“El compuesto químico genera un efecto repelente”, dijo la científica. No hablaba de productos contra mosquitos o cucarachas sino de brócoli. O coliflor, o repollitos de bruselas, o repollo, kale, berro, nabo u otros vegetales de la familia de las coles. Sin embargo, la nota con Alejandra Camargo, bioquímica mendocina del Conicet, no era sobre los increíbles efectos que esos vegetales ejercen contra enfermedades como el cáncer sino acerca de un dato mucho menos conocido, que reconocidos deportistas empezaron a aprovechar: los aparentes beneficios de esos alimentos en el running, el ciclismo, el nado y otros deportes de alto rendimiento.
Lo último está plasmado en un trabajo científico reciente, que da cuenta de una investigación de expertos de la Escuela Sueca de Ciencias del Deporte y el Instituto Karolinska (entre otros). Aunque el interés por el tema no para de crecer, hay que remarcar que este paper no fue publicado en una revista científica con revisión de pares.
Aun así, a Camargo le parece que la hipótesis de los efectos positivos de las coles en el deporte de alta exigencia suena, por lo pronto, razonable. Ella misma viene estudiando cómo la ingesta de brotes de coliflor normaliza de un modo sorprendente la salud de ratas con hipertensión arterial.
Pero Clarín contactó a la bioquímica, investigadora Principal del Conicet (que dirige el Laboratorio de Cromatografía para Agroalimentos del Instituto de Biología Agrícola de Mendoza) para hablar de los avances que plantea el trabajo sueco titulado “Una bebida rica en glucosinolatos reduce las concentraciones de lactato en sangre durante el ejercicio submáximo”. Ahora bien, ¿qué es el «lactato» y cómo se vinculan, por ejemplo, un triatlón o maratón con el brócoli o la coliflor, alimentos ultranutritivos pero detestados por una gran parte de la población a la que le repelen sus olores de cocción asociados o esas -digámoslo así- «contradicciones» gastrointestinales posteriores a la ingesta?
El lactato es el ácido láctico. Las células del cuerpo lo producen al tiempo que se descomponen la glucosa y otros carbohidratos, en el momento exacto en que el organismo precisa “nafta”, o sea, la energía necesaria para ejecutar la actividad intensa que se pretenda hacer. Es un mecanismo común (producir ácido láctico cuando se queman carbohidratos) que se pone en marcha no sólo en situaciones de esfuerzo aeróbico programado sino ante cualquier actividad que demande más oxígeno que lo normal.

Aunque desde hace un tiempo se viene desmitificando la idea de que el ácido láctico acumulado (cuando se produce más de lo que se reabsorbe) es responsable por los típicos dolores musculares tardíos post ejercicio, nadie duda del rol primordial que esa sustancia tiene en el mundo del deporte.
A ese aspecto apunta el paper sueco. Lo pone en relación con una alimentación rica en coles. Y puntualmente, en brócoli.
El running y el poder de los micro-greens
O para ser más exactos, en brotes de brócoli. “Es lo se conoce como micro-greens, muy comunes en la gastronomía gourmet para la decoración de platos. Es esa especie de ‘pastito’ que se coloca arriba de la preparación, cuyos beneficios para la salud empezaron a estudiarse con mayor profundidad. Formalmente, son como pequeños plantines. En el caso particular de las brásicas o crucíferas, que es como se denomina a la familia que incluye a las coles, están generando mucho interés por su alta concentración en una sustancia llamada isotiocianato”, explicó Camargo.
Dejemos en suspenso el isotiocianato y volvamos al ácido láctico. El interés que los deportólogos vienen depositando en esa sustancia producida por el organismo es que -aclara el trabajo-, la acumulación de lactato está «estrechamente correlacionada con el rendimiento”.
¿De qué manera se da esa correlación? “Aunque existe una considerable variación individual”, dicen los expertos, “los niveles más bajos de lactato en intensidades de ejercicio submáximas son una característica de las adaptaciones positivas a un período de entrenamiento aeróbico de resistencia”.

Dicho en criollo, una persona que produzca menores cantidades de ácido láctico frente a un demanda deportiva alta o altísima, será considerada «mejor adaptada» a la exigencia.
Irrumpe entonces el brócoli. En realidad, los brotes de ese vegetal, “que no son brotes como diríamos nosotros de un nuevo tejido que le sale a una planta equis sino el plantín, sin la semilla, que todavía es chiquito y en el futuro será una planta de brócoli propiamente dicha”, graficó Camargo.
Tras seguir el asunto en ratones, los suecos hicieron un experimento con humanos, en el que les hicieron consumir 75 gramos de brotes de brócoli (no de cualquier tipo) dos veces al día durante una semana. En el medio, los participantes hacían ejercicio de alta intensidad.
Más allá de que los resultados de los suecos no fueron publicados formalmente, se alinean con lo que se viene observando en este campo. Y tanto es así, que en algunos países ya se comercializan preparados industriales a base de estos compuestos, bajo la noción de que (de forma natural y no farmacológica, opción que por supuesto existe en el mercado) mejoran la relación lactato-carbohidratos: menos del primero y más «nafta» a disposición.
Según el trabajo, los investigadores vieron «una reducción en los marcadores de estrés oxidativo». Además, una «disminución de los niveles de lactato durante el ciclismo submáximo y una mejora en el rendimiento físico”, siempre en comparación al grupo control (placebo), que no había ingerido el alimento.

Alimentación y deporte: más allá del olor del brócoli
Para terminar de entender todo el asunto, falta un elemento clave y es que los brotes en cuestión eran ricos en glucosinolatos, o GRS. Camargo contó que “hace muchos años se investigan las brásicas como el brócoli, la coliflor, el berro, el nabo, el repollo o la mostaza, dada la particularidad que tienen de formar ‘metabolitos secundarios’. Es decir, que almacenan unos compuestos organoazufrados”.
Clarín le preguntó si eso del azufre es lo que produce olores desagradables en la cocción y las indeseables distorsiones gastrointestinales asociadas a las coles. La bioquímica lo explicó: “Todo eso ocurre cuando los tejidos vegetales se rompen. La planta entera no tiene olor, pero cuando uno mastica corta el alimento, los glucosinolatos entran en contacto con enzimas presentes en el citoplasma de la célula y dan lugar a los isotiocianatos”.
Todo eso “tiene una función en la naturaleza, ya que genera un efecto protector frente a los insectos y depredadores, que terminan alejados. El compuesto químico genera un efecto repelente”. Paradójicamente, el mismo compuesto que aleja a los depredadores con su aroma algo revulsivo es el que, cuando está concentradísimo (como en esos micro-greens o plantines micro-verdes) nos ayuda a optimizar el rendimiento físico.
Y no solo eso, siguió: “Lo que está recontra demostrado es el efecto anticancerígeno de esos compuestos. Es fabuloso porque intervienen a distintos niveles ante la carcinogénesis química”.
Las coles contra la hipertensión
Hay más. Un día hace unos cinco años, los investigadores mendocinos se preguntaron si estos micro-brotes verdes podían generar otros efectos beneficiosos para la salud, dado el potencial antiinflamatorio que vienen demostrando. La respuesta fue que sí.
“En lo que hemos avanzado ahora es en estudiar el efecto frente a la hipertensión arterial y la prevención de enfermedades cardiovasculares. Llegamos a estudiar tejidos celulares de ratas y obtuvimos resultados excelentes frente a la inflamación y el estrés oxidativo, al punto de que las ratas hipertensas expuestas de manera casi crónica a los micro-greens de coliflor no mostraron diferencias significativas con las ratas con presión arterial normal”, contó.
“Ahora estamos queriendo dar otro paso. Nosotros hacemos la parte analítica y trabajamos en colaboración con otros grupos que sí tienen animales y trabajan en ciencias médicas. Queremos ahondar en el impacto en la longevidad saludable, ya que vemos que con estos superalimentos se produce en organismos con hipertensión una suerte de remodelado vascular”, se entusiasmó.
“Sin embargo, estamos buscando un subsidio porque queremos escalar la investigación a humanos, con miras a desarrollar un suplemento. No es un momento fácil”, se lamentó la investigadora, y cerró: “Con mis investigaciones en ajo (¡los compuestos bioactivos son lo mío!) gané un subsidio de la línea de financiación PICT 2022. Eran 17 millones de pesos. Hasta el día de hoy me depositaron cero pesos”.
PS