Me gustan los pequeños gestos, esos que ritualizan lo cotidiano. Como el de María Rosa, que la semana pasada en vísperas de la Pascua preparó una rosca y cruzó en colectivo toda la ciudad para llevármela a casa. O el de Carlos Peludero quien se acercó al diario Hoy Día Córdoba con un sobre de papel madera para el Club de la Porota: adentro, su libro Rosas al vino tinto, una invitación a leer despacio, poesías de puño y letra. O como los miles de mensajes que circularon por WhatsApp en homenaje a un Papa querido, con palabras que cruzaron generaciones y geografías para acompañar una despedida con amor. Mensajes que, aún en la virtualidad, recuperaban el poder de la palabra como refugio, despedida y ofrenda.
Esos gestos, silenciosos y potentes, son rituales que nos devuelven al presente y nos invitan a narrar la vida con sentido. Nos enseñan que no hace falta grandilocuencia para que algo sea sagrado. Que una historia contada con ternura, un poema enviado con ilusión, o un mensaje reenviado con amor, pueden ser actos de contemplación.
El filósofo surcoreano Byung-Chul Han dice que estamos atravesando una “crisis de la narración” y una “crisis de la contemplación”. Lo dice sin condenas, como quien observa con atención: “ya no contamos lo vivido, porque muchas veces no llegamos a vivirlo con profundidad”. Todo se vuelve rápido, fragmentado, superficial. Pero también abre una posibilidad: recordar que aún podemos narrar, aún podemos contemplar.
Desde El Club de la Porota, elegimos cultivar esa posibilidad. Sostenemos que la palabra compartida, cuando es ofrecida con presencia, puede ser semilla, espejo, abrazo. Por eso, proponemos espacios donde narrar sea posible. Donde el tiempo no sea un obstáculo, sino un aliado. Donde los relatos de vida tengan lugar, forma y escucha.
Soy una fan de los podcast y audiolibros de la neurocientífica Nazareth Castellanos quien nos lo recuerda con claridad: “La atención es el gesto más profundo del cuidado.” Cuando respiramos con consciencia, cuando bajamos el ritmo, cuando miramos sin prisa, se activan redes cerebrales vinculadas a la empatía, la creatividad y la memoria. Es en esa presencia plena donde nacen las palabras que transforman.
¿Recuerdan a Betty Maldonado?, ¿a quien despedimos en una de nuestras columnas del mes de febrero? Betty, maestra, lectora apasionada y fundadora de la Biblioteca Despertares, sabía de esos gestos. Betty abrió su casa para anfitrionar la palabra (NDL: amo la palabra ANFITRIONAR ja!)Ella creía que leer juntas transformaba, que las palabras podían vincularnos y también sanar. Su biblioteca fue mucho más que libros: fue escucha, fue ronda, fue comunidad.
El Papa Francisco, en uno de sus testimonios más íntimos, hablaba del poder de las historias en la transmisión de la fe y del amor. Decía: “La vida se hace historia. Contar, escuchar, recordar… nos ayuda a comprendernos. Las historias nos enseñan a mirar con esperanza.” En tiempos de tanta urgencia, escuchar y contar pueden ser actos profundamente espirituales.
Por eso, desde El Club de la Porota proponemos volver a:
Respirar
Hacer pausas. Respirar profundo antes de iniciar una conversación, un encuentro, una ronda. La respiración nos trae al presente. Nos conecta con lo que sentimos, con lo que recordamos.
Contemplar
Observar sin apuro. Detenerse. Mirar el gesto del otro, el brillo en los ojos, la cadencia de la voz. La contemplación es una forma de conexión y cuidado.
Servir la palabra
Diseñar espacios donde la conversación tenga lugar. Donde se pueda decir sin apuro, sin interrupciones. Donde la palabra se ofrezca y se reciba como un gesto de hospitalidad.
Tejer encuentros
Celebrar las historias compartidas. Agradecer los gestos simples: un mensaje, un poema, una rosca de Pascua, un espacio de encuentro a libros abiertos, un café espontáneo… Sostener los vínculos con tiempo, ternura y presencia.
A veces una historia llega en un sobre de papel madera. A veces, en una cadena de WhatsApp que no tiene nada de banal. A veces, en una mesa compartida o en una videollamada inesperada. Lo que transforma no es el formato, sino el sentido con el que lo hacemos.
Siento que El Club de la Porota es eso: una trama que hospeda relatos, miradas, vínculos. Una práctica cotidiana que invita a quedarnos un poco más. A respirar, escuchar, contemplar, narrar. A recuperar el tiempo del encuentro, del diálogo, del cuidado.
Y en ese tiempo compartido, florece lo que tanto necesitamos: comunidad, memoria, humanidad.
Gracias por haber llegado hasta aquí, por habernos leído, escuchado y pacientemente respetado, sin juicios, contemplando.
Poema destacado
“Ignorando vamos” – Carlos H. Peludero (del libro Rosas al Vino Tinto, Colección El Búho)
Ignorando vamos
Hay un río que me lleva
en sus aguas color misterio.
Hay un río sin orillas
que nunca se detiene.
Hay un río tranquilo o encocorado
que ignora que me arrastra.
Nunca sabré
cuándo se volcará en el mar de la nada.
Tampoco lo sabe él
y sin saberlo seguimos.
Allá voy yo
siempre a punto de ahogarme
y sin embargo nadando
en el río que me lleva.
El autor: Carlos H. Peludero nació en Río Cuarto en 1935. Vive en Córdoba, es viudo y tiene tres hijas. Está rodeado de su familia y amigos, quienes lo acompañan en su camino de crecimiento continuo. Contador Público jubilado, ha estado ligado al mundo de las Pymes y al movimiento cooperativo. Con un fuerte compromiso social y político ha recorrido un largo trayecto de pensamiento y militancia, con la convicción de que siempre es posible construir un mundo mejor. Es autor de libros como Crónica de un ejemplo de resistencia (2010), La mujer blindada (2018), Casa Muda (2019), Quédate en casa (2021) y La flor y la grieta (2022). Participó en antologías y ha recibido menciones y premios en concursos literarios. En Rosas al Vino Tinto, su más reciente libro de poemas, Carlos despliega con sensibilidad una escritura que navega entre el tiempo, la memoria y los afectos.Gracias Carlos por habernos hecho llegar tu última publicación que atesoramos cuan ritual de contemplación.
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