Llegan tempranito, varios minutos antes del horario pautado. Se respira ansiedad, nervios, expectativas en la sala de encuentro. Iban a ser ocho, pero una señora, la más grande, la que acaba de cumplir cien años, prefiere preservarse de este inoportuno frío, no vaya a ser cosa que se prive de la ceremonia de este jueves. El resto está esperando a Clarín, todos sentados, conversando sobre cómo irán vestidos a la esperada gala. Son seis mujeres y un hombre que van de ochenti largos hasta los noventa y pico.
La cita es en la Fundación Tzedaká, organizadora y propulsora de un evento que será único en su tipo: ocho sobrevivientes del Holocausto, de religión judía, realizarán un ritual que debieron postergar hace alrededor de ochenta años, porque ellos y sus familias escapaban del nazismo. No pudieron hacer el ansiado Bar Mitzvá (para varones) y Bat Mitzvá (para mujeres, aunque no era frecuente por aquel entonces), sin embargo desde hace un año que se vienen preparando para el «Jai Mitzvá».
Ellos tendrán su reparación histórica, pero también emocional y espiritual. Este jueves, a las 10.30, en el Templo Max Nordau, serán recompensados con un rito que el rabino Marcelo Bater -figura clave y de contención para el longevo grupo- bautizó con el nombre Jai Mitzvá. ¿Qué significa? «Se refiere a un acto especial para sobrevivientes de la Shoá que, a través de una ceremonia rinden homenaje a su vida y fe a pesar del trauma sufrido. ‘Jai’ significa ´vida´ en hebreo, por lo que el término combinado es la celebración de la vida», explica Bater.
Los protagonistas son personas nacidas en Rumania, Croacia, Polonia, Alemania, Bélgica, República Checa y Austria, quienes, tras el nazismo, encontraron refugio en nuestro país, donde reconstruyeron sus vidas. «Argentina es nuestra casa, nuestro hogar, el lugar que nos abrió las puertas en el peor momento. A pesar de lo difícil de nuestras vidas, de cómo costó salir adelante, fuimos y somos felices en Buenos Aires. Acá empezamos de cero y damos por descontado que es nuestro lugar querido, elegido y reelegido», coinciden los protagonistas.
 «Jai» significa «vida» en hebrero y se utilizó esta palabra para rebautizar el rito. Foto: Ariel Grinberg.
«Jai» significa «vida» en hebrero y se utilizó esta palabra para rebautizar el rito. Foto: Ariel Grinberg. Ellos se presentan ante Clarín: Marisha Szefner (89), polaca; Ruth Jacquel Marshall (94), austríaca; Pedro Polacek (89), nacido en Praga, en la ex Checoslovaquia; Ilse Jordan (96), alemana; Elizabeth Kogan de Kociak (88), polaca; Berta T. (no quiere dar su apellido por temor, 87), belga; y Alba Silvia Werthein (86), argentina, hija de alemanes, casada con Pedro, sobreviviente del Holocausto. «No vemos la hora de que llegue el jueves, tenemos una mezcla de sentimientos, pero básicamente hay ansiedad y alegría», toma la iniciativa Ruth.
«Nosotros no pudimos hacer el Bat Mitzvá en su momento y cuando nos lo propusieron, bueno, no fue sencillo al principio, pero le fuimos tomando el gustito a la idea y en mi caso lo hablé con la poca familia que tengo y estuvieron muy de acuerdo. Pero quiero destacar que fue fundamental la participación de Marcelo (Bater, el rabino), muy amoroso, nos contuvo, nos sacó todas las dudas y sobre todo nos animó a realizar la ceremonia», se suma Betty, como la llaman a Berta.
 «Un acto de reparación histórica, emocional y espiritual», coinciden.  Foto: Ariel Grinberg
«Un acto de reparación histórica, emocional y espiritual», coinciden.  Foto: Ariel Grinberg Será un evento muy movilizante para estos adultos mayores que se conocieron en la Fundación Tzedaká (en el mismo edificio donde se encuentra el Museo del Holocausto), lugar al que asisten cada semana al tercer piso de la calle Montevideo, y donde reciben apoyo, contención, calidez y un abanico variopinto de talleres (idiomas, juegos, actividades sociales y literarias) que les permiten disfrutar del otoño de sus vidas. A través de iniciativas que promueven el envejecimiento activo, Tzedaká les asegura bienestar, socialización y calidad de vida.
Elizabeth saca pecho y cuenta que ella no le consultó a nadie: «Decidí yo, primero acepté la propuesta de hacer el Jai Mitzvá y luego le comuniqué a mi familia, que tomaron la noticia con mucha alegría.» Junto a ella está Pedro, algo retraído ante el grupo de chicas que lo rodea. Ellas lo miman y lo animan. «Yo no iba a hacer el Bar Mitzvá, no lo tenía en el radar, no era algo que sintiera que era una asignatura pendiente. Hasta que me convencí que sería importante no sólo por mí, sino por toda esa gente que no tuvo la posibilidad de hacerlo y la que no pudo elegir», cuenta él.
 Pedro, el único varón del grupo, no tenía pensando hacer el Jai Mitzvá. Foto: Ariel Grinberg.
Pedro, el único varón del grupo, no tenía pensando hacer el Jai Mitzvá. Foto: Ariel Grinberg. Ilse, Alba, Marisha y Elizabeth lo miran embelesadas por lo que acaban de escuchar. «No lo podías haber dicho más lindo, Pedrito», lo piropea Ruth. Se produce un silencio inesperado. Hay que que decir que con la presencia de Clarín emerge cierta timidez. También vale subrayar que unos 600 años suman estas siete personas que brillan por su lucidez y expresividad, más allá de algunas nanas lógicas. Está la locuaz y introvertida, también el que responde con lo justo y la que se explaya con su historia personal.
Bater, el rabino, está en la reunión y permanece en silencio, aunque cada tanto apuntala. «Esta ceremonia será como rendir homenaje a nuestra vida, a la memoria y a la identidad de nosotros, que somos los sobrevivientes de la Shoá«, se anima Alba. «Claro -asiente Berta-, es la gran oportunidad de reencontrarse con nuestra historia y con la fe». Marisha escucha y aporta lo suyo, valioso. «Poder concretar esta ceremonia, tantas décadas después, constituye un acto de reparación histórica, emocional y espiritual».
 El ensayo del Jai Mitzvá.
El ensayo del Jai Mitzvá.«El Proyecto Jai Mitzvá es un mensaje universal de esperanza y dignidad -responde Bater-. Es un recordatorio de que, aún después del dolor y la pérdida, es posible celebrar la vida, la fe y la continuidad. Ellos dan una nueva demostración de su capacidad de resiliencia y superación, también de compromiso, en este caso con la religión, pero esto va más allá de la religión. Esto que harán no es un mensaje sólo a sus familias, sino para todo el mundo. Y un mensaje valiente, especialmente después de lo sucedido en Israel el 7 de octubre de 2023″.
Ruth, una de las que más interviene, remarca: «El Jai Mitzvá no estaba en mis planes, para nada, pero me va a encantarla hacerlo, lo que no significa que a partir de este acto yo me sienta más judía o complete mi identidad. Yo ya lo tenía bien claro porque yo me siento muy identificada con el judaísmo, mis raíces están ahí. No tengo nada que demostrarme, pero si hago esta ceremonia es más por un ejemplo que quiero para mis hijas y mis nietos.»
llse es más de escuchar que de hablar, pero cada tanto desliza algún pensamiento: «Para mí el jueves 30 de octubre no será un día más, será una fecha que quedará en mi memoria y en la de mi familia. Poder hacer la ceremonia significa tener paz interior.» Berta coincide y destaca que «era una asignatura pendiente y lograrlo dará mucha tranquilidad».
Alba, la única argentina del grupo, reflexiona con sagacidad: «No será una evento normal, tradicional. Son los chicas y las chicos cuando a los 12 y 13 años celebran su Bat y Bar Mitzvá con padres, tíos y abuelos presente. Acá la historia es al revés, nosotros seremos los protagonistas del festejo ante la mirada y la emoción de nuestros hijos y nietos. No tiene precio.»
Casi todos admiten que no fue fácil hablar con sus hijos de ese pasado tan duro por el que tuvieron que atravesar. Tal vez para preservarlos y para no cargarlos con una vida en la que el calvario era moneda corriente. «Yo recién pude abrirme después de los sesenta años», confiesa Pedro. «A mí los que más me preguntan son mis nietos, que quieren saber cómo era mi niñez, al cuidado de quién estaba…», se suma Elisabeth. «A todos nos ha costado hablar, era muy difícil, por eso creo que nos animamos tarde, pero lo pudimos hacer», enfatiza Ruth. «En mi casa era un tema tabú, de eso no se habla, había un silencio tenso», subraya Alba.
Marisha y Berta se sienten orgullosas del grupo que se constituyó en Tzedaká. «Hay varios casos de sobrevivientes adultos que han hecho el Bar y Bat Mitzvá por su cuenta y de manera individual, para obsequiar algo a la familia… Pero no hay antecedente en el mundo de algún otro grupo sobreviviente de la Shoá, que haya realizado una ceremonia como ésta estando todos juntos y fuera de Israel», afirman. El dato se los pasó el rabino, que aprueba con satisfacción.
En cuanto a la ceremonia en sí, cabe mencionar que los ocho «agasajados» leerán la Torá y sus bendiciones, realizarán rezos y cantarán, van a decir un texto personalizado con lo que representa para cada uno el Jai Mitzvá y por qué es importante a esta altura de sus vidas.
En Tzedaká, gracias al Programa de Ayuda a Sobrevivientes, Marisha, Pedro, Alba, Betty, Ruth, Ilse, Anita y Elisabeth pudieron ir reconstruyendo sus historias, abriéndose y de a poco compartirlas con el otro. «En este lugar es un poco más fácil, además del abrigo y la contención que recibimos, cada uno de los que estamos aquí sabemos de lo que hablamos, sabemos por lo que nuestros padres y nosotros tuvimos que sufrir y atravesar el horror. Nos entendemos, hay una historia de vida en común», hacen saber.
Reaparece el rabino Bater, quien explica cómo nació el nombre de la ceremonia: «No era adecuado hablar del Bat y Bar Mitzvá, que se hacen a los 12 y 13 años, con lo cual tuvimos que pensar cómo denominaríamos este evento único en el mundo y se nos apareció la palabra vida, Jai en hebreo, ‘Jai Mitzvá’, una expresión que tendrá su flamante estreno. Y qué mejor que la palabra vida para llamar a esta ceremonia, si ellos son un verdadero ejemplo de vida. Lo que harán ellos este jueves será honrar la vida, honrar cada una de sus vidas.»
No hay tiempo para más, sólo resta una expresión de deseo, una ilusión, tal vez un sueño. «Ojalá que este acto resulte un espejo para otros como nosotros. Esperamos que esta iniciativa abra el camino de más sobrevivientes, quienes por algún motivo no pudieron o no se animaron. Nos gustaría ser un ejemplo para ellos y que sepan que estamos aquí para lo que necesiten», aseguran los agasajados.
Se despiden con un abrazo afectuoso y una sonrisa que ilumina rostros ajados, pero fuertes, expresivos y que transmiten tremendas ganas de vivir. «Tenemos mucho por delante, nos gusta hablar de futuro, proyectar como ese viaje que nos gustaría hacer a Israel», cierran.
Quién es quién
Si bien el encuentro con Clarín fue grupal y la charla giró prácticamente por las sensaciones que les producía este hecho histórico de realizar el «Jai Mitzvá», cada uno de ellos -junto a sus familias- tuvo un durísimo pasado, signado por castigos, persecuciones, desapariciones y huidas (muchas de película) del nazismo. A continuación, una breve biografía de cada uno de ellos.
 Marisha Szefner (87) permaneció escondida durante tres años en un espacio mínimo para poder sobrevivir.
Marisha Szefner (87) permaneció escondida durante tres años en un espacio mínimo para poder sobrevivir.Marisha Szefner nació el 19 de abril de 1938 en Lodz, Polonia, en el seno de una familia dedicada a la platería y al rubro textil. Su infancia quedó marcada por la invasión nazi: con menos de dos años, su padre organizó su huida del gueto lanzándola por los muros del cementerio para salvarla. Durante casi tres años, Marisha y sus padres permanecieron escondidos en un espacio de dos metros cuadrados en la casa de una mujer polaca. Allí sobrevivieron en condiciones extremas, saliendo solo de noche para evitar ser descubiertos. Tras la guerra, regresaron a Lodz, pero la desolación y el antisemitismo persistente los llevaron a emigrar a la Argentina en 1950. En Buenos Aires, la familia abrió una fábrica textil y Marisha estudió Farmacia y Bioquímica en la universidad, donde conoció a su esposo, quien se convirtió al judaísmo por amor. Tiene dos hijos y una nieta.
 Ruth Jacquel Marshall (94) vivió un año en Gran Bretaña, donde fue acogida por una familia que la protegió.
Ruth Jacquel Marshall (94) vivió un año en Gran Bretaña, donde fue acogida por una familia que la protegió.Ruth Jacquel Marshall nació en Viena, Austria, en 1931. El papá era asesor jurídico y la mamá tenía un local de decoración, pero su vida cambió drásticamente tras el Anschluss (anexión) en marzo de 1938, lo que provocó la huida de su padre a Francia y la pérdida del negocio familiar. En una suerte de arreglo similar al Kindertransport, Ruth viajó a Gran Bretaña, donde fue acogida por una familia judía, y posteriormente, en noviembre de 1939, se reunió con sus padres en Buenos Aires, Argentina, escapando de la persecución. En Argentina continuó sus estudios y se graduó como Técnica Óptica, aunque decidió trabajar con su madre en un negocio de decoración, y en 1951 se casó con Jorge Marshall, con quien tuvo dos hijas. Tras enviudar en 1992, continuó con su trabajo. En la Fundación Tzedaká conoció a pareja actual con Kurt.
 Pedro Polacek (89) fue deportado junto a su madre al campo de concentración checo.
Pedro Polacek (89) fue deportado junto a su madre al campo de concentración checo.Pedro Polacek nació en Praga, Checoslovaquia, en 1936, y su infancia transcurrió en el contexto de una situación difícil en Bohemia, donde su familia materna administraba ranchos y su familia paterna intentaba obtener visas para huir. Tras la expropiación del rancho en 1939 y la reubicación en Praga, sus padres intentaron prepararlo para el futuro, incluso bautizándolo en 1942, aunque solo ellos debían usar la Estrella de David. Luego, Pedro y su madre fueron deportados al campo de Terezin, donde él fue separado en una barraca de niños y tuvo su última conversación con su padre, quien fue deportado al día siguiente a Auschwitz y nunca regresó. Tras ser liberado en mayo de 1945, su madre recuperó brevemente el rancho, pero las dificultades la llevaron a venderlo y a buscar la salida del país, lográndolo en 1949 gracias a una tía que vivía en Argentina. En Argentina, Pedro completó sus estudios, se recibió de Ingeniero Mecánico y trabajó en la industria automotriz. Tiene tres hijos y cuatro nietos.
 Ilse Jordan (96) escapó junto a su madre antes del comienzo de la guerra y llegaron a Buenos Aires en 1937.
Ilse Jordan (96) escapó junto a su madre antes del comienzo de la guerra y llegaron a Buenos Aires en 1937.Ilse Jordan nació en Berlín, Alemania, en 1929. Tras el ataque a la tienda de lencería de sus padres, la familia decidió emigrar: su padre viajó a Argentina en 1936 para preparar la llegada, mientras que Ilse y su madre se mudaron con sus abuelos hasta conseguir los visados. Finalmente, en abril de 1937, llegaron a Buenos Aires a bordo del barco Jamaique. En Argentina continuaron con la fabricación de lencería. Ilse, por su parte, estudió en la Universidad de Buenos Aires y se recibió de Licenciada en Química en 1954, profesión que ejerció hasta su jubilación. Formó una gran familia junto a José Smilg (con quien estuvo casada 71 años), con 2 hijas, 6 nietos y 12 bisnietos.
 Elizabeth Kogan (88) pudo escapar junto a su madre gracias a la ayuda de oficiales soviéticos.
Elizabeth Kogan (88) pudo escapar junto a su madre gracias a la ayuda de oficiales soviéticos.Elisabeth Kogan de Kociak nació en Vilna, Polonia, en 1937, y un año después su padre emigró a Argentina buscando un futuro mejor para la familia. Tras la invasión alemana en junio de 1941, su madre y ella lograron sobrevivir y escapar gracias a los oficiales soviéticos que la madre conocía por su trabajo como cajera en el Casino de Oficiales. Fueron puestas en un tren a Moscú y, de inmediato, enviadas a Glazov (Rusia) hasta el final de la guerra. En 1946 pudieron emigrar y aunque querían ir a Israel, la enfermedad de su madre las llevó a buscar al padre de Elisabeth, por lo que viajaron a París, Asunción y Montevideo. Finalmente, ingresaron ilegalmente a Argentina el 13 de enero de 1949, donde su padre las esperaba. Ya en Argentina, Elisabeth estudió Perito Mercantil, trabajó como secretaria y se casó con Natalio Kociak en 1960 y tuvo dos hijos, tres nietos y un bisnieto. Enviudó en 1979. Hoy tiene un nuevo compañero de vida.
 Berta T. (87) fue separada de sus padres y vivió escondida con tres familias en un convento.
Berta T. (87) fue separada de sus padres y vivió escondida con tres familias en un convento.Berta «Betty» T. nació en Bruselas, Bélgica, en 1938, y a los 4 años, tras la invasión alemana de 1940 y la escalada de la persecución judía, fue separada de sus padres para ser escondida con tres familias diferentes y por nueve meses en un convento, todo con la ayuda del Movimiento de Resistencia de Familias Cristianas. Sus padres se escondieron por separado en la ciudad, y su madre se escapaba para verla ocasionalmente. A los 7 años, después de la guerra, se reencontró con sus padres y, tras el nacimiento de su hermana y el deseo de su padre de reunirse con su única familiar viva en La Pampa, la familia emigró a Argentina en 1951. En Buenos Aires, Berta se casó a los 18 años y separó en 1981. Trabajó durante 20 años en el Hospital Moyano, y gracias a una reparación económica de Alemania como sobreviviente de la Shoá, pudo comprar su departamento. Tiene 3 hijos, 5 nietos y 3 bisnietos.
 Alba Wertheim (86), argentina, hija de alemanes y sobreviviente de un campo de concentración.
Alba Wertheim (86), argentina, hija de alemanes y sobreviviente de un campo de concentración.Alba Silvia Wertheim nació en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1939, siendo la hija única de Max y Claire, ambos nacidos en Alemania. Sus padres se habían visto forzados a huir a Londres en 1936, donde se casaron, para luego continuar a Francia y embarcarse hacia Argentina, donde llegaron en 1937. Alba realizó sus estudios primarios en el Colegio Pestalozzi y el secundario en el Liceo N°1, para luego estudiar corte y confección y alta costura, oficio al que se dedicó por muchos años. En clases de baile de salón conoció a Pedro, también sobreviviente de la Shoá que había llegado a Argentina desde Croacia, con quien se casó en 1961 y formó familia. Tiene dos hijos, también nietos y bisnietos.
 Anita Isaac de León (100) logró sobrevivir gracias a la solidaridad de los empleados cristianos de su propio restaurante.
Anita Isaac de León (100) logró sobrevivir gracias a la solidaridad de los empleados cristianos de su propio restaurante.Anita Isaac de León nació en Bacau, Rumania, en 1925. Hija de una familia dedicada a la gastronomía, creció en un entorno marcado por las restricciones impuestas al pueblo judío durante la época del nazismo. Su familia se trasladó a Bucarest en busca de mejores condiciones y allí abrió un restaurante que logró sobrevivir gracias a la solidaridad de sus empleados cristianos. Su padre fue obligado a realizar trabajos forzados y Anita no pudo continuar sus estudios. Tras la liberación de Rumania, se casó con Harry León, su vecino y diez años mayor, con quien compartió una profunda historia de amor y supervivencia. En 1952 emigraron a la Argentina y se establecieron en Mendoza, donde Anita abrió un taller de alta costura y confeccionó el primer abrigo tipo Montgomery del país. Anita tiene un hijo, 4 nietos y 7 bisnietos.
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