. Se encerraba en una oficina pequeña que se asomaba desde la ventana a la calle Piedras. Lo esperaba una hoja de papel blanco y un repertorio de lápices, acuarelas, sellos, pinceles, tintas, gomas, biromes y lapiceras, una montaña de papeles, muchas fotografías. Algunas veces, preguntaba al editorialista de qué trataría su artículo, pero otras su ilustración anticipaba la lectura sobre la noticia del día.

El 1 de octubre de 2018 dejó su escritorio así, caótico o con ese orden que es solo inteligible para quien lo habita. Fue la última vez. Menchi moriría en las primeras horas del 2 de octubre. Una fotografía muestra ese universo en el que narró su tiempo. El nuestro. El que nos explica. El que habla, sin palabras, de lo que somos.

Redacción

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