“Las estrellas dicen que nosotros somos los fugaces”. Así se titula la obra, un largo friso de 20 metros de extensión, poblado de seres fantásticos inspirados en la mitología guaraní –como capires alados que sobrevuelan el cielo o picaflores con alas de mariposa– que da inicio al recorrido por la exposición Un puñado de tierra del artista misionero Andrés Paredes, inaugurada en el Museo Sívori, en el corazón del Rosedal.
El artista misionero Andrés Paredes. Foto: gentileza.En el jardín interno del museo, entre el perfume de un té de hierbas y un día soleado, el artista dio la bienvenida junto a las autoridades de la institución, justo antes de comenzar la recorrida guiada para la prensa por su exposición, que inicia con esa pintura monumental que se extiende como una guarda a lo largo de toda la sala, realizada en acrílico y tierra sobre tela, y que reproduce el cielo nocturno de Buenos Aires en septiembre, con precisión astronómica.
“Esta muestra empieza con una leyenda que dice que cuando el alma del guaraní muere, se va a una flor y el picaflor es el instrumento que conecta a los dos mundos, que retira el alma de la flor y lo lleva al otro mundo”, contó el artista sobre la inspiración que lo llevó a desplegar en este mural un bestiario de criaturas híbridas: un tapir con alas, tucanes metamorfoseados en mandrágoras y un pequeño coatí selvático. “Me interesa construir mis propios personajes a partir de elementos de la cultura guaraní”, señaló Paredes, cuya obra se inspira en la belleza y la exuberancia de la selva misionera.
Bolsas teñidas y bordadas
El friso convive frente a seis esculturas blandas de gran formato, como orquídeas, que evocan brotes y raíces. Realizadas en bolsas de gasa teñidas y bordadas, rellenas con tierra, lavanda, yerba mate y otras plantas medicinales, contienen también pequeñas “bombas de semillas” de especies nativas que, al ser arrojadas, pueden convertirse en árboles.
Muestra Un puñado de tierra del artista misionero Andrés Paredes. Foto: Emmanuel Fernández.“Por más que las flores se sequen, las plantas van a seguir vivas y el año próximo volverán a florecer”, contó Paredes entre el aroma de las hierbas que se desprende de las esculturas colgantes, casi como un bosque multisensorial.
Al final de la primera sala, el visitante se encontrará con “El oro de los sueños”, un gran calado en papel, de casi dos metros de extensión, la obra más ambiciosa del artista hasta el momento. La pieza remite a los ríos de América vistos desde un avión y evoca tanto las ramificaciones del Delta que desemboca en el Río de la Plata como la red de raíces que nutre la tierra.
Muestra Un puñado de tierra del artista misionero Andrés Paredes. Foto: gentileza.“Es la obra que más tiempo me llevó, porque es como dibujar los ríos y a la vez las ramas de un árbol”, explicó. La filigrana, trabajada durante meses, dialoga con la tradición del barroco misionero, herencia de las antiguas reducciones jesuíticas.
Casi en penumbras, la siguiente sala está dominada por “Materia vibrante”, una instalación que simula ser una gruta, entre cuevas de tierra colorada proveniente de Misiones, cuyo título toma su nombre del libro homónimo de la filósofa estadounidense Jane Bennet.
Allí, Paredes recrea un paisaje de formaciones cristalinas que parecen extraídas de una cantera, pero que en realidad fueron “cultivadas” en su taller a partir de un proceso químico con bórax luego de sumergir, curiosamente, muñecos de peluche. “No quise usar cuarzos verdaderos, porque para hablar de la espiritualidad de la piedra no iba a extraer nada de la naturaleza”, explicó.
Como si fueran piedras preciosas, las cavidades de esta instalación albergan estos cristales que fueron realizados en un proceso experimental por parte del artista, que le demandó hasta más de 12 horas. Con esta estrategia, Paredes evita recurrir a la extracción de minerales y propone, en cambio, un diálogo espiritual sobre lo que “siente la piedra” y la energía latente en la materia inerte.
Muestra Un puñado de tierra del artista misionero Andrés Paredes. Foto: gentileza.Le siguen obras como “Urupe” y “Bases geológicas”, que fueron realizadas en tintas y acrílicos sobre cemento esgrafiado, pero también otras pinturas realizadas con pigmentos naturales extraídos de la yerba mate, o de plantas medicinales, y otras más hechas de arcilla del valle de Atacama porque la tierra –como lugar donde todo se transforma– vuelve una y otra vez en la producción de Paredes, quien tituló a su muestra “Un puñado de tierra”, como un poema de Herib Campos Cervera, un texto que refleja el profundo sentimiento de quienes han sido separados de sus raíces.
Otros trabajos, como “El humo del ser” permiten a Paredes abordar la relación entre ritual y finitud: “Esta pintura habla un poco del ritual. En nuestro país es muy difícil pero en otras culturas, como la mexicana o la asiática, es más fácil pensarse finitos. Son lugares donde se celebran rituales completamente diferentes y, para muchas civilizaciones, el humo significa esa vuelta del alma al universo”, detalló.
El cierre de la exposición está dado por la monumental instalación “Volverse tierra”, varias mesas que albergan de manera amontonada arcilla, tierra colorada, cuarzos, amatistas y ágatas, dispuestas junto a cráneos y restos de hormigueros, además de 350 mariposas disecadas, que aparecen como metáfora de transformación y renacimiento. Elementos alquímicos, como tubos de ensayo y vidrios de laboratorio, refuerzan la idea de mutación constante, de la materia que se reconvierte en nuevas formas.
Muestra Un puñado de tierra del artista misionero Andrés Paredes. Foto: gentileza.
La brevedad de la vida
“Las vanitas tienen el propósito de hacernos reflexionar sobre la brevedad de la vida y la inevitabilidad de la muerte. En las misiones jesuitas guaraníes el barroco europeo se fusionó con elementos culturales indígenas guaraníes originando una mezcla que constituyó un sincretismo estético y espiritual que Andrés Paredes expresa en sus obras haciendo uso de elementos simbólicos”, se puede leer en el texto de sala, junto a la obra, donde concluye: “Se trata de volver a la tierra para ser parte de ella en un proceso de integración que considera la pérdida del enraizamiento terrenal para integrar la esencia del ser al cosmos”.
La exhibición se despliega en las salas del museo siguiendo un recorrido circular: después de atravesar todas las obras, el visitante sale de la última sala y regresa a la primera, bordeando el jardín interno vidriado del museo, poblado de árboles. “En este recorrido somos nómades dentro de un ciclo. Damos la vuelta y volvemos al inicio, al lugar donde comienza la vida. Y ese imán es el jardín que está acá adentro. Como la búsqueda eterna de los guaraníes”, dijo Paredes.
Muestra Un puñado de tierra del artista misionero Andrés Paredes. Foto: gentileza.“Yo tengo 22 por ciento de sangre guaraní, según un test genético. Mis abuelos hablaban guaraní y nací en Apostoles, Misiones, en un contexto donde conviven descendientes de pueblos originarios con inmigrantes europeos. Siempre admiré su cosmovisión y su música”, dijo el artista en diálogo con Clarín.
En esa convivencia de investigación, tradición oral e imaginación personal se sostiene su obra. “Hay cosas que uno puede rastrear en la bibliografía, pero la cosmogonía guaraní es principalmente oral. Entonces, mucho de lo que construyo es inspiración propia, ya que como artista puedo ficcionalizar para imaginar universos a partir de esas raíces”.
Con curaduría de Sandra Juárez, Un puñado de tierra puede visitarse en el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori (Avenida Infanta Isabel 555, frente al Rosedal), hasta el 30 de noviembre, los lunes, miércoles, jueves y viernes de 11 a 19. Sábados, domingos y feriados de 11 a 20.





