Lo más común es leer últimamente el cierre de otro negocio centenario en Barcelona, pero de vez en cuando ocurre lo contrario y sucede la grata sorpresa de que reabre un comercio histórico. La sorpresa es aún mayor si coincide con un aniversario redondo. Ni más ni menos que 200 años. ¡Sí, han leído bien! La pastelería más antigua de la ciudad, La Estrella, ubicada en la calle Nou de la Rambla 32 del Raval, cerca del Palau Güell, sopla velas este mes de mayo.
Su bicentenario será posible gracias a la valentía y muchas dosis de ilusión de Anna Campos y Judit Servent, dos jóvenes exempleadas que han resucitado este establecimiento. La anterior titular se jubiló el verano pasado y bajó la persiana de forma definitiva. Casualidades de la vida, Anna fue a finales de junio a comprar la coca para San Juan y parecía que todo iba bien. Unas semanas más tarde, a través de una amiga le llegó la noticia de que La Estrella había cerrado. No dudó en llamar a su antigua responsable preguntando cómo estaba y una cosa llevó a la otra. Decidió coger las riendas del negocio con su amiga Judit como dependienta. En octubre les entregaron las llaves y un mes después La Estrella volvió a brillar.

Entrada de la histórica pastelería en la calle Nou de la Rambla
Andrea Martínez
Anna y Judit, las dos de 25 años, son amigas desde la ESO y se entienden a la perfección. Para ambas esta pastelería fue su primer trabajo y forman un buen tándem. Judit, que empezó a estudiar física, se encarga de la venta al público. “Es un honor estar al frente de este comercio que forma parte de la historia y la cultura de Barcelona”, reconoce. “A veces miro la tienda y todavía no me lo creo. ¡Pero estamos muy ilusionadas y confiadas en sacar adelante el negocio!”, añade Anna. Sobre todo agradecen el apoyo de los vecinos del barrio, aunque entre su clientela tampoco faltan los turistas.
Este singular establecimiento, catalogado como emblemático con la máxima protección, conserva el mobiliario antiguo y unos vistosos escaparates acristalados con unos dulces que entran por los ojos. Además de los cruasanes de chocolate, destacan los rellenos con manzana y canela o los de queso con pistacho. Los fines de semana están muy solicitados los roscones de nata y los brazos de gitano. “Por reclamo popular”, reconoce Anna, también sirven pastelitos de cabello de ángel, además de buñuelos de viento o coca de vidre.

Anna todavía sigue utilizando el antiguo horno de bóveda original, hoy en día de gas
Andrea Martínez
Anna es la primera de la familia en dedicarse profesionalmente al mundo de la pastelería. Cuando era pequeña su madre le regaló un libro de galletas y postres, y entonces se le abrió un nuevo mundo. Descubrió su pasión. Mientras trabajaba en La Estrella se formaba en la escuela de pastelería del gremio de Barcelona. Antes de emprender esta nueva aventura, estuvo en una pastelería en Irlanda y también regentó una repostería con productos sin gluten en el Eixample. Todavía recuerda con una sonrisa que cuando era una adolescente fue al salón del manga para ver una presentación de postres de Jordi Roca con ingredientes japoneses. Otro de sus referentes es la pastelera venezolana Betina Montagne.
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Anna empieza su jornada a la seis de la mañana y acaba a las ocho de la tarde. Sigue utilizando el horno de bóveda original, hoy en día de gas, para crear sus especialidades. Sin renunciar a la tradición y mantener el rico legado de este lugar, la pastelera deja su sello personal. Por ejemplo, con su tarta de limón o estos días está dándole vueltas a la cabeza sobre hacer un guiño a la tarta de Barcelona que se diseñó para los Juegos Olímpicos. También tiene en mente elaborar un pastel para celebrar los dos siglos de La Estrella. Sin duda, se presenta un bicentenario muy dulce.