Un estudio revela que la mayoría de los jóvenes del AMBA no confía en poder salir de la pobreza. Las drogas, la escuela y el barrio, en el centro del diagnóstico.
Un informe elaborado por el Centro de Investigación y Acción Social (CIAS) y el think tank FUNDAR reveló un dato alarmante: el 40% de los jóvenes de barrios populares no tiene esperanzas de dejar de ser pobre. Otro 20% cree que sus chances son mínimas, y el 40% restante lo duda seriamente. En otras palabras, el 100% de los encuestados expresa pesimismo sobre su futuro.
El estudio, titulado “La narrativa rota del ascenso social”, se realizó sobre una muestra de 600 jóvenes de entre 16 y 24 años del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), e incluyó 47 entrevistas en profundidad. El diagnóstico es contundente: la narrativa del esfuerzo y el progreso se encuentra rota.
Escuela, familia y drogas: el entorno que limita
El 43% de los hogares están sostenidos económicamente por las madres, muchas veces en condiciones de precariedad. Además, el 30% vive en hogares monoparentales. La mayoría de los jóvenes señala que sus familias no cuentan con herramientas básicas para acompañar la crianza y la educación.
En lo educativo, el 90% expresa el deseo de terminar el secundario, y el 40% aspira a ir a la universidad. Sin embargo, el 57% entre 19 y 24 años no lo logró. Entre los motivos, sobresalen la necesidad de trabajar desde chicos (76%), el consumo de drogas y el desencanto con la escuela. El 56% asocia la escuela con la violencia, y más de la mitad se queja de la frecuente suspensión de clases.
Drogas desde los 9 años y barrios sin horizonte
El barrio es el principal espacio de socialización, pero aparece como un lugar riesgoso. El 50% de los jóvenes consumió alguna sustancia, y el 43% conoce a alguien que vende drogas en su entorno cercano. En muchos casos, los dealers ofrecen pagar “con plata o con droga”. El ingreso al consumo comienza, en promedio, entre los 13 y 14 años, aunque hay registros desde los 9 o 10.
Pese a este escenario, las iglesias y los centros comunitarios aparecen como los únicos espacios valorados como contenedores y transformadores.
“Solo un milagro puede cambiar mi destino”
Un dato clave del estudio es que, cuando se les pregunta por su futuro, muchos jóvenes responden con “fantasías”. Aseguran que solo un “milagro” o un “golpe de suerte” podría sacarles de la situación en la que están. La distancia entre sus sueños y las posibilidades reales es abismal.
“Trágicamente, cuando se crece en estas condiciones, esperar que todo dependa de un golpe de suerte parece lo más razonable”, concluye el informe.