No es un asunto urgente pero es política y electoralmente muy importante: ¿blancos y colorados, junto con algunos otros como el Partido Independiente, van a presentarse bajo un mismo lema en las elecciones nacionales y departamentales de 2029 y 2030?
De entrada, hay que evitar caer en la tontería de que una coalición es fusión y que con ello se pierde identidad partidista propia. Ni es fusión, ni tampoco implica que esos partidos pierdan vigencia, estructura, discurso, perfil, historia propia, etcétera. Entiendo que para algunos blancos y colorados construir una alianza electoral con el otro partido tradicional resulte doloroso o difícil, en función de historias y gestas del pasado. Pero hay que adaptarse a los cambios y asumir los nuevos tiempos, que, por cierto, ya llevan más de un cuarto de siglo: hace décadas ya que el protagonismo es ocupado por lo que el senador Ojeda llama las generaciones “nativas coalicionistas”.
Luego, está la prueba del nueve: si los Caetanos y Chasquettis de la vida, es decir, los más redondos exponentes de la hegemonía frenteamplista en ciencias sociales, señalan por unanimidad que no debiera hacerse la Coalición Republicana, lo más probable es que el mayor interés de blancos y colorados sea, justamente, hacerla. Las sandeces invocadas, que muchas veces implican un eje progresismo- conservadurismo en el que el polo progresista siempre es moralmente superior, no son más que un poco de bullying, ni siquiera muy sofisticado, contra aquellos blancos y colorados que confunden historia con política, y contra aquellos también más politizados que, ingenuos, aún creen que las opiniones de esos operadores zurdos merecen ser académicamente respetadas.
Pero hay otros argumentos. Ganar al menos diecisiete intendencias, con gobiernos departamentales blanco- colorado, generalizando así lo de Salto 2025. También, promover una mayor competencia entre agrupaciones y sectores de todos los partidos, en todas las circunscripciones, para paliar así la nefasta decisión de 1997 de eliminar la acumulación por sublema a Diputados. Además, sumar bajo un mismo paraguas electoral a esos más de 100.000 votos que ni en 2019 ni en 2024 prefirieron a los partidos tradicionales, pero que tampoco optaron por el Frente Amplio (FA), de manera de todos beneficiarse con el reparto de bancas D´Hondt- Halty. Finalmente, y tan relevante como todo lo anterior: asumir el rumbo republicano común que ya transitaron como gobierno entre 2020 y 2025, a la vez que operar un fuerte rastrillo electoral atrápalo- todo bajo una acumulación que refleje en el Parlamento a las mayorías populares reales del país, esas que todos sabemos que desde 2009 no le dan al FA la mayoría absoluta de votos (aunque sí la obtuvo en bancas, salvo en 2019 y en 2024 por dos en Diputados).
La verdad es que hace al menos ya tres décadas que Uruguay tiene dos caminos distintos para transitar: el que prefiere el FA y el que prefieren los republicanos. Me cuesta creer que para el próximo ciclo electoral blancos y colorados no asuman cabalmente sus responsabilidades históricas, y que sigan por tanto sin darle al país el instrumento electoral y político que la gente mayoritariamente reclama. Hay que ocuparse de ir juntos en todo el país. Republicanos: a las cosas.
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