Dice un chiste que la tragedia de Canadá es que pudiendo haber tenido la tecnología estadounidense, la cultura británica y la gastronomía francesa, eligieron la tecnología francesa, la cultura estadounidense y la gastronomía británica. En atención a esto último —que muchos resumen en tres palabras demoleadoras: pastel de riñones—, el Reino Unido ha sido muy capaz de plantear batallas gastronómicas imposibles, como la cruzada contra Europa en favor de las patatas fritas con sabor a cóctel de gambas, en la que el ex premier Boris Johnson jugó un papel capital.
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