Durante siglos el arte fue de derechas. Lo encargaban los poderosos, como se les llama ahora, las monarquías, la nobleza y, sobre todo, la Iglesia. Con el impresionismo, el arte salió a la calle, el artista se sintió más libre para pintar lo que quería, y un comprador, también libremente, adquiría, o no, esa obra. El papel del artista y del comprador se igualaron. Uno ya no trabajaba para el otro, estaban en un plano de igualdad. Y el comprador podía ser de derechas o de izquierdas, aunque durante muchos años los compradores fueron de una burguesía mayoritariamente de derechas. Compraron hermosos lienzos que decoraron sus viviendas.
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