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viernes, junio 13, 2025

‘El chico que sobrevivió a Auschwitz’: La valentía de Levi contada por su sobrina-nieta

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Hacía falta publicar un segundo libro para conocer la historia, su historia, reconstruir el pasado y completar el árbol genealógico de la familia Lerman. Una historia de pérdidas, de dolor, sufrimiento, supervivencia y resiliencia tras haber padecido el horror que significó el Holocausto. Como muchas familias de origen y tradición judía.

En 2020, en plena pandemia, Natalio Lerman se encontraba vaciando el departamento de su padre Salomón, quien había fallecido el 4 de junio de 2002, a los 94 años. De pronto, encontró algo inesperado: dentro de una vitrina halló el Yizkor book, un libro que contenía relatos de su padre y otros sobrevivientes de la Shoá en idish, escrito en 1949.

Además, había fotografías y más de 100 documentos en idish, polaco, francés y hebreo sobre el horror que vivió junto a su familia en Ostrewiec, el pueblo donde vivían los Lerman en Polonia convertido en un gueto por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Gran parte de su familia fue asesinada en los campos de concentración en Treblinka.

Adriana, hija de Natalio, se encargó de decodificar la documentación y comenzó a investigar minuciosamente cada dato para reconstruir la historia. En 2022 publicó El dolor de estar vivo (Editorial El Ateneo), un libro que narra la historia de su abuelo Szlama (en polaco), Shlomo (en idish), Simón o Salomón, según el nombre que utilizaba en ese entonces: fue víctima de progromos y ataques antisemitas, cómo se escapó de la Guerra, cómo murió su familia y cómo llegó a la Argentina para tener una nueva vida. La historia de un héroe anónimo que jamás logró contarle a su hijo ni a su nieta por pudor, por tratarse de un hecho tabú o por sentir vergüenza.

Parte de la documentación sirvió también para reconstruir una nueva historia, la de Chil Majer (hermano de Salomón) y su hijo Levi, los otros integrantes de la familia Lerman que lograron sobrevivir a la Guerra.

En diálogo con Clarín, Adriana Lerman, una farmacéutica y profesora de hebreo (morá) devenida en escritora, cuenta cómo narró El chico que sobrevivió a Auschwitz (también de El Ateneo), la historia de Levi, un chico de apenas 14 años nacido en Ostrewiec como su tío Salomón. Junto a su padre, logró sobrevivir a cinco campos de concentración, donde pasó su adolescencia y protegió a su padre.

–¿Tu segundo libro viene en relación al libro anterior (El dolor de estar vivo) o a toda la documentación que habían encontrado de tu abuelo Shlomo?

–Totalmente. Tenía dos historias paralelas que eran totalmente distintas: había investigado absolutamente todo, qué pasó en Ostrowiec cuando vino la invasión de los nazis a Polonia el 1 de septiembre de 1939, el gueto de Ostrowiec y su posterior liquidación, qué le pasó a la familia, los campos de concentración, entre otras cosas. Me acuerdo cuando mi papá me dijo: “esto lo tenés que publicar”. Así que me puse a escribir, como si fuera un libro. Queríamos que esto se conociera y que no quede solamente en nuestro círculo familiar íntimo. Sino, no trascendía: nada más lo lee mis familiares. Era una historia más que se perdía.

Adriana Lerman. Foto: Ariel Grinberg.
Adriana Lerman. Foto: Ariel Grinberg.

–Tenías dos historias en una.

–Así es. Obviamente, empecé por la de mi abuelo, con quien viví. Era mi persona muy cercana en el día a día. Una vez que terminé con el primer libro nunca dejé de investigar la otra parte que es mucho más difícil de abordar. Lo de mi abuelo era un poco más “suave” y se hablaba poco de esto, de cómo sufrieron los refugiados y cómo escaparon antes de la Guerra y este dolor tan grande de haber perdido a la familia, pero era mucho más difícil abordar la parte de los familiares que quedaron varados o atrapados en Europa y no pudieron contarla. Solamente se habían salvado mi abuelo Chil Majer Lerman (su nombre completo es Yekhiel Majer Lerman) y uno solo de sus cuatro hijos: Levi, el protagonista de mi último libro.

–¿Por qué Levi es el protagonista y decidiste contar su historia y no la del hermano de tu abuelo?

–Cuando quería contar la otra historia, la de los sobrevivientes de la Guerra en Europa, primero pensaba en hacerla a través de la voz del hermano (Chil Majer Lerman) pero no me salía, no podía encontrar cómo contarlo a través hermano de mi abuelo. Ahí me di cuenta, tal vez, porque era un tema de un chico o porque lo conocí más. El recuerdo que tengo es de Levi, León. A Chil Majer no lo llegué a conocerlo tanto.

–¿Los conociste a los dos cuando tu abuelo los fue a buscar a Uruguay?

–Exacto. Él los trajo acá. Con mi papá tuvieron muchísima relación pero yo recuerdo más a Levi, que hoy tendría 100 años (falleció el 20 de junio de 2000). Chil Majer falleció el 21 de febrero de 1979. Yo nací en 1971, por eso no lo recuerdo tanto. Sentí como tener ganas de contar la historia a través de los ojos de un chico. Cuando Alemania invadió Polonia, Levi tenía 14 años. Me resultaba más fácil identificarme y ponerme en la historia de él para contar la historia a través de los ojos de un joven y cómo la guerra lo despojó prácticamente su adolescencia. Levi es un chico sin juventud ni adolescencia: cuando tenía 14 años lo agarró la Segunda Guerra Mundial, estuvo seis años hasta el 15 de abril de 1945, cuando fue liberado en el campo de concentración de Bergen Belsen. Levi pasó de 14 a tener 20 años en plena Guerra. Recién logró llegar a la Argentina cuando fue rescatado por mi abuelo, el 3 de septiembre de 1947 con su padre y su esposa Lola, otra sobreviviente, con quien se casó en Bergen Belsen. Entonces, de 1939 a 1947, estuvo ocho años en medio del horror. Por eso, mi segundo libro fue contado a través del ojo inocente de un chico.

–Lo narraste en primera persona: vos sos él. También lo contaste después de haberlo conocido.

–Al igual que mi abuelo, Levi nunca contó su historia. Hay sobrevivientes que pudieron hablar porque sintieron como una forma de poder desahogarse, pero otros no pudieron hablarlo nunca. En el caso de mi tío-abuelo Chil Majer y de su hijo Levi, no era un tema de conversación. Me acuerdo hablar con las hijas de Levi y ellas me decían que era un tema imposible, no se podía hablar de eso. Sin embargo, Lola, la esposa de Levi y también sobreviviente con quien se casó en Bergen Belsen tras haber estado en Auschwitz, después de muchos años se pudo abrir y logró empezar a hablar.

–¿Cuando te encontraste con los documentos tuviste que ir seleccionando las historias de tu abuelo y separarla de la de Levi, su sobrino?

–Así es. Tenía ciertos baches en la primera y en la segunda historia. Quienes me ayudaron con los baches fueron las hijas de Levi: Mary vive en Buenos Aires y Susi, en Israel. Me aportaron fotos y documentación, porque hasta la liberación no hay nada. No tenían ninguna documentación porque pasaron la guerra allá. Tengo unos documentos que se los dieron en el campo de concentración de Bergen Belsen una vez que fueron liberados ya que hasta ese momento, no tenían identidad. Lo interesante de esto es que estos documentos son lo que ellos decían ser. Es decir: armaron documentación simplemente con lo que ellos contaban.

Adriana Lerman. Foto: Ariel Grinberg.Adriana Lerman. Foto: Ariel Grinberg.

–Habían perdido todo: su casa, su forma de vida e incluso su identidad que los respaldara.

–Ellos no tenían nada, eran personas que estaban con una vestimenta a rayas y nada más. Esta documentación fue realizada por la Cruz Roja Internacional junto con los organismos internacionales de rescate, quienes liberaron a los judíos sobrevivientes y a otros sobrevivientes. Ellos armaron esta documentación y con esto podían manejarse. No tenían absolutamente nada. Los habían despojado de todo. Este documento dice lo siguiente: “El o ella (Lola o Levi) declara que nunca ha cometido ni ha sido condenada por ningún delito y no puede presentar certificado ya sea de casamiento, licencia, divorcio o registros policiales, porque fueron confiscados en los campos de concentración. Esta persona cuya foto aquí se detalla, certifica que es correcta y declara que todos estos hechos son verdaderos”. Todo esto está publicado en mis libros, es una de las cosas que más me impactó. Como libro testimonial me parece súper importante esto que hago en mi primer libro y en el segundo: todo lo que cuento son todos hechos reales, está todo documentado. Si bien está escrito en primera persona, todo lo que está en el libro tiene su certificado. Esto pasó y esto es así.

–¿Cuánto tiempo estuvo Levi en el campo de concentración con su padre y qué tareas hacían?

–Levi y su padre vivían en el gueto de Ostrowiec, cuando fue creado en 1941, donde hacían trabajos forzados. En 1942 pasaron a realizar trabajos forzados al campo de concentración Czestocice. En 1944 pasaron al campo de exterminio Auschwitz Birkenau (Auschwitz II) y luego al campo de concentración Buna Monowitz (Auschwitz III). En 1945 estuvieron en el campo de concentración Dora Mittelbau y, por último, en el campo de Bergen Belsen, donde fueron liberados el 15 de abril de 1945.

–Luego viene la segunda etapa de Levi y su padre, tras la liberación: cómo salir adelante como sobrevivientes del Holocausto.

–Exacto. Una vez que están en el campo de refugiados uno piensa que terminó la Guerra y ya está. Era dificilísimo, tenían que volver al círculo de la vida, empezar a sociabilizar, hacer actividades, cómo moverse, etc. En el libro cuento todos sus traslados, no fue fácil. Tuvieron que pasar por Munich y otras ciudades de Alemania para completar alguna documentación para finalmente llegar a Montevideo. Esto fue completamente subsidiado por el Joint y organismos internacionales.

–¿Qué conclusiones podés sacar de El chico que sobrevivió a Auschwitz, tu segundo libro?

–Lo que más me sorprendió fue la valentía y resiliencia de Levi y Chil Majer. La inquebrantable voluntad de vivir y de salir adelante sin darse nunca por vencido. También, la desesperación de mantenerse juntos. Este vínculo: fue el lazo más fuerte que la muerte. Esta valentía de Levi de todo lo que tuvo que pasar, la garra, el coraje, la inquebrantable voluntad de salir adelante, de proteger a su padre le dio la fuerza para poder sobrevivir.

–Los tres son el orgullo de tu familia, sobre todo tu abuelo Salomón por el legado que dejó. Estás viviendo gracias a tu abuelo que formó una nueva vida en la Argentina.

–Totalmente. Siento que dejó un legado para poder rescatar a todos desde el olvido. Ellos no pudieron contarlo. También, para poder rescatar estas estas historias. Lo que no pudieron en vida hoy me convierto en la voz de Levi, en la de Chil Majer o en la de mi abuelo para decir: estas son nuestras historias. Ahora todos ellos y todos los que fueron asesinados pueden descansar en paz. Podemos saber qué fue lo que pasó y pudimos rescatar a todos de este horror. Es rendirles un honor, un respeto. Es un tributo que estoy dejando.

–¿Hay más material para un tercer libro?

–Con respecto a la familia, con este libro siento que he cerrado un ciclo, cerré completamente la historia. Tanto El dolor de estar vivo como El chico que sobrevivió a Auschwitz se complementan en lo que le pasó a una familia que sufrió y escapó antes, lo que uno tuvo que soportar como refugiado y el dolor que tuvo toda su vida sin poder hablarlo como las personas que estuvieron allá. Lo que más rescato es cómo lograron salir adelante, la resiliencia de sobreponerse, crear familias nuevas y continuar con una nueva vida.

Adriana Lerman. Foto: Ariel Grinberg.Adriana Lerman. Foto: Ariel Grinberg.

Adriana Lerman básico

  • Nació el 3 de noviembre de 1971, en Buenos Aires, Argentina, en el seno de una familia judía tradicional.
  • Casada y madre de dos hijas, se graduó como farmacéutica en la Universidad de Buenos Aires donde ejerció como ayudante de cátedra.
  • A la par, estudió hebreo y se desempeñó como docente de ese idioma. Es autora de El dolor de estar vivo: una historia real de coraje en tiempos del nazismo (Editorial El Ateneo).

El chico que sobrevivió a Auschwitz, de Adriana Lerman (Editorial El Ateneo).

Redacción

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